Nada le gusta al NYT de lo que hace nuestro presidente, pero, sobre todo, desconoce sus esfuerzos por consolidar la paz, acusándolo, incluso de querer sabotearla. Y esto, contra toda evidencia
El expresidente Uribe señaló al New York Times, NYT, de actuar como un sirirí contra el gobierno del presidente Duque. En Colombia todo mundo sabe que un sirirí es un pato que emite un silbido fuerte y agudo, y por extensión, en Colombia y otros países hispanohablantes, alguien se conduce como tal ave cuando hace un ruido insoportable para interferir el trabajo de otro.
Nada le gusta al NYT de lo que hace nuestro presidente, pero, sobre todo, desconoce sus esfuerzos por consolidar la paz, acusándolo, incluso de querer sabotearla. Y esto, contra toda evidencia. Incluso, llega el periódico norteamericano a decir que las directivas del Ejército para combatir los grupos criminales es la resurrección de los falsos positivos.
Bueno es culantro, pero no tanto, como dicen las abuelas. En el país, ahora, son casi imposibles los falsos positivos. El control institucional, que se ha afinado al máximo como resultado de la historia reciente de hechos reprochables -con seguridad, muchos menos de los que se mencionan, cuyo número ha sido exponencialmente aumentado como arma contra las Fuerzas Armadas para evitar que cumplieran su misión, desprestigiar al gobierno de Uribe y minar su capacidad de combate contra las guerrillas y otras organizaciones de narcotraficantes, mediante el uso de procesos judiciales eternos y campañas sistemáticas de denuncias, gran cantidad de ellas, falsas- , al que se suman la sensibilidad nacional e internacional sobre el tema, así lo determinan.
Como para que no cupieran dudas de la voluntad de legalidad del gobierno nacional, Duque ordenó la creación de una comisión independiente de tres personas de reconocida integridad para que revisen los manuales y procedimientos de las Fuerzas Armadas, para que no haya lugar el ellos directivas que permitan acciones fuera de la ley de aquellas. No porque tengan nada que esconder, sino para terminar de una vez, la desinformación sobre la cuestión colombiana, a la que es tan afecta ese diario.
Pero eso no le importa a ese rotativo. Como tampoco le interesa saber, y si lo hace, lo ignora deliberadamente, que el ataque mortal a los líderes sociales no proviene del gobierno -con una excepción, que el presidente Duque ordenó investigar y cuyos responsables ya están respondiendo ante la justicia- sino de los las organizaciones armadas narcotraficantes como las autodenominadas guerrillas y otras bandas criminales como el llamado Clan del Golfo, que asesinan y aterrorizan a quienes se atreven a oponerse a sus designios de mantener o ampliar sus territorios para el cultivo y la producción de coca y cocaína respectivamente. Y que el gobierno de Duque está haciendo esfuerzos ingentes para proteger a esos compatriotas, algo que se hace tan rápido como se puede, habida cuenta de las dificultades operacionales y presupuestales heredadas del anterior mandato.
La indolencia y la superficialidad del NYT son tales, que, al enfrentar la política contra el narcotráfico, que es el mayor problema para la existencia de nuestra democracia y la construcción de una paz verdadera, se alinean de mala manera con una interpretación errónea del acuerdo con las Farc, que sólo les sirve a los señores de la guerra. Se opone a la fumigación aérea, única manera probada de disminuir esta nefasta economía, madre de todos nuestros males. Cree que la Farc ayudará a combatirla, cuando debería saber que más de dos mil desmovilizados se unieron a las llamadas disidencias, agentes activos del narcotráfico y el terrorismo que asesina líderes sociales, y que casi todos los que quedaban en los campamentos ya los abandonaron. Esto, sin contar con los dirigente, como alias Santrich, que han violado el Acuerdo y han delinquido después de la firma del acuerdo, con “proyectos productivos” -léase laboratorios de producción del alcaloide- para exportar pasta de coca a USA, o como alias Iván Márquez o alias el Paisa, que escamotean hasta la “justicia” que ellos crearon para garantizarse impunidad, como lo prueba precisamente la no extradición del primero y la conservación de beneficios de la JEP a los segundos, que están siendo rechazados por sus propios compañeros, como lo certifica la declaración de alias Timochenko contra alias Márquez por sus actuaciones obscuras con alias Santrich.
¡¡¡Es con estos con quienes el NYT quiere combatir el narcotráfico!!! Se la fumaron verde. Lo que ese diario debería hacer si quiere ayudar a salvar la democracia colombiana es acompañar a Duque en su cruzada por la legalidad y la lucha contra el narcotráfico. Si les gusta la pose de sirirí, háganle ruido a la narcoguerrilla y otras bandas criminales. O váyanse con su ruido a otra parte, por ejemplo, contra los expendedores de cocaína en USA, en caso de que no sean sus clientes.