Para nadie es un secreto que la actual administración en los Estados Unidos detesta a los inmigrantes tanto documentados como a los “ilegales”. Se conoció un informe según el cual en varios países de América Latina el número de visas de turismo negadas mostró un incremento significativo durante el 2019. Lo encabeza por obvias razones Venezuela, seguido de Colombia, Ecuador y Perú.

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La primera señal se dio con la decisión de los Estados Unidos de no otorgar visas a mujeres embarazadas para evitar lo que denominan “turismo de nacimiento”. Son 30.000 nacimientos al año en un país de 335 millones de habitantes, una cifra pequeña pero muy grande según las autoridades. Le siguió la orden ejecutiva del pasado 29 de enero prohibiendo la entrada de nacionales provenientes de Irán, Siria, Irak, Somalia, Libia, Sudan y Yemen como una forma de “no dejar terroristas a los Estados Unidos”. Ser musulmán entonces descalifica para una visa. Una forma de persecución religiosa salida de la Casa Blanca y prohibida por la Constitución.

Pero el cierre de fronteras no se detiene allí. El programa de refugiados está reducido a mínimos desconociendo la realidad que viven cientos de miles, en particular del Medio Oriente. Un ejemplo es la tragedia siria de las últimas semanas, donde el régimen de Damasco y Rusia han intensificado los bombardeos a Idlib el último de los bastiones de la oposición en la frontera con Turquía que ha dejado cerca de 800.000 desplazados desde diciembre.

El Servicio de Inmigración y Ciudadanía ahora en cabeza de otro antinmigrante, apela a la semántica y trucos para negar visas y solicitudes de ciudadanía. Ciertamente como alguien lo describió, es un proceso “kafkiano” el que se han ideado para cierta categoría de visas: si alguno de los campos se deja en blanco, la petición automáticamente queda rechazada, incluso si para quien llena el formulario la pregunta no tiene sentido.

Por ejemplo. Si el campo “número de apartamento” se deja sin contestar pues el inmigrante vive en una casa, negada su solicitud. Si se deja en blanco el segundo nombre así no se tenga, la solicitud también resultará invalidada. No está claro que clase de inconvenientes pretenda resolver Robert Cucinelli, quien como director de esa agencia de manera descarada afirmó en su momento que los inmigrantes con bajos ingresos que hayan utilizado beneficios federales (estampillas para alimentos, auxilios de vivienda y de salud), para él, es una razón para no calificar a residencia permanente.

En respuesta a una serie de preguntas de las razones que hay detrás del cambio en el formato utilizado, la Agencia se limitó de manera vaga a decir que el solicitante “debe suministrar la información requerida y responder todas las preguntas”. No es nada raro interpretar lo anterior como una ridícula forma de introducir nuevas trampas para rechazarle a un grupo específico de solicitantes el derecho al que legalmente tendrían de radicarse o permanecer en los Estados Unidos. Ser pobre o sin escolaridad es entonces un anatema para las actuales autoridades de inmigración.

Según recomiendan las distintas organizaciones defensoras de los inmigrantes y abogados especializados en trámites migratorias, es imprescindible llenar todos los espacios con palabras como “unknown” (desconocido) en inglés o N/A no aplica en cada campo y formulario. Se han dado casos en que la reintroducción de los documentos termine en una demora resultante en el vencimiento de la solicitud.

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Una política migratoria restrictiva como la que se ha puesto en marcha va tomando forma peligrosamente. La línea dura se refuerza con nuevas exigencias para quienes no solo soliciten una visa de turismo, sino también para aquellos quienes aspiran a una residencia permanente. Y mientras tanto la frontera ardiendo.