Si hay algo que caracteriza nuestro idioma es la riqueza de sinónimos, que nos permite hablar no solo con una fluidez casi poética, sino además darle a cada momento o situación el tinte y el acento preciso. Entendiendo la semiótica como la teoría para leer el mundo mediante la interpretación de los signos: códigos, lenguajes, lenguas, señales, podríamos concluir que acá estamos asistiendo a la derrota de esta disciplina. Me refiero a que se ha instaurado un facilismo o superficialidad mayúsculos en el habla generalizada, trátese de una conversación común, de un discurso o de una conferencia. La RAE define la muletilla como voz o frase que se repite mucho por hábito, y es precisamente a unas insoportables muletillas, muy en boga, a lo que me quiero referir.Lea también: Escribir sobre lo escritoApuesta/apostar: la palabreja se puso al orden del día desde la era Santos a raíz de su conocida inclinación por el juego de póker. Se usa para expresar que se va a iniciar una acción con cierto riesgo, ej. le vamos a apostar al fracking; por qué no decir: jugarse, arriesgarse, asumir, probar, ensayar, incursionar. Asertiva (o): es quien expresa su opinión de manera firme, para referirse tanto a un individuo como a una posición. Servirían también: acertado, viable, pertinente, conveniente, oportuno, adecuado, atinente, convincente.Disruptiva(o): innovación que rompe tradición o paradigma. “El matrimonio igualitario es disruptivo”, sí; también lo son los vehículos eléctricos, las comunicaciones 5G, la lucha por la libertad de la mujer para abortar. Todo lo cual también puede ser: perturbador, rompedor, revolucionario, alternativo, inquietante, un cambio o alteración. Inclusión: genéricamente se refiere a tener en cuenta grupos de población que son denigradas o ninguneadas tales como: grupos étnicos, afrodescendientes, población lgbti, rom, discapacitados, desposeídos. A estos los podemos: reconocer, tener en cuenta, introducir, aceptar, insertar, incorporar (y por otro lado respetar).Proactivo: (anglicismo de proactiv) que se adelanta a las situaciones tomando el control. Se dispone de un abanico de opciones con sutiles diferencias que se acomodarían a un sin número de eventos: previsivo, profético, adelantado, inspirado, intuitivo, creativo, iluminado, audaz, temerario. Resiliencia: además de su pésima fonética, acomodada de la italiana resilienza (elasticidad), este vocablo trata de decirnos lo que se expresa con mayor precisión con: resistencia, aguante, valentía, entereza, tozudez, obstinación, porfía.Tema: esta es la cereza en el pastel. Escuché recientemente la entrevista a una funcionaria del gabinete presidencial, le alcancé a contar veinte veces esta palabra, que de manera inusitada se convirtió en un prefijo inútil, una mosca en la sopa. El tema de la pandemia, el tema del feminicidio, el tema de los respiradores, el tema de las sesiones del Congreso. Fijémonos que si retiramos la denostada palabra (y sus soportes), la idea queda intacta, clara y se vuelve más ágil el discurso: la pandemia, el femincidio, los respiradores, las sesiones del Congreso; no pasó nada con las ideas, y se ahorra en verborrea. Claro que en ese caso quien habla tiene que pensar un poco más a fondo para decir cosas sustanciosas, o sencillamente acaba el discurso más rápido y, en verdad, eso lo agradece cualquiera.Rebujando en el baúl del idioma se puede lograr que las ideas se expresen con los vocablos adecuados en aras de la economía de tiempo y con mayor claridad. Recrear el lenguaje está muy lejos de volverlo cantinela, estribillo. El ejercicio de sinónimos que acabo de hacer solo tiene un objetivo demostrativo pero se queda corto frente al recurso idiomático disponible.Queda la deuda de hablar del “lenguaje inclusivo”, cuyo fin es loable pero que no ha encontrado alternativa conveniente y que convierte la lectura de un informe o discurso en “políticamente correcto” pero imposible de entender. Por ejemplo: niños y niñas, campesinos y campesinas, médico y médica, enfermeras y enfermeros, individuo e ¿individua?, qué pesado.Le puede interesar: El pertinente eco de la palabra de SócratesTampoco me aventuro a entrar en polémica con el lenguaje seudotelegráfico de las redes sociales, lo que da para un tratado diferente, tan solo reclamo recuperar el lenguaje fluido, el parlamento pertinente, al menos en el habla directa.Fuentes:https://dle.rae.eshttps://www.wordreference.com
Son las 5:45 de la calurosa tarde del sábado 4 de abril de 2020, recapacito que para algo habrán servido la cuarentena y el pico y cédula, como es para dosificar la circulación de vehículos y ciudadanos. Lo digo porque de nuevo en Medellín se está dejando ver el diáfano firmamento que le valió durante muchos años el mote de “ciudad de la eterna primavera”. Así se siente hoy la temperatura tropical que la distingue: el sol presente todo el día pero sin llegar a ser canicular, una suave brisa norte-sur que mece las ramas de los árboles, el firmamento azul cerúleo como en sus mejores épocas pre-esmog. Silencio en la calle, silencio en el condominio, quietud de la ciudad, silencio en las almas canta Gardel.Lea también: ¿Quién es el animal?Las aves que habitan en nuestros árboles se han activado, apropiándose ya no solo de las copas, sino también de ramas casi rastreras. Tres parejas de guacharacas, bandadas de tórtolas, un par de petirrojos en constante cortejo, varios colibríes que liban en el balcón de al lado, son algunas de las aves que a diario nos visitan. Las ardillas dueñas de tres cebaderos que el jardinero les mantiene repletos de corozos, hacen acrobacias entre las ramas más altas. Es una calma forzosa que agobia, premonitoria de un desenlace insospechado, quizás espantoso ¿o no es para tanto?En las noches son otros los visitantes: cucarrones, mariposas y chapolas, minúsculos y desconocidos mosquitos que aterrizan sobre la pantalla encendida del computador. Otro ser semejante a un grajo pero sin olor y con alas azul/gris es visitante fijo de mi ventana, últimamente se aventura a entrar volando y después a caminar sobre la mesa del comedor, choca entre sí unas diminutas antenas rojas y se eleva de nuevo golpeándose torpemente contra las paredes. Las salamandras con un gorjeo metálico muestran su pálido vientre contra la vidriera. Supongo que por la tranquilidad de la ciudad, los bichos están tomando confianza, recolonizando, ellos estaban acá antes, los invasores somos nosotros. 29 de abril: Entre tanto silencio he aprendido a distinguir ruidos que no percibía antes. El del roce de las hojas de los árboles cuando el ventarrón de la 1:30 de la tarde baja del cerro tutelar, el zapato arrastrado al caminar inseguro del anciano de enfrente cuando lo sacan al sol todas las mañanas, el arpa de la vecina del primer piso que ensaya para un quimérico concierto, el abrir y cerrar intermitente del portón metálico del edificio. Mientras tanto (5:50 pm) ¿qué le importa a esa luna que tengo ahí arriba a la vista, mis temores y elucubraciones? Disfruto viendo tras los edificios la arboleda del Parque Natural La Asomadera, lo monitoreo a diario porque a veces es objeto de quemas de inescrupulosos. En las mañanas tomo el sol en esta misma ventana donde da el naciente, aprovecho las primeras horas para no tenerme que colocar antisolar que me produce prurito. Además a esas horas acostumbran a bajar desde el Parque una pareja de loros escandalosos, que no perdonan su parada a unos cien metros de mi ventana, otean por minutos desde lo alto de un anciano carbonero y surcan hacia el sur por encima de mi cabeza.9 de mayo: Del ensimismamiento me saca una moto y otra y otra que vuelan sobre la vía en ambos sentidos, todas con una caja de mensajería en el asiento trasero, ellos no han tenido cuarentena, son nuestra garantía de tener todo en la puerta. Al inicio del encierro dos veces al día perturbaba la calma una patrulla de la policía que con un altoparlante daba las instrucciones de confinamiento que debe observar “el rebaño”. A las dos semanas nadie les prestaba atención, se convirtieron en una molesta interrupción de la calma chicha del entorno. Igual que el helicóptero oficial que con un megáfono emitía un mensaje (supongo repetía las instrucciones) que el ruido del motor ahogaba. Tampoco volvió.A partir de las seis de la tarde los árboles más lejanos van perdiendo su vivaz gama de verdes, se opacan y en minutos se tornan en morado oscuro; al caer la noche, su silueta es un monstruo de cien cabezas negro profundo, cortada contra el firmamento gris lechoso. Pero no todas las noches son iguales, claro está, todo depende de si se ve o no la luna. Cuando la capa de polución es muy densa, la luna no alcanza a romper con su brillo la opaca nata de partículas tóxicas; entonces estaremos ante una noche oscura rota solo por el vuelo de algún murciélago madrugador, de los que duermen en cualquier rincón del condominio.Le puede interesar: Ética según MujicaYa nos devoramos todo junio. Las luminarias de fotocelda iluminan los andenes de acceso al edificio, se enciende la luz en un balcón, otra en un salón en frente, acullá se escucha el llanto de los niños antes de conciliar el sueño, a las ocho el fallido ritual de los, ya, escasos aplausos por los héroes. Se impone la quietud y el silencio, sobre el cual entona su criii criii el grillo, la mariposa nocturna aletea sobre la vidriera de la ventana, ya mis gatos ronronean, es hora de descansar del encierro diario. No quiero escuchar la orden de salir ¡Medellín me cuida! ¿qué será de las ardillas? no han vuelto las guacharacas, ni aterrizan más bichos sobre el teclado, la calle ha sido tomada por la “nueva normalidad” es 1 de julio. Cómo iré a extrañar mi ventana.
Después de aprender a hablar de corrido nos convertimos en loras parlanchinas, acostumbrados a hablar antes de pensar, la mayor parte del tiempo hablamos mecánicamente. Menos aún nos detenemos a mirar cómo están compuestos los vocablos que emitimos. El desarrollo de la tecnología ha contribuido a que ni siquiera estructuremos las frases, verbigracia el celular adivina lo que vamos a decir pues los algoritmos arman los mensajes de acuerdo con nuestras entradas históricas. Si escribimos algo más sustancioso en el computador, el sistema operativo se encarga de corregir o sugerir palabras, nos da un reglazo en la mano -como un viejo maestro- cuando cometemos errores, lo que ha facilitado escribir, mas no crear.Lea también: La lectura, un placer en soledadAsí se ha perdido la magia de la escritura manual, no hablo de pulsar un teclado o peor de dar un clic. Escribir y equivocarse, tachar, arrancar la hoja tirarla al cesto y volver a empezar ¡no va más! En la asignatura Escritura: se empieza con las “planas” de palito/bolita para soltar la mano del aprendiz, se va complejizando hasta escribir en letra cursiva, de ahí se da el salto a las pantallas. Antaño cada símbolo o letra pasaba por nuestras manos, la moldeábamos hasta tener un estilo propio tras haber acariciado las 28 letras del alfabeto con el grafito, la imprenta o de molde era muy posterior. Acompáñenme en este recorrido por las historias de letras enigmáticas, serias, juguetonas, simplonas.Comencemos con la h, así en minúscula, y sus encantos: siempre se me ha parecido a una cómoda silla con espaldar, un tanto alta donde a los chicos les quedan colgando los pies. Su mayor travesura es que generalmente no suena. Ni al inicio, ni en el medio, ni al final de la palabra emite sonido alguno, se da el lujo de ser muda (hielo, adhiere, ah). Exige estar después de la c para sonar fuerte como el chachacha del tren. La hache significa cerrado en su origen semita, claro, su morfología en mayúscula, H, se asemeja a una cerca.La ñ, Ñ derivó del medieval dígrafo nn, NN. Para abreviar juntaron las siamesas en una sola que coronaron con la sedilla, sombrerito de lo más curioso que nos obliga a juntar la mitad de la lengua con el paladar. Orgullosa de su corona, la eñe pone en apuros a los anglohablantes que duran años intentando sin éxito decir correctamente: ñato, cañón, muñeca, mañana, uña, riñón. Ñangas, jamás lo lograrán. La o, O es la plus ultra pues el círculo representa infinitud, espiritualidad, vacío. Es rueda, es círculo cromático o vicioso. Es exclusivista (pertenece a cierto círculo) y tan perfecta que todos sus puntos equidistan del centro. De tan orgullosa la o se vuelve chocante, la vemos obesa, la volvemos balón para darle un patadón. Y canción al entonar “María La O”.Yunta, yugo, yunque, tienen forma de y, Y, que cual loca adolescente no ha decidido cómo llamarse, si ye o i griega. La verdad le queda difícil porque dependiendo de la compañía en que ande y el lugar que ocupe en la palabra, suena diferente. Es i griega si va de última: ley, mamey, hoy, soy, y, muy. Es ye en medio o al inicio de vocablos: ayer, mayor, yuca, yazgo. Su indisciplina puede provenir de que siendo la penúltima del alfabeto, no tiene control de sus mayores.Reto a cualquiera a que me diga de memoria más de diez palabras que inicien con k, K, distintas de kepis, kiosco, kilo y kilómetro. En mi Pequeño Larousse (versión 1951) de las 1.008 páginas que ocupa todo el alfabeto, la ka alcanza una y media hoja. Creo que es un capricho de los dioses de la dicción, el botón de lujo, la exquisitez. Más dramático aún es el limitado uso de la w, W, herencia anglicista y última letra incorporada al alfabeto. Ésta tan solo lleva media página (del famoso Larousse). Algunas entradas son: la rebuscada watercloset (sanitario); waterpolo y el, para algunos, enviciador whisky. Es también otro caso de crisis de identidad, no tiene idea si es doble V o doble U. Ambas, k y w, van por lo regular al inicio de palabra.¡Y qué tal la exótica X! Si es al inicio de palabra de golpe recuerdo el sonoro xilófono, pero no más. En medio de vocablos es mucho más común: laxo, máxime, exigir. La equis es cruz o doble yunque, tachón o multiplicación, madame o enigma. Se originó de la unión de K y S. En su origen proto-sinaítico significó soporte. Y vaya que cualquiera se recostaría tranquilo sobre este puntal, enraizado sobre dos patas y abrazador con las dos aspas superiores. Compite en sonoridad con la doble cc (ej., occiso), pero es innegable su superioridad plástica y bella grafía. Se ha encontrado en inscripciones en la península del Sinaí y existe en griego, latín y hebreo con sus propias simbologías y sutiles diferencias de pronunciación.Le puede interesar: Escribir sobre lo escritoLas letras no están en el teclado o en la pantalla por su propia voluntad, ni por Bill Gates, somos nosotros los que les damos vida, sentido. Escribir es el ejercicio de acomodar el alfabeto a nuestras órdenes, donde cada letra tiene su historia desde los primeros sonidos guturales de nuestros antepasados olvidados, las llevamos en los rayones del cerebro, con el lenguaje nos comunicamos.Fuentes: Pequeño Larousse Ilustrado, París-6ª., 1951https://www.lne.es/siglo-xxi/2011/02/13/letra-historia/1033097.html
Queriendo hacer un uso productivo del encierro se me ocurrió limpiar a fondo la biblioteca. Bajé todos los libros, limpié el mueble y comencé a reubicarlos uno a uno. A medida que los colocaba, sin dejar de leer en lomos y carátulas, se fue generando un ritmo o una música con los títulos. Entonces se me ocurrió volverlos personajes y hacerlos hablar. Los invito, queridos lectores, a acompañarme en este grupo de relatos que mis libros y sus autores me dictaron.1. De repente escuché afuera el rumor de la llegada del Siervo sin tierra, desplazado por lo ocurrido en el llano en llamas, donde los nativos aseguran que el Amazonas nace en el cielo. Yo rumiaba que tras cuarentayún días de encierro, después del silencio solo nos espera la antesala del olvido y que en el valle del asombro habitan los fantasmas felices. De pequeño oí decir que ellos llevan las historias en la palma de la mano, sobre todo la bella historia del amor. Reviví ese antier cuando junto a mi amor jugábamos a dibujar los girasoles ciegos en medio de la hierba de las noches, a la hora de la luz difícil; demasiado pronto nos separó la mortalidad, cuando las cuitas del amor y otros demonios te hunden como flor de fango. Lea también: La lectura, un placer en soledad2. Esto hablaba el Pescador dentro’e su choza: soñamos que vendrían por el mar en una nave conocida como Ursúa, cuando de súbito nos sorprendió el ruido de las cosas al caer. Él se recompuso con toda parsimonia y continuó con las historias sobre el lejano amor de los extraños, que ya había comenzado a narrar un día cualquiera. En ese momento entró su hermana, la que ama por igual los perros y los lobos. Permanecimos en silencio hasta muy tarde cuando sucede la recurrente aparición, a la que nombran “la misteriosa llama de la reina Loana”, que me trae a la memoria el fuego fatuo perenne en el cementerio de Praga, del cual fui testigo. 3. Ese domingo nos dirigimos a la última estación para esperar al dicharachero Pedro Páramo, hombre de temer por su elocuencia, capaz de decirnos algunas verdades, a las que solíamos llamar perlas negras. Parecía haber perdido su lucidez porque hablaba de manera inconexa de la neblina del ayer y de que permanecería en el reino de este mundo hasta que no conociera la Catedral del Mar. Mi amigo el Pescador lo miraba con ternura y nos hizo caer en cuenta de que el dicharachero era un poeta que tenía las memorias de un revolucionario y las elocuencias de un tartamudo, que soñaba con haber ido a la India y que siempre cargaba el libro negro.4. Segu es un marino que vivió en la casa de Jampol, que asistió a nuestras bodas, cuando se hacían en grupo, justo cuando regresó de la batalla de Madrid. Con cierta tristeza dice que al volver encontró la tierra desacostumbrada, como si acabara de salir el Conquistador. Dio un rodeo por el porche y de repente empezó a tararear la canción de Rachel, para no continuar con el relato de un hombre de provincias, dijo, mientras encendía el primer cigarrillo de la tarde. En la noche salimos para el local Divina Comedia donde Hamlet y Macbeth, dos gatos artistas, repetían su acostumbrado número, el baile del ¿cric? ¡crac! mientras su domador con potente vozarrón lee en voz alta, el Evangelio según Jesucristo.5. Días después, ahora olvidé cuándo, llegó otro marinero con la increíble historia de que dio la vuelta al día en ochenta mundos, Segu le reprochó que esas parecían historias de cronopios y de famas. Entonces pidió silencio para recitarnos veinte poemas de amor y una canción desesperada, porque solo así recuperaría sus memorias sobre la pampa y los gauchos que, ciertamente, son la sombra de lo que fuimos.6. Esta mañana, apoltronado frente a la chimenea le di al casero las gracias por el fuego; con aquel calorcito logré salir de el túnel y sentí arrestos para enfrentarme al Don Quijote de la Mancha, mientras me preparaba para la ceremonia que teníamos en la tarde: los funerales de la Mama Grande. Por suerte ya nos encontrábamos en el otoño del patriarca y la verdad es que ante la soledad de América Latina ¿qué importaban otros cien años de soledad? No obstante, en ocasiones nos transformamos de animales a dioses, o todo lo contrario cuando generamos un leviatán. De manera que nos sería de gran utilidad conocer la historia de la humanidad, para poder plasmarla en el libro del desasosiego. O hacer como mi amigo el Pescador, experto en cartas memorables que para mí resultan curiosas, divertidas y trascendentes.7. Cuando me adentro en tierra firme prefiero viajar por el río. Los nativos aseguran que en la Amazonía el río tiene voces. En la planicie forma lagunas donde aterrizan los cisnes salvajes, con el remo los espanto y los cuento 4, 3, 2, 1 hasta que todos alzan vuelo en medio de un canto general en coro hasta perderse en el horizonte. Cuando amanece muy frío las ramas de los árboles forman estalactitas de hielo, semejantes a las que penden de las cornisas de la Abadía de Northanger en los duros inviernos de Gran Bretaña, en aquellos lúgubres días cuando solo se deja ver medio sol amarillo, donde se moldeó el huraño carácter de María Estuardo. Allí en la penumbra exterior el vaivén de los árboles simula las sombras de antepasados olvidados que se bambolean con la parsimonia de tres monjes budistas.Le puede interesar: Un día corriente8. Y bien, todo lo que he recorrido me exigiría escribir el libro de las ciudades a modo de prosas apátridas, pero tendría que tener el talante de un Napoleón, el tesón de un Karl Marx, interpretar la fascinante historia de las palabras y declararle mi odio a los indiferentes. Pero no puedo porque acabo de recibir unas llamadas telefónicas que me comprometen para ir a recoger los papeles póstumos del Club Pickwick.Nota: en mi página de Twiter @gloriaupeguiv relaciono cada autor con el título mencionado en este escrito, en el mismo orden en que aparecen insertos.
Devastador, es el minucioso documento del periodista Juan Pablo Barrientos sobre casos de pederastia en la iglesia católica colombiana, que documenta con testimonios de las partes: entrevista a las víctimas y a los sacerdotes imputados, a las autoridades de la iglesia y de la justicia civil. Temor, desconfianza, a veces rabia, mucha tristeza, impotencia, son las emociones en las que se mueve el lector de esta desgarradora investigación que arrojó el libro Dejad que los niños vengan a mí. Señala como patrones del fenómeno: que los niños víctimas de este delito provienen de familias donde la figura paterna está ausente con una madre vulnerable por su débil situación económica; que los menores son reclutados para el servicio de la iglesia como acólitos o monaguillos, en grupos de catequesis, culturales, de deportes o scouts; que el victimario generalmente prefiere a los niños más agraciados y a los que buscan apoyo moral o económico; y enfatiza sobre el solapado y miserable comportamiento de quienes estando en una posición ventajosa por “edad, dignidad y gobierno” como son los curas, se aprovechen de los indefensos niños.Lea también: Otro onomástico de inequidadEl libro abunda en detalles caracterizando el modus operandi del pederasta, en orden progresivo: convencer al “escogido” de que se le quiere de una manera especial y que debe confiar (en su victimario); hacerle caricias aparentemente inocentes, invitarlo a sitios reservados (casa cural, oficina, rectoría, habitación) cuando pasa a la etapa de manoseo, besos, palmaditas en el trasero y conminarlo a no revelar lo sucedido. Ante el desconcierto de la víctima tranquilizarlo con que “eso no es nada raro”, sobornarlo con regalos (desde confites hasta celulares y becas de estudio) para comprar su silencio. Ya en este punto el menor está tan confundido que no sabe si las cosas van por un camino equivocado, se siente culpable, pero sigue creyendo en su “tutor”. A este nivel el victimario arremete y ataca al pequeño con mayor intensidad: más seguido, a diario o varias veces en el día; más lejos, paseos en automóvil o a fincas fuera de la ciudad; más profundo, llegando a actos lascivos y a la consumación en las más aberrantes variantes. Y los demás ¿qué hemos hecho? En primer lugar, está la negación que como sociedad se hace de una práctica que tiene señales de alerta muy características: el chico se vuelve huidizo en casa, retraído; cambia sus horarios de entrada y salida al hogar; sufre de insomnio y altibajos en su estado de ánimo; en el estudio baja su rendimiento; pierde la autoestima, se le ve llorando sin motivo aparente. Esto por decir lo menos grave, pues la investigación relata el caso del suicidio de un menor abusado y de otros muchachos que pierden para siempre su estabilidad emocional, con unas vidas de adultos atormentados por el dolor, la vergüenza y la desesperación, al no encontrar respuestas y apoyos de la jerarquía católica o de la justicia civil. Mientras, los pederastas se campean con prepotencia de los tribunales a las sacristías, son removidos de parroquia en parroquia para alejarlos de los sitios donde han cometido sus fechorías, al amparo de sus superiores que los encubren y los abusados cargan con sus vidas atormentadas por el fantasma de una violación temprana que los marca para siempre y por lo general son revictimizados.Para su defensa, sacerdotes, diáconos, presbíteros y demás ministros acusados de pederastia, han diseñado estrategias de dilación en las medidas restrictivas que se les imponen; de burla a las leyes civiles, rigiéndose por los tribunales eclesiásticos que actúan de manera cómplice, aduciendo normas del concordato. Han llegado a pagar millonarias sumas (del óbolo dominical) para comprar su impunidad y cerrar los casos sin “escándalos”.Figuran en el índice del libro curas que van cambiando de parroquia y hasta de ciudad, al ritmo de sus abusos a los menores; prefectos, rectores o profesores de prestigiosos colegios de Medellín y Bogotá; sacerdotes de farándula que luego de ser evidenciados por el periodista, fungen como youtubers o influencers; otros que logran saltar el charco y ser removidos al extranjero, llevando en su equipaje las recomendaciones de superiores encubridores. O el caso de un sacerdote que fue capellán de la gobernación y la alcaldía locales, denunciado según este documento por tres de sus víctimas. Y esta es otra discusión pendiente, pues siendo Colombia un país laico, no se entiende cómo las entidades del estado mantienen capillas en los sitios de gobierno, y más aún cómo el presidente se posesiona en nombre de Dios. De todos los casos estudiados, solo uno fue condenado, pero esquivó la cárcel y hoy goza de libertad, rodeado de niños en una comunidad local.Le puede interesar: Homo DiversusNo es válido alegar que el celibato sea la semilla de la pederastia, porque esta agresión que se define como “la práctica sexual con niños” se presenta en todos los ámbitos de la sociedad. El asunto es que se acostumbra a confiar los niños a miembros del clero, como ovejas de un rebaño donde el pastor es el cura que dispone de cada ovejita a su libre albedrío. Necesitamos reconocer éste como un delito que se silencia por la sociedad y las autoridades civiles y eclesiásticas. El libro de Barrientos fue entutelado por la iglesia y una juez de Antioquia suspendió su publicación, pero volvió a las librerías. Todos debemos leerlo para no llamarnos a engaños, mientras la iglesia y la sociedad deben denunciar, sancionar y depurar a toda clase de pederastas.