Ante estos acontecimientos que ya no son casos aislados, hablar de desarrollo y de competitividad es simplemente una solemne pendejada
El asunto del desarrollo es complejo desde su concepción, pues hacia él pueden encontrarse varios caminos teóricos sin que finalmente se obtenga el resultado esperado. En el mundo se habla de desarrollo humano, y entonces aparecen indicadores o índices como el Gini o el IDH. Bajo otra perspectiva ya económica, se podrá hablar del PIB, o del nivel de competitividad, y así sucesivamente. También se tiene en cuenta a la infraestructura, y se habla de kilómetros-carretera por habitante, por ejemplo.
Cualquiera de estas medidas se queda corta, a no ser qué de manera paralela, simultánea y continuada, todas ellas configuren condiciones para que la gente supla sus necesidades básicas y pueda mirar a la felicidad como una realidad y no como una quimera. Este es un proceso continuo, de nunca acabar, máxime cuando seguimos creciendo en términos demográficos. Sin caer de pronto en la tentación del desarrollismo simplón, el desarrollo se percibe, se vive y se sostiene en el tiempo, cuando se está en su continuada construcción. Hay desarrollo cuando permanentemente crecen las líneas de los metros, cuando aumentan las pistas de los aeropuertos, cuando aumenta la capacidad de generación de energía, cuando aumenta la velocidad del internet, cuando disminuyen las muertes por desnutrición o por hambre, cuando hay aumento en la cobertura en vivienda, salud, agua potable, educación y justicia, entre otras condiciones elementales. Un metro no puede contentarse con aumentar los vagones, tiene que aumentar el número de líneas o tramos. Ni un aeropuerto se puede conformar con aumentar el número de personal de las torres de control, debe crecer el número de pistas de aterrizaje.
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Aun cuando en Colombia estamos haciendo un gran esfuerzo en desatrasarnos en la infraestructura vial (en este caso es desatrasar y no desarrollar), estamos aún muy lejos de países semejantes como Ecuador. Me contaba un amigo que realizo un recorrido de casi 2.300 Kilómetros por carretera recientemente por este país, pasando por Quito, Baños de Agua Santa, Riobamba, Ambato, Manta, Montañitas, Mompiche y nuevamente Quito, en medio de unas carreteras de alta calidad, pagando solamente 12 peajes, 4 de US 0.60 y 8 de US 1.00, con una gasolina a US 1.48. ¡Qué gran diferencia! ¿Por qué será que todo lo de nosotros finalmente es más costoso y de más baja calidad?
Mientras él hacía este recorrido, nosotros éramos testigos de la forma increíble cómo se desplomaba parte de un puente en construcción del viaducto Chirajara. Sin eufemismos, algo pasa con la Ingeniería en Colombia: Se caen edificios, puentes, taludes, casas, escenarios deportivos, entre otro variado tipo de construcciones y no pasa nada. ¿Para qué la exigencia de la tarjeta profesional?, ¿para qué los gremios?, ¿para qué tantas facultades de Ingeniería?, ¿los problemas son de diseño o de cálculo ó de construcción?, ¿qué hacen los siempre invisibles interventores? Ante estos acontecimientos que ya no son casos aislados, hablar de desarrollo y de competitividad es simplemente una solemne pendejada.
Argumentan algunos críticos norteamericanos caracterizados por su tendencia a generalizar, que todos en la vida pasamos por la etapa de la FILOPAUSIA, en analogía a una menopausia filosófica, que comprende aquel período en que las expectativas y los anhelos de la juventud, se enfrentan irremediablemente con la cruda realidad que evidencia la madurez, llegando a padecer algo que va de la decepción a la depresión.
Paulo Coelho la asocia es a una de las últimas etapas de la carrera profesional, donde se filosofa y se critica, pero no se hace ni se propone.
Ojalá nuestros numerosos candidatos a la Presidencia, renuncien a caer en los tradicionales lugares comunes, propongan cosas, definan posturas y establezcan criterios con los cuales al menos, los podamos distinguir. ¡Ahí está la Virgen!
Ahora sí parece, después del mar de críticas que sufrió el Partido Liberal al desarrollar su inocua consulta interna, que otras organizaciones políticas recurrirán a este procedimiento en la jornada electoral del 11 de marzo. ¡Aquí nadie tiene autoridad moral para criticar a nadie!
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Insistimos en la necesidad de dotar a Medellín con un adecuado Centro de Espectáculos.