A medida que en los gobiernos de Chávez la economía fue empeorando, la razón y la justicia que no alcanzaban tuvieron que ir siendo remplazadas por la fuerza para mantener el poder.
Venezuela será un cuartel, la Nueva Granada (Colombia) una universidad y Quito (Ecuador) un convento. Es una frase que varios autores atribuyen a Simón Bolívar quizá originada por el contexto de la época o por el querer o pensar del Libertador. De todas maneras, incluso dentro de su obvia exageración, la frase no deja de ser una peculiar caracterización del espíritu de los tres países cuya realidad hay que mirar tanto hoy como en el transcurso de la historia.
Entre los tres, Colombia se ha destacado por la educación universitaria. No creo que con la religiosidad de Ecuador suceda lo mismo (quizá Colombia ha sido más convento). Pero la historia sí muestra que en Venezuela han predominado los gobiernos militares. Esto no quiere decir que, aunque en menor medida, el mandato militar y las guerras internas hayan estado ausentes de Colombia y Ecuador.
Venezuela ha vivido la mayor parte de su vida institucional bajo regímenes militares, dictaduras y escarceos violentos. La excepción civilista pura más continua y larga fueron los 40 años de democracia entre 1959 y 1999. La asunción al poder de Chávez, si bien estuvo precedida y apalancada por elecciones, siempre tuvo un sabor militar y caudillista que se fue intensificando a medida que desmejoraban las condiciones económicas del país por malas políticas internas y también por situaciones externas que, de todas maneras, debieron haber sido previstas por el mismo Chávez y por los gobiernos anteriores, netamente civiles.
Hoy ni se diga: Maduro es el chafarote que hace mucho no veíamos en Latinoamérica. ¿Por qué esa propensión histórica de Venezuela hacia las dictaduras por encima de los demás países de la región? ¿Acaso la supuesta frase de Bolívar fue una sentencia o maldición? Obvio que no, pero sí tiene que haber condiciones económicas, sociales y geográficas que la expliquen.
El político y escritor caraqueño Leopoldo Martínez Nucete, recordaba hace poco “el choque entre el primer presidente civil electo en Venezuela [1835-1836], el ilustre médico José María Vargas, y el oficial militar Pedro Carujo quien le increpó que el mundo pertenece ‘al hombre fuerte’, a lo que Vargas ripostó que pertenece ‘al hombre justo’”. (El Nacional, 2/7/17).
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Hombre fuerte y hombre justo, calidades que no deben ser antagónicas porque la fuerza debe estar sometida a la justicia y al Derecho en lo que se denomina “aparato coercitivo del Estado”, lo cual en el contexto de la discusión Vargas-Carujo no ocurrió porque el segundo encarcelaba al primero siendo éste presidente legítimo elegido por el pueblo.
A medida que en los gobiernos de Chávez la economía fue empeorando, la razón y la justicia que no alcanzaban tuvieron que ir siendo remplazadas por la fuerza para mantener el poder. Es una evolución común a varios gobiernos y dictaduras. Primero Chávez y luego con mayor notoriedad Maduro, quien empezó con la inercia y el trinar celestial de su mentor que tenía un carisma del cual carece su sucesor cuya torpeza e ignorancia sumada a la baja de los precios del petróleo lo fueron llevando a un punto de no retorno.
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Por lo anterior, el caos que hoy vive Venezuela no tiene por qué sorprender. A ese punto llegan todas las aventuras como la emprendida por Chávez y continuada por Maduro. ¿Cuál será el final? ¿Triunfará la fuerza o ganará la razón? Siempre gana la razón, el problema es cuánto tiempo lleve y cuántas vidas y lágrimas costará. Maduro está jugado y el pueblo replica igual porque, además de estar confundido, no ve otra salida.
Lo que sí está claro es que cuando Maduro y el chavismo caigan sea de la forma que sea, no será fácil que Venezuela vuelva a resurgir (o quizá a surgir…). Institucional y económicamente el reto será descomunal, y se requerirá de una especie de Plan Marshall para recuperar el país y ponerlo a andar de nuevo con un modelo económico moderno, no basado en el petróleo, por supuesto.
Colombia se verá gravemente afectada como sucede a todos los países con guerras vecinas, en especial porque se trata del país con el que más relación y afinidad tenemos. Ya lo estamos viendo y debemos responder, no solo con ayuda humanitaria, sino con posiciones democráticas claras. Pero preparémonos porque vendrán días inciertos y peores.