Las Farc deberán reconocer que entran con déficit frente al electorado.
Con la disposición final de las armas que utilizaron las Farc culmina una etapa que permitirá impulsar la implementación y consolidación de los acuerdos de paz en todo el territorio nacional, e introducir los ajustes legales para finiquitar el conflicto armado.
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Esperamos ahora que el partido político resultante (Fuerza Alternativa Revolucionaria de Colombia) defina sus cuadros directivos nacionales y regionales, adopte sus estatutos y precise la plataforma política, al igual que las propuestas con que se presentará a los debates electorales, mientras el gobierno concreta las garantías políticas y de seguridad para que este propósito se cumpla. Lo mejor era no haber utilizado las siglas Farc para el partido político, pero son ellos los que definen ese tema.
Insistimos en que se incurrió en un error al impedir que este proceso de dejación de armas fuera público. “Clandestinidad” que impidió que este acontecimiento ganara más confianza entre los colombianos, y llevó a que hubiese pasado relativamente desapercibido.
Esperemos que se materialice la entrega de todos los bienes que acopió esta guerrilla, y que los organismos de control verifiquen plenamente la transparencia del hecho, para no generar expectativas desbordadas como lo hace la fiscalía con relación al monto de los recursos y posesiones, pues en una economía de guerra no es fácil cuantificarlas. Lo fundamental es que se destinen a la reparación a las víctimas, para cumplir con este requisito vital y consolidar así la paz y el final del conflicto con esta agrupación.
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Los integrantes del nuevo partido político derivado de este proceso se enfrentarán a un desafío superior: identificar los requerimientos y expectativas que albergamos muchos colombianos. De ello dependerá que puedan ser reconocidos y apoyados por los más diversos sectores de la sociedad. Si bien algunos dirigentes de las Farc se mantienen fieles a su ideología marxista – leninista, posición que a nadie debe desvelar, sí hay que advertir que la sociedad colombiana definitivamente no acepta la lucha armada como posibilidad para lograr las transformaciones democráticas y políticas que requiere, sino que además no apoyaría un proyecto que se erija sobre esas banderas, aunque antes fueran aclamadas por amplios sectores populares.
Las Farc deben empezar por reconocer que, así como los partidos políticos han perdido legitimidad y credibilidad, ellas entran con un déficit superior, producto de sus desaciertos a lo largo de la confrontación armada. Además, tienen que aprender a generar confianza y simpatía entre la gente, y a cumplir rigurosamente con los compromisos adquiridos en los acuerdos de paz, como parte del ejercicio democrático: todo un desafío.
No perdamos de vista el accionar de un sector, también comprometido con la guerra, que pretende ignorar este escenario de posconflicto, y por tanto se esforzará por hacer “trizas” lo logrado en este campo, persistiendo en su discurso de odio y venganza, actitud que en el fondo esconde sus propias responsabilidades. En consecuencia, quienes apoyamos este proceso tenemos que saber distinguir los escenarios y situaciones para no caer en el entramado que pretenden mantener estos sectores excluyentes y temerosos de perder sus discutibles conquistas.
Afortunadamente soplan aires de renovación que alcanzarán protagonismo en el próximo debate electoral, y que permitirán ventilar propuestas que consoliden la paz, ante el repudio que ha causado la polarización en porciones importantes de la opinión pública. Es un hecho que está creciendo el apoyo al proceso de paz, tendencia que será irreversible para asegurar ese futuro seguro, de prosperidad y convivencia que estamos forjando para la actual y futuras generaciones.