Hay caminos cortos y caminos extensos, caminos anchos y caminos estrechos. Hay atajos, trochas y desechos; pasajes, desvíos y cruceros. Caminos llanos, sinuosos y pendientes. Hay de piedras y de tierra; de barro, de hojas muertas y de hierba -a lo que sabe tu nombre- y caminos de pavimento y de cemento.Hay caminos de hierro y de madera que son las carrileras. Hay caminos de oscuridad que son los túneles y de luz que son los rayos del sol, de los faros y de la luna.Lea también: Las plazasHay caminos de agua que son los ríos y también los hay mimetizados en lagos y en los mares, solo visibles para los marinos mediante la rosa de los vientos en sus cartas de navegación o dibujados en el mapa que forman las estrellas: eran los caminos de Enrique el Navegante y de Colón y Magallanes, y de los vikingos y los fenicios. Y del Titanic, un camino truncado por un cristal gigante de la mar.También hay caminos en los desiertos, solo percibidos por los camellos y los beduinos. Y caminos en el aire trazados en las cartas aeronáuticas o en la utopía lograda de los hermanos Wright. Y caminos de la Tierra a la Luna allende la atmósfera señalados en la mente fantástica de Julio Verne, como también caminos hacia el centro de la Tierra horadados por el mismo Verne o por los mineros valientes, buscadores en entrañas de tesoros preciosos.Hay caminos sosos y sosegados y hay caminos largos y culebreros. Hay caminos de salteadores de caminos, y esos caminos de Dios... Hay caminos de la vida y de la muerte. Caminos para nacer, caminos para vivir, caminos para morir o para marchar al cementerio o al cielo; o al infierno empedrados de buenas intenciones, que dicen. Caminos son las sendas del bien y del mal, que también dicen.Son rutas hacia algún lugar o desde algún lugar. Caminos para ir, para venir, para pasar, para cruzar, para dirigirse o para vagar sin rumbo que es otra forma de destino.Hacia, desde, por. Caminos son por donde vamos o van cosas, o venimos o vienen. Acercan y alejan, unen y distancian. Nada, nada deja de tener un camino para llegar o para partir, para refugiarse o para escapar.Son senderos, caminitos, “caminito que el tiempo ha borrado, / que juntos un día nos viste pasar, / he venido por última vez, / he venido a contarte mi mal. / Caminito que entonces estabas / bordeado de trébol y juncos en flor, / una sombra ya pronto serás, / una sombra lo mismo que yo…”. Caminitos o calles, carreteras, puentes, viaductos, avenidas, autopistas.También son caminos el método, el proceso, las religiones, los libros sagrados, las ideologías, el cortejo, la seducción, la gestación, la agonía, la vida toda y la muerte que puede ser final o camino, según el dios con que se mire.Todos los caminos conducen a Roma y de Roma a cualquier parte. También a la Meca y a Jerusalén, a Lhasa y a Medina, a Fátima y a Lourdes.Hay caminos famosos como el viacrucis al Monte Calvario, el Camino de Santiago, el Camino Inca, la Ruta de la Seda, la ruta Shikoku en Japón, la Ruta Licia en Turquía, el Circuito de Annapurnala en Nepal, la Escalera al Cielo en Hawái y la de Led Zeppelin -bendita canción- y una escalera grande y otra chiquita para bailar la bamba que las escaleras son caminos empinados, como también las escalinatas del sueño de Zalamea o las escaleras del sueño de Jacob: “…Y tuvo un sueño; soñó con una escalera apoyada en tierra, y cuya cima tocaba los cielos, y he aquí que los ángeles de Dios subían y bajaban por ella…”.Hay caminos imaginados que también son sueños y caminos del pasado que son nostalgias, como el “Camino viejo de mi vereda / por donde tantas veces pasé, / llevando al hombro mi taleguera / con mis cuadernos y mi pizarra / rumbo a la escuela de doña Inés. / Me acuerdo mucho que en tus orillas / crecía la malva, las clavellinas, / las amapolas, el girasol / y que las aves en la mañana / trinos cantaban llenos de amor…”.Hay caminos milenarios, centenarios y diarios y también el que tomaremos mañana y los sin tiempo.Yo he pasado por muchos caminos, senderos y carreteras; y rutas de barcos y aviones y tendidos de carrileras. “He andado muchos caminos, / he abierto muchas veredas; / he navegado en cien mares, / y atracado en cien riberas…”. Y he sentido todos los caminos porque los caminos tienen voz y corazón: hay que sentirlos en el alma, escuchar la música de sus pasos o sus ruedas o sus cascos. Yo he visto pasar raudo lo que está a sus veras. Caminos resbalados, seguros y escarpados, caminos en la nieve, en las playas, en la tierra y entre bosques. He caminado caminos con mis pies descalzos y calzados, en equinos, en motos, en bicicletas, en carros, en trenes, en botes y barcos, en aviones y helicópteros y en cabinas y cajones colgados de cuerdas.Yo soy un caminante, me declaro un caminante aquí, aquí en este camino de letras y espacios que empezó desde que usted leyó “Hay caminos” y terminará con el punto final luego de la última palabra. Porque también los escritos, los libros, son un camino, caminos de letras que conducen a una falsedad, a una verdad o a una duda que también es una verdad como la vida, porque la vida es la mayor de las dudas.Caminos llanos, sinuosos y pendientes. Hay de piedras y de tierra… caminos en la nieve, en las playas y entre bosquesY la poesía... La poesía es el cofre más sagrado de caminos: puede ser sereno, amoroso, tormentoso, erótico, estrambótico, filial o brutal. La poesía son caminos al corazón abierto.¿Qué significa un camino? Los usamos, vamos o venimos por ellos, sí. Pero un camino significa más: significa que alguien pasó por él, pasado, historia; y que alguien lo surcará, hay un mañana, porvenir. Significa que hay otro lugar más allá, antes y después, que hay muchos sitios; significa vida lineal, como un río, “nuestras vidas son los ríos”; significa también vida en sus orillas, mercaderes, aldeas, comida y posada para el peregrino, agua para la sed del caminante. Nada es tanto la nada como un camino abandonado.Yo soy un caminante, me confieso un caminante, un viajero de la vida, un buscador, y me perdonan las ínfulas porque eso era el maestro -mi maestro- Fernando González; soy, entonces, un aprendiz de buscador. Ser buscador es una forma de ser porque buscar no siempre lleva a encontrar, al menos en este caso. “El que busca encuentra”, dicen, pero también es encontrar el camino y caminar por él siempre, encontrar la búsqueda constante. Yo me encontré el buscar como forma de ser, de andar, de vivir, de ver y sentir la vida. Y entonces la vida y este vivir son un camino. “¿Seré yo así, o es que el camino no tiene fin?”.Soy un caminante, pero más que de caminos ya trazados porque me gusta hacer caminos, desbrozar, pensar, apartar ramas y maleza, buscar la luz, la verdad, mi verdad del día, del minuto, del momento.Caminar, buscar, viajar, recorrer, mutar. El camino es crisol, crisálida. Somos camino.Le puede interesar: Mi abuelo y el árbolY ya, a estas alturas de la columna, de esta senda de letras, quizás algunos lectores que me conocen, qué digo, que han leído a Antonio Machado, se preguntarán “y este con este tema, ¿para cuándo ’Caminante no hay camino’?”, pues para el final del camino, claro; Machado, Antonio, el gran poeta sevillano, el poeta del camino, cuya fecha de nacimiento fue precisamente hace pocos días, un 26 de julio en 1875:“…¿Para qué llamar caminos / a los surcos del azar?... Todo el que camina anda, / como Jesús, sobre el mar. /… / Caminante, son tus huellas / el camino, y nada más; / caminante, no hay camino, / se hace camino al andar. / Al andar se hace camino, / y al volver la vista atrás / se ve la senda que nunca / se ha de volver a pisar. / Caminante, no hay camino, / sino estelas en la mar…”.@alvarogonzalezu
“El que tiene tienda que la atienda”, dice el sabio refrán. Más que una estrategia de buen negocio, sin duda ese es el primer encanto de las tiendas de barrio que las vuelve buen negocio, no tanto porque el dueño esté pendiente sino porque la tienda sin el tendero o tendera ‘don tal’ o ‘doña tal’ no tendría mayor atractivo.El encanto es algo que seguramente está incluido en lo que llaman “goodwill”, pero que significa mucho más desde la óptica social y cultural. Y esa óptica no tiene precio en dinero.Lea también: Ropa extendidaEl tendero o la tendera. Personaje clave en el barrio, en el pueblo. Casi todos tenemos en nuestra mente una tienda, en el barrio, en el pueblo, en la ciudad, en la vereda, en el camino. O en la esquina, que es la más popular, casi un referente cultural: “La tienda de la esquina”, que aunque no quede en la esquina siempre será ‘la tienda de la esquina’, en donde no venden ciertas cosas como la calidad humana según le escuchaba a mi papá, pero quizás sí: calidad y calidez humana era lo que vendían en las tiendas y todavía en muchas: calidad humana expresada en confianza, en aglutinante social, en identidad barrial.Últimamente las grandes superficies y otras cadenas encadenantes le están apostando a pequeñas superficies en barrios y hasta en caminos. Quizás desplacen o acaben las tradicionales tiendas en algunos lugares y las ventas de algunos productos, pero jamás desplazarán las ‘tiendas de la esquina’ así ocupen cuatro esquinas y más, porque no podrán vender dos huevos ni fiar media libra de sal, porque no podrán desplazar a don Víctor ni a doña Clara ni a Guillermo, a los tenderos y tenderas, esos amigos y amigas, esos seres humanos muy humanos que nos escuchan, que saben de nuestras penas y carencias, que nos hablan de fútbol y de política, que incluso dudando nos fían porque el que fía se quedó en la tienda o porque aunque solo confían en Dios nos prestan o porque aunque vendan al crédito y no al contado conservan opulenta, rolliza y rozagante el alma.Las grandes superficies les han hecho y harán algún daño a las tiendas -a los barrios…- pero es y será un daño también ‘superficial’, eso, superficial, porque jamás podrán penetrar en el sabor de la tienda, jamás podrán tener su alma, su aliento y su calidez.Esos tenderos y tenderas, que “aunque vendan al crédito y no al contado conservan opulenta, rolliza y rozagante el alma”.Hoy en ciertos barrios -que ya no se pueden llamar barrios- de grandes ciudades hay cada vez menos tiendas de la esquina, pero siguen existiendo en muchas partes. Y esta pandemia les está devolviendo importancia, ¿por qué?, porque son referentes en esos pequeños mundos y precisamente esta pandemia está haciéndonos circunscribir la vida a los pequeños espacios autosuficientes, los barrios, por aquello de no poder-deber recorrer largas distancias, de tenernos que mover en nuestros entornos en donde entonces debemos satisfacer casi todas nuestras necesidades.Yo tengo recuerdos de muchas tiendas. Pero hay una que para mí se quedó como la imagen típica de la tienda. Y no era en una esquina. Hoy sería en la carrera 43 D entre calles nueve y diez, en Medellín: La tienda de don Víctor era, es, mi tienda para siempre: Bolis, velas, bolas (de cristal), botones, cremas, rosquitas, panderos, sabores, (ver más abajo), lunas, polvorosas, papel de globo y de cometas, laminitas del álbum de moda, Carta Rojas, Kol-canas, cucas y pregunte por lo que no ve.También recuerdo la tienda de doña Clara, cerca, en la tradicional Calle del Frito, la calle más antigua de Medellín. Doña Clara atendía por una ventana de barrotes de madera gruesos. Con la tienda de doña Clara había una anécdota de antología: el patio de atrás de unos vecinos daba al patio de atrás de la casa de doña Clara; a veces nos subíamos por una pequeña escalera y a grito tendido le gritábamos: “doña Claraaaa, un sabooor”, y ella muy diligente nos llevaba el sabor. (Sabor: Paquete pequeño con un polvillo de varios colores para disolver en agua como refresco pero que nos lo comíamos vivo, en polvo).¡Ah!, y es que otra cosa: Aunque no necesariamente todas, otro ingrediente maravilloso de esas tiendas que les agregaba más sabor era -es- que quedaban -quedan- en la misma casa del tendero o la tendera. Recuerdo a veces la tienda por alguna extraña circunstancia cerrada y uno tocando en la puerta con el fin de comprar algo urgente para alguna receta ya en proceso o para cualquier proceso ya en acción. ¿Se imaginan tocando en ese gran superficial supermercado-almacén cuando esté cerrado? ¿Saldrán los accionistas?Le puede interesar: BarrioHoy el homenaje es para la tienda de la esquina aunque no quede en una esquina, para todas las tiendas, tenderos y tenderas. El más especial para la tienda de don Víctor que hace años ya no; para don Víctor Restrepo mi tendero favorito ya por siempre -con él crecí, desde su tienda hacía ‘domicilios’ en triciclo-, don Víctor, un personaje de esos que pasan a las historias y por qué no a la Historia, siempre amable, siempre con una solución, con un dicho; honor para sus descendientes que a veces veo por ahí caminando. Y va uno muy especial para una tienda vivita y coleando: para la “Miscelánea”, de Guillermo, en plena avenida de El Poblado, cerca al parque y pregunte por lo que no ve.@alvarogonzalezu
Es nuestro único destino, debe ser nuestra única identidad si queremos subsistir…La humanidad se debe ‘reinventar’, dicen todos, es la expresión que esta pandemia puso de moda. ‘Reinventarse’. Dicen bien, decimos bien, digo yo, creo yo. Pero si bien es cierto parece ser un propósito, o mejor, una única alternativa, es al final una gran pregunta: ¿Reinventarnos de qué? ¿Cómo nos reinventamos? Y, en especial, ¿estamos todos dispuestos a reinventarnos? Porque eso de que la humanidad, o la sociedad, debe reinventarse, por lo general se plantea en tercera persona: “La humanidad debe reinventarse, la sociedad debe reinventarse”.Lea también: ¿Cómo explicarles?¡Ja!, la humanidad, la sociedad…, es vago; como dicen coloquialmente eso es legión. Es esa facilista manera de decir lo que hay que hacer pero sin expresar quién lo debe hacer porque sencillamente nadie lo quiere asumir. Pues, además, tampoco nadie sabe cómo. Solo palabras vagas que esbozan cierto camino, sí, pero nada concreto. Es lógico, nos tomó de sorpresa. Tiempo para respirar -en todos los sentidos-, para pensar, para acomodar ideas, “a todos los atiendo”. Pero que no sea muy tarde, que no sea más tarde de lo que ya es.La pregunta y el propósito deben empezar desde cada uno. La humanidad, la sociedad, es un conglomerado amorfo cuyo cerebro y voluntad son los de cada uno. No puede haber cambio en abstracto o en general si antes no cambia cada uno. Eso lo hemos escuchado mucho y no por ello deja de ser una gran verdad. Solo es lógica.¿Está usted dispuesto a reinventarse? ¿De qué se va a reinventar? Y, ¿sabe cómo hacerlo? Es más: ¿Considera que usted está ya inventado? Dichoso si lo está, pero no creo; yo tampoco lo estoy. Somos proceso siempre, es nuestro destino ser camino, ser viajeros hasta que el viaje se detenga, es decir, hasta que en medio del viaje dejemos de estar acá o nos reemplace otra especie. Y entonces eso da pie a otro debate: No se puede reinventar lo que no está inventado. Solo es lógica. En fin, en gracia de discusión y para seguir la elucubración digamos que somos invento en cuanto a etapa de un proceso de invención, como lo fueron los recolectores cazadores y todos nuestros antecesores.Sea como fuere, el 'homo sapiens' no se debe reinventar, eso es insuficiente a estas alturas y con tantas lecciones. Hace mucho que dejamos de ser 'sapiens' (sabios) para todo el planeta y para nuestra propia subsistencia como especie. Nos emborrachamos de sabiduría, al menos de esa sabiduría. Es hora de evolucionar a otro ‘homo’, al 'homo solidarius'. La solidaridad es la sabiduría de hoy.“La solidaridad es la inteligencia del futuro que ya llegó, la sabiduría que nos impedirá desaparecer”.Solidaridad… Dice el Diccionario de la lengua española de solidaridad: “Adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros”. Corta. Esta pandemia es circunstancial como tal, pero permanente como vivencia de la raza humana, como experiencia. Por tanto, toda esta novedad, toda esta catástrofe debe quedarse pegada a nuestra piel, adherida a nuestro ADN, a nuestra alma colectiva: Por eso tampoco puede ser circunstancial esa solidaridad. Es un quiebre en la Historia. Es lo único que puede salvarnos, no solo de esta sino de las que vendrán, no solo de pandemias sino de decenas de catástrofes que son causadas o no evitadas por nosotros mismos.La solidaridad que nos salvará es la adhesión a una sola causa: a la causa de la vida, y eso son palabras mayores. Todos a una. Por eso tampoco es solo “a la causa o la empresa de otros”. Es a la causa o a la empresa de la vida, incluyendo la del mismo ser solidario. No es la solidaridad altruista, que ojalá fuera, sería pedir mucho. Es entender la unidad que somos todos con todos y con todo. Es entender que todos somos “la causa o la empresa de todos”. Que si uno falla todos nos vamos al abismo. Más claro para hoy: Que si te contagias y enfermas nos pones en peligro a todos. Que no es cosa tuya.Entonces, debemos salvarnos de nosotros mismos, ser solidarios, ser uno solo, algo “sólido”, algo en lo que he insistido en varias columnas, charlas y hasta en redes sociales. Solidaridad proviene del latín “solidus” (sólido, firme, compacto). La sociedad líquida que con tanto acierto describía el filósofo polaco Zygmunt Bauman debe hacer un alto en el camino para represarse en un solo sentimiento que es más que un propósito: en la vida. El torrente, el deperdigamiento, el individualismo, deben aglutinarse en torno a la vida. Es ahora o nunca.Insisto en otras palabras: No es que la liquidez de la sociedad se congele por un tiempo, no, es que el agua tome conciencia de su identidad como tal, de su poder destructor pero también creador. Hasta ahora la liquidez ha sido un caos, el papel de la solidaridad es comprender ese caos y organizarlo hacia la vida.El ‘homo erectus’, el ‘homo sapiens’... Poco antes de esta pandemia (todo es antes de esta pandemia) Yuval Noah Harari, el brillante pensador israelí, hablaba del “Homo Deus”, pero aún no, o mejor, para ser el ‘homo deus’ debemos pasar antes por el ‘homo solidarius’. Falta esa tremenda tarea. Le falta ese libro a Harari… Es nuestra única alternativa, nuestro único destino posible como nosotros.Le puede interesar: La verdadSi queremos subsistir como especie la solidaridad es el único camino. Entendernos como un solo cuerpo con y en todo. La solidaridad es la inteligencia del futuro que ya llegó, la sabiduría que nos impedirá desaparecer. Y para evitar discusiones religiosas que esas cada uno verá y respeto, no me refiero a la solidaridad que nos salvará el alma o que nos da tranquilidad, me refiero a una solidaridad objetiva, si se quiere egoísta, a la solidaridad que nos hace pensar en el bienestar del otro y de todo como única manera de que cada uno esté bien, de que viva, de que vivamos. Para mayor comprensión de esa asepsia religiosa hablemos de solidaridad civil, así como se habla de ética civil. Que todos quepamos.Sí, la solidaridad es la sabiduría del futuro, del futuro que ya llegó. La solidaridad debe ser el nuevo nombre de la inteligencia humana.
Esta pandemia, esta cuarentena, nos ha llevado a cosas que nunca hacíamos, que poco hacíamos o que hace mucho tiempo no hacíamos. ‘Hacer’…, cuando el verbo hacer empieza repetidamente a cambiar de objeto estamos mutando. Cuarentena crisálida. Entre tantos males y privaciones bienvenidos muchos actos, cambios en el ritmo de vida, nuevos quehaceres y nuevos pensamientos y ojalá hábitos. ¿Nueva vida? Esperemos.Lea también: ¿Cómo explicarles?‘Oficios’…, los nuevos oficios personales ante la pandemia. Tantos oficios que nos ha tocado ejercer, que hemos aprendido, que hemos recordado, que hemos comprendido en su real dimensión, que hemos empezado a respetar, a admirar. Oficio es una palabra bella, digna, me gusta.Hace poco salí a lavar mi ropa como de costumbre en estos días. No tengo lavadora -el aparato- ni pienso tenerla en el lugar del campo donde paso estos días, quizás meses, quizás…, (mejor callo). Claro que he lavado ropa antes, pero en este ‘hace poco’ pensé más en ese acto y con mayor profundidad. Es la época, esta época dramática y extraña de ficción que nos hace pensar más cada paso a paso de muchos actos, ayudan el silencio y cierta mayor soledad. Eso es bueno, hasta ahora…Y entonces cuando salía con el balde que no de balde se me ocurrió qué bueno lavar esa ropa en el río, sí, bajar al río y lavarla allí, como esas lavanderas que tanto había antes y aún hay en varios lugares del mundo, esas que lavan en los ríos, esas lavanderas, mujeres valiosas, maravillosas y hermosas en el real sentido de la palabra, esas mujeres que lavan la ropa para estregarle y expulsarle las fatigas, los llantos, las juergas, el trajín, la vida de ayer y de más antes como exorcizándole a las prendas su pasado de ayer y de más antes. Esas mujeres que con sus manos prodigiosas devuelven los colores y que en especial regresan el blanco blanco.Y miré hacia el río… Pero no, no lavé la ropa en el río porque utilizo jabón y no iba ni voy a ensuciar el agua, es el agua de mis hijos, del planeta. Sin embargo, de todas maneras, convertí ese acto de lavar prendas afuera en todo un ritual, en toda una evocación, en todo un acto solemne pensando minuto a minuto en esas mujeres, valiosas, maravillosas, mujeres que lavan en los ríos y en las quebradas las prendas de sus amores, de sus hijos, de sus familiares o de otra gente.Nunca o casi nunca pensamos en ellas, pese a que llevamos su oficio puesto en el cuerpo durante miles de vivires, de actos mínimos y de acontecimientos, desde el ajuar hasta la mortaja. Alguna lavandera le tuvo que haber lavado la ropa a Abraham para intentar sacrificar a su hijo Isaac, también la de Isaac, quizás fueron Agar o Sara, quizás; alguna lavandera le tuvo que haber lavado las vestiduras a Jesús cuando entró a Jerusalén, la túnica inconsútil o el manto sagrado o el paño a la Verónica. Alguien tuvo que lavarle la ropa a Ulises antes de pasar cerca de las sirenas o la bufanda a Isadora o el velo a Seherzada o el turbante a Alí Babá o la diez al Pibe o la amarilla a Egan o el liqui liqui a Gabo, como también alguien tuvo que lavar las sábanas níveas entre las que se elevó al cielo Remedios, la bella.Alguna lavandera también tiene que lavar la capa del viejo hidalgo y el mantelito blanco y la camisa de once varas y el paño de lágrimas y la seda de los guantes y la lana virgen y la caperucita roja y la hamaca grande y las medias naranjas y el hábito que no hace al monje y el pañuelo que es el mundo y la toalla antes de ser arrojada y la mucha tela que cortar y, claro, el tejido social. Y hasta la toga del cartel.Y, '…juro por el Dios de mis padres, juro por ellos, juro por mi honor y juro por mi patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español”. Imposible imaginarse esas palabras del soberbio joven Simón Bolívar en el Monte Sacro con su ropa sucia, alguna mujer romana se la tuvo que haber lavado con mucho esmero. Todos esos personajes reales o míticos con su ropa limpia, lavada por una lavandera para que pudieran pasar a la Historia o a las leyendas con su ropa limpia, al menos al inicio de sus jornadas, al menos en algún inicio.Y claro, alguien lavó la ropa que usted tiene puesta mientras lee esta columna amable lector o lectora, de cualquier manera alguien la lavó, quizás también fue usted, todos nos dignificamos con ese bello oficio de lavar la ropa.Ellas, las lavanderas, sacan los sudores, los olores, los sabores, ¡la sangre!, las tierras, los rastros, el polvo de los caminos. Ellas, las lavanderas, de alguna forma están ahí en todas partes, silenciosas, indispensables, están y han estado siempre ahí de alguna forma en las batallas, en los tronos, en las prisiones, en los altares, en los teatros, en los banquetes, en las juntas, en los patíbulos, en las pilas bautismales, en las salas fúnebres, en los laboratorios, en las entregas de los premios nobeles, en los estrados.Tantos oficios silenciosos, necesarios, hermosos, valiosos, muchos ocultos. Hoy rindo un homenaje a las lavanderas, a todas, pero en especial a las de los ríos, esas que se meten al agua, mojan sus pies curtidos, pisan descalzas las arenas o las duras piedras, arquean sus espaldas, a veces de rodillas, toman su mazo y golpean la ropa con amor -es posible golpear con amor, al menos en este caso- y que muchas veces cantan canciones al son y ritmo de la orquesta de la corriente o conversan entre ellas de miles de cosas secretas de sus vidas, de la vida.Le puede interesar: Una nueva PolicíaPensé en todo eso mientras lavaba mi ropa, cada acto debe ser un ritual, un recuerdo, un homenaje, un honor, un acontecimiento. Cada oficio es el más importante del mundo, y de la Historia. Al fin y al cabo, ¿qué es la Historia sino un entrelazamiento de oficios?
En esta pandemia hemos aprendido muchas cosas: de la vida, del planeta, de la naturaleza, de las ciencias, de los demás, de la convivencia, de la soledad, de uno mismo. Pero creo que quizás lo más importante que esto nos ha dejado es saber todo lo que no sabíamos ni sabemos. Ser conscientes de lo que nos falta por aprender, a todos. “Solo sé que nada sé”.Lea también: Cómo explicarlesHa sido una avalancha de conocimientos, de respuestas y de preguntas y, claro, siempre quedarán las preguntas. Esa necesidad de aprender para sobrevivir, para triunfar (sea cual fuere el concepto de triunfo que cada uno tenga), para tener mejor calidad de vida, para ayudar a los demás, (para escribir), para descrestar y por simple curiosidad. El ser humano es un animal de preguntas y sin éstas jamás habría evolución.Quizás muchas de las cosas que hemos aprendido ya las teníamos en la mente, rondaban por allí y las aplicábamos sin darnos cuenta pero no las habíamos sintetizado, organizado, comprendido en su real dimensión. No las sabíamos poner en práctica de manera correcta, oportuna y consciente.No soy médico y tampoco científico pero, al igual que a muchos, se me han despertado cientos de inquietudes sobre la medicina y las ciencias. Hemos aprendido como nunca. La salud…, ese estado que nos permite sentirnos bien para vivir mejor, para vivir. ¿Dónde está la salud?¿Dónde está mi salud? Con mis palabras y mis pocos conocimientos al respecto concluyo que la salud está en todas partes (sí, es ubicua) no solo en mi cuerpo y en mi mente sino también por fuera. En los demás, en el aire, en el agua, en las cosas que me rodean, en los árboles, en la naturaleza, en todo el planeta, en mis conductas y en las de los demás. La salud es una sola puesto que somos un solo organismo vivo. Es más: somos un solo organismo vivo e inerte porque todo influye en todo, hasta el más diminuto grano de arena (¿lo han sentido en un ojo?). Los científicos, los salubristas, los expertos en medioambiente le tienen nombres a ese concepto y lo pueden explicar mejor. Pero así es como yo lo veo, como lo siento.Somos un solo organismo sin solución de continuidad.Tener claro ese concepto es fundamental para tener buena salud, para vivir mejor, para conservar la vida. Y muy importante: para preservar la vida y la salud de mis hijos, de los nietos cuando los tenga y de todos mis posibles descendientes que son de todos como todos son los míos. La de toda la humanidad futura. Se llama ética. Actuar con ética para con mi futuro, para con mis conciudadanos, para con quienes habitan el planeta conmigo y para con quienes lo habitarán. Todos tienen derecho a gozar de buena salud, a vivir, y si ello en algo depende de mí pues debo hacer cuanto esté a mi alcance para que suceda. Y por supuesto: Jamás estropear el camino andado que otros surcarán.¿Me quiero morir? Puede ser asunto de cada uno, pero sí debo pensar muy bien las repercusiones que mi falta de autocuidado y que mi muerte traigan en los demás, no sería ético entonces ese libre albedrío de autodaño por acción u omisión si llega a perjudicar a los demás. Y claro, tampoco sería ético para con los demás mantener una mala situación de salud mía que les afecte su vida a otros de alguna manera. ¿Eutanasia? Complicado esto.La pandemia que inquieta y enseña, a vivir y a morir. Pienso en muchas cosas cuando escucho hablar de curvas, de aplanamientos, de cercos epidemiológicos, del pico y varios términos y conceptos nuevos o antes poco comunes. Eran cosas de científicos.Por ejemplo, eso de las preexistencias o comorbilidades (lo dije) sí que me pone a pensar. Que se deben cuidar más quienes padecen ciertas enfermedades, y por eso sus libertades se coartan. Pues sí, habrá enfermedades más graves que otras que ya tenemos, que llevamos quizás desde que nacimos y hasta antes. Y uno mira esas listas diarias de muertos que divulgan y entonces uno observa que la mayoría tiene esas “comorbilidades” (lo volví a decir) y me pregunto si están bien diagnosticadas en tan corto tiempo, qué tan graves son en caso de estar claras, qué tanto de vida le quedaba a esa persona sino hubiera tenido covid-19. Todos tenemos comorbilidades, todos tenemos alguna enfermedad “de base”.Le puede interesar: Las otras dictaduras“La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Así define la OMS a la salud… Hace poco escuché una entrevista a un médico colombiano, una especie de sabio de la vida, Alex Jadad, quien definía la salud, no como el completo bienestar ni la ausencia de enfermedades según la define la OMS, sino algo así como la capacidad de vivir bien con relación a cualquier tipo de padecimiento. De acuerdo. ¿Quién está absoluta y totalmente sano?, nadie. De hecho, todos los seres humanos (todos los seres vivos) tenemos una preexistencia inmensa, campante y galopante más que comprobada y diagnosticada: Se llama vida.Y claro, la covid-19 lo que hace es ponerla más en evidencia si es que a eso vamos. Pero no podemos ver así las cosas, a lo Bolsonaro y similares. De alguna manera eso también justificaría el asesinato: Solo me anticipé un tiempo a la muerte de George Floyd, diría el policía gringo...
El alcalde de Medellín acaba de pedir la renuncia de la directora del Museo Casa de la Memoria y nombró a un nuevo director.Está dentro de su potestad nombrar y remover libremente a los funcionarios con dicha condición. Sin embargo, deja mucho qué pensar cuando se retira de la administración a una funcionaria que en poco menos de un año y medio estaba desempeñando un magnífico papel reconocido por todos quienes creemos en la paz, en el valor de la verdad y en la memoria activa y perenne como forma de construir un futuro mejor.Lea también: La verdadLos museos son fundamentales en cualquier lugar de mundo, todos, pero en especial aquellos que nos confrontan con la historia y nos sacuden como sociedad, que son parte viva del presente y que nos permiten comprender el pasado para trazar el porvenir. Ciudades como Medellín, que han sido hervidero de todo tipo de violencias cuyos rescoldos aún perviven, necesitan de espacios como el Museo Casa de la Memoria para que su historia reciente y lejana, antes que avergonzarnos y atizar venganzas, sirva para forjar un futuro incluyente y sin cabida para la repetición.Pero no solo un espacio físico como tal, el Museo Casa de la Memoria debe estar en todos los barrios, en todas las esquinas de Medellín, en la memoria de todos los habitantes de esta ciudad, en sus acciones, en sus líderes comunales, empresariales y políticos, debe ser un espacio en el corazón de cada uno. Y precisamente eso estaba logrando Cathalina Sánchez Escobar con su invaluable labor: durante su dirección el Museo se estaba convirtiendo en un referente de la ciudad que pretendemos ser, en un centro de pensamiento en donde nos miramos a los ojos del presente y del pasado para poder mirar adelante con la frente en alto; un lugar donde estamos aprendiendo a ser mejores ciudadanos.Y bien importante para Medellín: El Museo Casa de la Memoria, entre otros logros, estaba sacando la leyenda terrorífica de Pablo Escobar y su cartel de la dañina farándula oscura para centrarla en las víctimas y en la reflexión social, como debe ser.Como en toda Colombia, en Medellín tenemos una deuda con las víctimas que quizás nunca terminaremos de saldar, en primer lugar, porque aún hay cientos de víctimas anónimas muchas de las cuales ni siquiera tienen conciencia de que lo son, y, en segundo lugar, porque aún existen posiciones alimentadas por los fanatismos y la codicia negadas a abandonar las violencias como medio para mantener los hilos de sus poderes de todo tipo.Me uno a las voces que claman porque se continúen los procesos que la hoy exdirectora de la Casa Museo de la Memoria estaba llevando a cabo, para que quien llega sepa encarnar ese espíritu que Cathalina le estaba dando como faro que ilumina no solo hacia atrás, sino hacia adelante y hacia todo el entorno de esta ciudad que amamos, que tantos pretendemos cuidar y que muchos queremos ver con su rostro limpio y su cabeza erguida resurgida de un pasado que antes que negar debemos resaltar, confrontar y reflexionar.Señor alcalde de Medellín: En especial clamo para que cargos de semejante importancia y calidad sean ajenos a los vaivenes políticos, a los apoyos de ocasión y menos a las promesas electorales.Se mueve la cosa política:Al terminar esta columna debí cambiar su final y parte de su contenido cuando supe el jueves en la noche del nombramiento como nuevo director del Museo de quien el año pasado fuera candidato de la Colombia Humana a la alcaldía de Medellín, Jairo Herrán. Eso no lo inhabilita, ni más faltaba, pero sí deja qué pensar porque infortunadamente así funciona la política o, mejor, la politiquería, que es bien diferente: Se utilizan los cargos para pagar apoyos electorales o para conseguirlos en momentos difíciles. No me preocupa la filiación política del nuevo director, lo que preocupa es que dicho cargo empiece a formar parte del engranaje políticoelectoral.Mucho me temo que el Museo no siga el rumbo que traía. Sin embargo, siempre hay que dar un compás de espera, por supuesto, es justo. Ojalá tanto el nuevo director como el alcalde me sorprendan, nos sorprendan a muchos.Le puede interesar: La batalla de MedellínLa directora que se fue deja una vara muy alta. Esperemos que su remplazo sea capaz de emularla y que el señor alcalde comprenda que el Museo Casa de la Memoria es, entre todas, la entidad y dependencia que debe estar más alejada de componendas y pactos burocráticos. Totalmente alejada.
Es hora de que la Policía de Colombia tenga un cambio estructural y profundo. No solo urge de cara al nuevo orden social ocasionado y develado por la pandemia, sino que causas recientes demuestran esa necesidad, tales como el cambio en el panorama nacional de orden público ante la desmovilización de las Farc y la errada respuesta ante las marchas de finales del 2019, entre otros aspectos de diversa índole no menos importantes.Lea también: La seguridad es “cómo” y no “más”La policía es una institución esencial para cualquier sociedad y debe evolucionar conforme evolucionan las sociedades. Una institución que no se adapte a los variables ritmos sociales empieza a chocar con los ciudadanos y sus organizaciones, incluso con el mismo Estado y sus entidades de todo tipo y ámbitos territoriales.La actual crisis social provocada por la pandemia ha demostrado la importancia de la policía. Todos hemos visto como los agentes se han vuelto protagonistas en las calles y demás lugares públicos, son la voz, los oídos y las manos del Estado para afrontar directamente las crisis. Pero debe ser una voz calmada y una mano amiga. Los contenidos y el tono que el presidente, los ministros y los altos mandos de la fuerza pública manifiestan en sus alocuciones frente a los medios, deben manifestarse en las acciones de los agentes de policía en las calles. Cada agente de policía es la cara y la voz del Estado y una omisión, una errada actuación y un exceso suyos son todo el gobierno y todo el Estado equivocándose.Lo primero es acentuar y agilizar más la desmilitarización de la institución policial hasta terminarla. Incluso, en épocas de mayor intensidad del conflicto con las Farc, varios abogábamos por sacar hasta donde fuera posible a la policía de la lucha activa armada contra esa y las demás guerrillas. El combate contra la insurgencia bélica no es misión policial, es competencia exclusiva de las fuerzas militares.La respuesta está en la policía comunitaria que ya ha funcionado y funciona pero casi como excepción. Sin detrimento -jamás- de su misión de luchar con firmeza contra la delincuencia común, toda la policía debe ser comunitaria y la doctrina policial debe migrar completamente hacia allí. Esto implica una formación y una acción totalmente volcadas hacia la comunidad con toda la precisión y fortaleza social que el concepto comunidad implica: Un policía servidor del ciudadano, informador, colaborador y, en general, facilitador de la vida en sociedad con tendencia siempre a ayudar a satisfacer necesidades. Un agente de policía que no tenga vocación de servicio no puede ser agente de policía.También y a la par debe darse un cambio en la actitud del ciudadano frente al policía: romper ese círculo vicioso de que los ciudadanos tratamos mal a los policías porque estos nos tratan malEsto, por supuesto, implica un cambio en la formación desde los aspectos mínimos hasta los más profundos. Idiomas, buen uso del lenguaje, preparación mínima en salud, conocimiento detallado e inteligente de tos territorios donde actúa cada agente, relaciones humanas, derechos humanos, educación en diversidad de género y en medioambiente, comprensión etaria, actualización constante en el mundo cultural, normatividad jurídica y otras materias más que enriquecen y amplían la mente de cada policial. Buscar una formación integral es clave. La cultura general es fundamental en una persona que debe interactuar constantemente con los ciudadanos autóctonos y pasajeros, amplía los diálogos como generadores de confianza mutua. Incluso, pensar en que a mediano plazo todos los policías sean como mínimo profesionales en algún pregrado. Sé que hoy hay esfuerzos en ese sentido, pero son muy insuficientes y no se traducen en la calle.Un policía que nos indique cualquier dirección, un policía que nos pueda dar primeros auxilios básicos, un policía que medie en conflictos ciudadanos simples, un policía que nos informe las normas locales y nacionales y que no solo las haga cumplir, un policía que nos recomiende rutas y lugares, un policía que nos aconseje, un policía educador que nos enseñe conductas sociales, en fin, sí, un policía “todero” que nos facilite la vida cotidiana.Y claro: Para tener un mejor policía en todos los aspectos se necesitan dos cosas claves: Primero, que sea muy bien remunerado (como debe ser) y, segundo, que los ciudadanos miren con el mayor respeto a cada policía. Que ser policía sea una de las ocupaciones más dignas y respetables de la sociedad. Es que, también y a la par, debe darse un cambio en la actitud del ciudadano frente al policía: romper ese círculo vicioso de que los ciudadanos tratamos mal a los policías porque estos nos tratan mal. Cultura, tolerancia, no prevención y buen trato.Otro aspecto fundamental es un mayor cuidado en la alimentación sana e integral de los agentes, en servicios de salud y, en especial, mejorar los lugares de dormitorio y estancia de los agentes cuando por razón del servicio no duermen en sus casas. Que sean aposentos dignos del funcionario más importante y abnegado que debe tener la sociedad.Hoy más que nunca debe volverse al policía de barrio, al policía de la cuadra si se quiere. Hay detractores de este concepto por ciertos lazos que se van formando en el tiempo entre el policía y algunos ciudadanos, pero esos lazos no tienen por qué ser perversos. Por el contrario, pueden y deben ser benéficos. La formación sí que es fundamental acá.Le puede interesar: CamaramaníaLa transformación del fondo también requiere un cambio formal que es fundamental porque refleja hacia la comunidad esas nuevas doctrina y formación. Por ejemplo, cambiar totalmente el verde de los uniformes por un nuevo color que no aluda a lo militar. También propongo algo que levanta mucha controversia en nuestro país del sagrado corazón y de “patria te adoro en mi silencio mudo”: Cambiar el lema de “Dios y Patria” por uno más inclusivo, actual y comprensivo.
Para que exista una dictadura no se requiere que el poder de un país esté concentrado en manos de una sola persona o grupo que, además, abusan y hacen lo que se les viene en gana sin escuchar ni tener en cuenta las voces de los ciudadanos.Hay muchas formas de dictaduras o despotismos o tiranías, todas en oposición al concepto de democracia, tomada ésta en un sentido amplio, es decir, orgánico, universal, material, cotidiano y vivencial. No solo formal, como ir ciertas fechas a votar por alguien porque eso no es por sí solo democracia.Las democracias nunca serán perfectas, pero cuando hay voluntad uno de sus atributos es estar en su constante búsqueda lo cual implica ir corrigiendo sus desviaciones grandes y pequeñas.Sin embargo, cuando hay desviaciones o actos dictatoriales de manera permanente sin que haya ni siquiera esfuerzos por ser corregidos, se presentan dictaduras o tiranías reales pero disfrazadas o escondidas dentro de la democracia formal. Son las peores porque no son tenidas como abusos, lo cual hace que nunca se denuncien y entonces persistan en el tiempo hasta el punto de ser vistas como normales.Lea también: Energía negativaSon varias, pero acá solo me ocuparé de una que en Colombia nos mantiene subyugados o, mejor, apabullados y aplastados: La ejercida por las empresas prestadoras de servicios públicos, estén en manos oficiales o privadas con la supuesta vigilancia del Estado.Esa sensación de impotencia ante una cosa grande y poderosa sin ojos ni boca ni oídos y que se hace sentir con arrogancia cuando nos llega una cuenta muda; que se hace sentir cuando omite sus servicios o cuando los presta de manera ineficiente. Nada qué hacer. Tocó pagar. Es muy rara la vez que algún reclamo es escuchado y que cuando lo es sea resuelto a favor o que cuando sea resuelto a favor -que es casi nunca- sea oportuno.“Una cosa grande y poderosa sin ojos ni boca ni oídos y que se hace sentir con arrogancia cuando nos llega una cuenta muda”.Dígame el lector si eso no es una dictadura, una tiranía, un despotismo.Cuando usted va a un almacén y compra algo que resulta defectuoso o no se lo entregan o le cobran más de lo anunciado por lo general tiene de frente al vendedor y al menos cuenta con quien hablar, discutir, perder o ganar. Pero con estos monstruos ocultos nada qué hacer: no hay ni siquiera interlocutor, no hay cara. O a veces sí hay: ese invento como de ultratumba que llaman “call center” donde da lo mismo que sea un contestador automático o una persona real porque actúa como robot: lugares comunes, respuestas recitadas y sin capacidad para resolver nada. “Cumplen” con la atención al público con un simple sistema que muchas veces ni está dentro del país. Se burlan de nosotros. Son un muro de los lamentos.O dígame amable lector (tome aire) cuando uno llama a esos diabólicos cero-uno-ochomil donde luego de marcar varias veces porque en “este momento todos nuestros operadores se encuentran ocupados” empiezan por robarle sus datos (más) y usted se mete en un interminable y tortuoso juego de números que si se trata de esto marque este y cuando ya en éste si es aquello marque tal opción y así en un sucesivo y desesperante laberinto donde usted se siente como buscando el Minotauro sin rastro de hilo en un pulso a ver quién se cansa o se pierde primero que por supuesto es usted si es que antes no se le cae la llamada y le toca volver a empezar la pesadilla que está advertido es grabada vaya usted a saber si es cierto y de serlo para qué diablos.Es más fácil comunicarse con esas empresas por medio de una tabla “ouija”.Las empresas de servicios públicos por lo general lo tratan a usted como un cero a la izquierda mientras ellas le ponen ceros a la derecha.Y en ciertos lugares es peor. Hace poco en una sesión del Congreso decía la señora ministra de Minas y Energía que en la costa caribe las cuentas llegan tan altas porque allí la gente se roba la energía, ¡háganme el bendito favor! Y horas más tarde la señora superintendenta del ramo expresaba en un noticiero de TV (Pregunta Yamid) que ese alto costo se debía a que como “no pudieron” hacer las lecturas Electricaribe había facturado promediando los últimos meses que incluyó un mes atípico de mayor consumo como es diciembre -¡síganme haciendo el bendito favor!- pero que de todas maneras la empresa estaba atenta a escuchar los reclamos y a solucionar todo, ¡no me hagan más benditos favores por favor que esa película de terror ya la hemos visto mil veces!Y esto y otros casos de abusos dictatoriales pasan con muchas empresas de servicios de telefonía fija y móvil, acueducto y por supuesto energía.Las acciones y omisiones de las entidades prestadoras de servicios públicos son una violación al Estado de Derecho, son un estado de cosas inconstitucional como varias veces lo ha declarado la Corte Constitucional para otras conductas repetitivas que ocasionan daños constantes en el tiempo.Entonces uno se pregunta por qué nunca pasa nada, qué poder inmenso tienen estas entidades que son intocables; qué sucede con las superintendencias, con las procuradurías, con las contralorías, con las personerías, con las defensorías, avemaría; qué sentido tiene luchar por alzas en el salario mínimo y en cualquier salario si todo se resulta yendo por ese agujero negro.Le puede interesar: ¡La luz o la vida!Abusan y no saben no responden. Violan los derechos más mínimos del ciudadano que impotente no tiene más remedio que pagar lo que le piden sin ni siquiera recibir una explicación.¿No es eso una dictadura dentro de una democracia formal?Cargo fijo: Lloremos juntos amable lector. Esta columna idéntica con todas sus comas y puntos la pude haber escrito hace 10 años y la volveré a escribir idéntica dentro de diez años.
El lamentable episodio de las chuzadas por parte del Ejército recién divulgado por la revista Semana no es de poca monta. En primer lugar, porque ¿qué digo?, no es un episodio, es una costumbre, o si se quiere un delito continuado aunque no se haya juzgado como tal en alguno de sus capítulos; en una de sus entregas.Eso: es como una novela por entregas, pero real. Y de terror, ya no de suspenso porque le conocemos el ritmo: un dos, un dos, un dos. Previsible.Lea también: Emma, de tragedia a estrategiaEn segundo lugar, la defensa y justificación ejercidas por el gobierno y algunos miembros del partido de gobierno han sido más lamentables: minimizar los actos (“que eso cualquiera lo puede hacer”), exculparse expresando que hay funcionarios del gobierno también víctimas, y el consuetudinario “son unas pocas manzanas podridas”… Un dos, un dos.Previsibles. Nos creen tontos. Sea cierto o no (y hay que creerlo), es torpe exculpar al gobierno y a la institución castrense aduciendo que también fueron chuzados el exsecretario general de la presidencia Jorge Mario Eastman y varios militares. Primero, porque podría ser una coartada interceptarlos precisamente para acomodar esa defensa y, segundo, porque todos sabemos que dentro del Centro Democrático hay varias corrientes que se disparan fuego amigo (¿habrá fuego ‘amigo’?).Por otro lado, el exsecretario y actual embajador ante la Santa Sede no ha sido un militante activo del Centro Democrático y, además, no son claras las razones por las cuales dejó de ser la mano derecha del señor presidente en Palacio.Y como siempre el viejo cuento: Quienes denuncian y clamamos para que cese esta aberrante práctica somos tildados de enemigos de la patria. “De las palabras del comandante del Ejército me deja preocupado esa idea de que ser crítico de un escándalo como el del espionaje lo entiendan como ser 'antipatriótico'. Eso está bastante lejos de la realidad. Un patriota puede y debe cuestionar acciones excesivas del estado”. (Twitter, 12-5-20, @fernandoposada_, politólogo y columnista).Es que no son simples actos de oposición ni estamos contra el glorioso Ejército de la patria. Así sea a regañadientes y empujados por la prensa, altos mandos militares, el señor ministro de defensa y el señor presidente han tenido que reconocer la realidad de esta práctica.Pero como si no fuera poco el crimen contra varios ciudadanos, esta vez las chuzadas tienen un elemento adicional que implica un socavamiento más directo y profundo del Estado de Derecho, elemento que fue resaltado por el propio ministro de defensa en su defensa del gobierno (sí, está enredado en los cordones de sus zapatos).Me explico:Además de periodistas, abogados, políticos de oposición y miembros de oenegés, como ya dije también fueron espiados altos funcionarios del mismo gobierno. Esto ha sido restregado por el ministro con el fin de desestimar o enredar los oscuros objetivos de las chuzadas, así suene absurdo a primera vista según expresé antes. Sin embargo, no solo es pueril esa defensa como tal (¡miren que nosotros también!), sino que el ministro la embarra más. Y muy profundo.Por eso este capítulo es mucho más grave para el gobierno y para Colombia de lo que la mayoría piensa, y este el punto central de esta columna: No sé por qué han pasado de agache las siguientes declaraciones del ministro de defensa en entrevista a María Isabel Rueda publicada el pasado 10 de mayo en El Tiempo:“Una de las víctimas es el Presidente, a quien le ‘perfilaban’ a uno de sus funcionarios más cercanos, el secretario de Palacio, Jorge Mario Eastman, lo cual indicaría una conspiración contra el jefe de Estado”.Y va más allá: Cuando la periodista le dice que “Otro de los ‘perfilados’ es un coronel en retiro que trabaja en la oficina del comisionado de Paz, Miguel Ceballos, de nombre Vicente Sarmiento…”, continúa de inmediato el señor ministro: “Y generales y oficiales, inclusive alguien que está en la oficina del Comando General con el general Navarro. Esto significa que se estaba urdiendo una conspiración contra el Gobierno y contra el Presidente”.Dice el diccionario (RAE) sobre “conspiración”: “Acción de conspirar (? unirse contra un superior)”. Y sobre “conspirar”: “Dicho de varias personas: Unirse contra su superior o soberano”.¿Qué quiso decir el ministro al hablar dos veces de conspiración contra el presidente que, además, ya ha repetido luego en otros medios? ¿Según él, qué pretendían o pretenden los militares implicados? En otras épocas y países esa palabra llevaría inmediatamente a ‘golpe de Estado’. El ministro tiene que explicar esa expresión, ya que la señora Rueda “perdió” su agudeza periodística en la entrevista.Le puede interesar: Duque vs. ONUIncluso, de comprobarse nexos de quienes chuzaron con miembros del partido de gobierno como de hecho se está investigando, el actual contexto político de Colombia da para que se hable entonces de una “autoconspiración”. Bien complicada está la cosa. ¿Tiene una facción del Centro Democrático un brazo armado dentro de las instituciones del Estado?Así de simple y grave -gravísimo- es este nuevo capítulo de chuzadas. Las declaraciones del ministro le cargan pues a este episodio un agregado más: ¿Qué significaba o significa conspirar contra el presidente? Claridad, señor ministro, no nos tiente a hilar delgadito. Ahora, si se trata de un globo distractor es una irresponsabilidad crasa. Con la democracia y con el Estado de Derecho no se juega.Esto es muy oscuro y más delicado y complejo de lo que se cree. Esta vez sí que no se puede quedar así porque hay muchos cabos sueltos.Y los cabos son lo de menos, solo reciben órdenes que desde las altas copas bajan por el manzano.