La fiesta popular, que combina lo religioso con lo pagano y atrae a medio millón de personas cada año, se desarrolla en un ambiente austero, contrario a la tradición, donde predominan los excesos.
El último día de las fiestas más grandes de Nicaragua, en honor de Santo Domingo de Guzmán, inició este viernes sin jolgorio, debido a la crisis sociopolítica que ha dejado cientos de muertos en protestas contra el presidente Daniel Ortega.
Miles de personas se reunieron hoy en el antiguo centro de Managua para acompañar la imagen del venerado, en la romería de unos 10 kilómetros hasta las afueras de la ciudad, donde permanecerá hasta el 1º de agosto del próximo año.
Antes del inicio de las fiestas, que tienen lugar en Managua del 1º al 10 de agosto de cada año, el clero nicaragüense pidió a sus fieles celebrar en austeridad y sobriedad, dada la situación que atraviesa el país, por la muerte de entre 317 y 448 personas desde el estallido social del 18 de abril pasado.
Aunque la romería inició con el colorido de siempre en la parroquia Santo Domingo de Managua, fue notoria la merma de asistentes, música, desorden y del consumo de alcohol.
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La organización de la fiesta fue particular en esta ocasión, ya que por primera vez en 15 años el clero no otorgó la mayordomía de las celebraciones a las autoridades municipales, que son las encargadas de garantizar el ambiente festivo, a la vez que los sacerdotes se ocupan de lo religioso.
Las celebraciones por Santo Domingo de Guzmán son populares, pero no patronales, ya que el patrono de Managua es Santiago, que inspira pocas reverencias en la capital nicaragüense.
Nicaragua atraviesa la crisis sociopolítica más sangrienta desde la década de 1980, también con Daniel Ortega siendo presidente.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Cidh) y la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (Acnudh) han responsabilizado al Gobierno de Nicaragua por “asesinatos, ejecuciones extrajudiciales, malos tratos, posibles actos de tortura y detenciones arbitrarias”, lo que Ortega ha negado.
Las protestas contra Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, iniciaron el 18 de abril pasado, por unas fallidas reformas a la seguridad social y se convirtieron en un reclamo que pide la renuncia del mandatario, después de 11 años en el poder, con acusaciones de abuso y corrupción en su contra.