Las escritoras con su pluma han trazado el surco liberador dejando en ello jirones de su vida, entregando la posta a sus sucedáneas que cada vez rompen más y más barreras.
Siglo XX (2º tercio)
Las normas preconcebidas (por la sociedad machista) para las mujeres han sido tan asfixiantes que cualquier intento de escapar de los cánones se les cobra caro, sea ignorándolas o lo que es peor arrinconándolas, llevándolas a veces a situaciones desesperadas. Las escritoras con su pluma han trazado el surco liberador dejando en ello jirones de su vida, entregando la posta a sus sucedáneas que cada vez rompen más y más barreras, al punto que hoy se posicionan al nivel o muy por encima de sus pares masculinos, aunque no siempre esto sea reconocido por la sociedad. “En esta selección se representa una de las más brillantes generaciones de poetas (y escritoras) que desde el siglo pasado ejercieron una gran influencia en los campos literario e intelectual del país. (Un destacamento caracterizado) asimismo, por su altísima sensibilidad expresiva, la singular maestría de sus creaciones artísticas y la unidad de estilo que rodeó el insuperable talento de todos sus miembros”. (1)
1) Helena Araújo (1934) Bogotá: Con Fiesta en Teusaquillo cuestiona la mentira que caracteriza a la sociedad bogotana. Sus títulos hablan de manera escueta de erotismo: Ardores y furores, Esposa fugada, Las cuitas de Carlota. Fue ensayista, periodista, profesora y crítica, estudiosa de las escritoras hispanoamericanas. Premio Platero ONU-1984 por su obra Post-nadaístas colombianas. 2) Albalucía Ángel (1939) Pereira: Estudió literatura y cine, durante una larga temporada en Europa. Regresa tras un atraco en Madrid que la dejó malherida, en la recuperación escribe Estaba la pájara pinta sentada en su verde limón, donde introduce la violencia partidista como tema literario. Tuvo estrecha cercanía con el boom latinoamericano pero no fue reconocida como una de ellos. Escribió poesía, ensayo, cuento y teatro. En su último período asumió un papel feminista. 3) Marvel Moreno (1939) Barranquilla: En Algo tan feo en la vida de una señora bien habla de la alta sociedad desde adentro: políticos, apariencias, poseer una bella mujer. (2) Mientras, ella quiere tener su propio cuarto, escribir, pintar; recibe la burla de su marido y sus hijos, por lo que se dedica a tomar pastillas para sobrevivir. Moreno se regodeó con el Grupo de Barranquilla y con el boom latinoamericano en Colombia y en París, donde estudió pintura. 4) Fanny Buitrago (1943) Barranquilla: a los veinte años haciendo parte del movimiento nadaísta, irrumpió con su primera novela El hostigante verano de los dioses. Narrada en el entorno de las bananeras, por cuatro mujeres en claves diversas sobre amores, fatalidad, frustraciones, dando un vuelco a la narrativa que la precedió. Incursionó en teatro y ensayo, de marcada impronta erótica y política. Seguidora de Virginia Wolff, su escritura tiene un acento existencialista que ha merecido por algunos el título de escandalosa.
En Colombia el derecho a la escritura por mujeres solo se conquista a mediados del siglo pasado, cuando salen a la luz las marginadas que antes estaban sometidas al silencio. Para sacudirse de sus destinos anodinos, ellas exclaman: no más institutriz, madre, esposa. Con un fuerte componente poético, constituyen toda una pléyade a tono con las grandes poetas del Cono Sur (Storni, Mistral).
5) Marga López (1946) La Ceja (Ant): Maestra de literatura e historia del arte y de la música. Ha dedicado muchos años a la enseñanza de literatura y poesía a niños en escuelas rurales. Con dos programas culturales en emisoras universitarias. Conocida como la Maga, inició sus talleres de Poesía en el Museo Rayo (Roldanillo) y hoy los mantiene en su refugio de La Ceja. Nadie regresa el mismo después del verso./Más allá de lo simple/está la gran simpleza. 6) Carmen C. Suárez (1946) Bogotá: Doctorada en educación, magister en psicología educativa, profesora, investigadora. Funda la editorial La serpiente emplumada. Escribe cuento y poesía. Con sugerentes títulos como Un vestido rojo para bailar boleros afronta categórica: cuerpo, seducción, deseos y apetitos (de la carne), conquistando el erotismo femenino para dejar atrás el tabú. 7) Mery Y. Sánchez (1956) El Guamo: Algunos de sus títulos son: La ciudad que me habita y Dios sobra, estorba. En La buhardilla logra el sincretismo entre amor erótico y guerra: Dos cuerpos se necesitan/se dicen desde los poros/enredados en barrotes de humo/escriben país/en las paredes de la guerra. Ha dirigido talleres de poesía con habitantes de la calle y en centros carcelarios. Fue Beca Nacional Ministerio de Cultura-1988 por su proyecto Poesía en Escena que se realiza en Bogotá desde 1993. (3) 8) Clara Arango (1961) Cúcuta: Licenciada de la U de Lovaina y del Externado, ha trasegado entre poesía, cuento, crítica literaria; al tiempo que ejerce la docencia, talleres literarios y emprende tareas como el de la colección Un libro por centavos(4) para hacer llegar al público la poesía suya y de otros a precios cómodos. Cuando nuestros cuerpos se atrajeron/desearnos era inevitable/cuando nos entregamos/al lenguaje de los labios,/nos traicionaron las palabras.
A estas alturas del siglo XX encontramos ya no escritoras en exclusiva, sino mujeres posesionadas de su papel por fuera de los cánones conservadores, afuera cucarachas de la cabeza, es el tiempo de reconocer sus cuerpos, de ir a la par y a veces delante de la mojigatería social, venciendo la misoginia con las armas de la palabra.
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