Se trata de un plan inteligente y bien estructurado que sirve a los intereses estratégicos de Colombia
El gobierno ha presentado al país la nueva estrategia de seguridad. En ella identifica las amenazas internas y externas, y lo que es más importante, las liga. El resultado: cinco estrategias de seguridad. Veamos:
Las amenazas internas, como lo sintetiza muy bien John Marulanda (www.periodicodebate.com) son “el narcotráfico, la minería ilegal, la extorsión y el contrabando, ejecutados por organizaciones criminales nacionales y transnacionales o terroristas”. A contrarrestarlas se dirige el tercer pilar, que consiste en el desmonte o rotura de estos delitos, enfatizando el desmantelamiento de las economías ilícitas y su sustitución por las legales. Esto lleva a la cuarta estrategia, que es la recuperación de los territorios donde se concentran esos problemas, lo que significa el combate a las estructuras que viven de las actividades criminales, pero, también, políticas de inclusión para las comunidades de esos lugares, pero a la vez, incorporando, nuevamente la estrategia de redes de cooperantes, bajo la premisa de que la seguridad es también un problema que requiere la participación ciudadana mediante mecanismos absolutamente lícitos.
El primer pilar es el reconocimiento del agua, la biodiversidad y el medio ambiente, como activos estratégicos de la nación. Eso es un verdadero e innovador acierto. En efecto, en época del cambio climático global, caracterizado por el calentamiento de la tierra, la preservación del agua es necesaria para la supervivencia del país, que tiene una disponibilidad de 55.000 m3 persona/año, mientras hay países que apenas llegan a 1.000. Se trata de un recurso invaluable de Colombia, que no se puede dilapidar, no sólo para asegurar su consumo interno, sino para contribuir a la sostenibilidad del planeta y como fuente de posibles ingresos económicos de primer orden. La conservación de las fuentes de agua y de los bosques es esencial. Lo mismo ocurre con la biodiversidad. Colombia es el cuarto o quinto país con mayor biodiversidad en el mundo, lo que se traduce en un potencial de riqueza biológica, pero, también, económica. Es un campo estratégico para la innovación, que es precisamente el quinto pilar.
Pues bien, el medio ambiente y la biodiversidad están amenazados por la tala incontrolada de bosques húmedos tropicales para sembrar coca y practicar la minería ilegal. La escala de deforestación y destrucción de la naturaleza realizada por esas dos actividades es astronómica y hay que detenerla, así como la estrechamente relacionada a ellas, consistente en la contaminación de ríos y lagunas que estas conllevan, igual que el vertimiento de petróleo a las fuentes hídricas que continuamente ocurren en razón de los atentados terroristas a los oleoductos. Con mayor razón porque afecta gravemente la salud de los colombianos que consumen agua y peces proveniente de ellas.
El segundo pilar tiene que ver con las amenazas externas. Aquí Duque se la juega por la defensa de la democracia colombiana, que está siendo retada por los grupos terroristas y mafiosos internos, pero también por gobiernos no democráticos de la región y a las potencias que los protegen. El informe dice: "sobresalen los regímenes no democráticos, las crisis humanitarias y la migración masiva irregular, la injerencia de potencias ajenas al hemisferio, el patrocinio y tolerancia estatal con organizaciones terroristas y de narcotráfico en la región y la pretensión de despojar al país del territorio". Sin mencionarlo con nombre propio, se refiere, en primer lugar, a la Venezuela chavo-madurista, que tiene, desde su misma constitución, la pretensión de quitarnos casi la mitad de nuestro territorio; que es aliada estratégica del Eln y las Farc en el narcotráfico y en sus pretensiones de enterrar nuestro estado de derecho, y cuya dictadura es soportada por China y Rusia, dos potencias no democráticas que se enfrentan geoestratégicamente con USA y, de paso, ponen a Colombia como un peón a sacrificar.
La estrategia es doble: la seguridad cooperativa, es decir, la alianza con la Otan, especialmente con los Estados Unidos, para maximizar la diplomacia para la defensa; pero, consciente Duque de que ella sola no garantiza por sí misma la defensa del territorio de una agresión externa, hará uso de la disuasión, es decir, la modernización y acrecentamiento de nuestro arsenal y de la capacidad de combate y número importante de tropas de nuestras fuerzas militares, para que un eventual enemigo lo piense dos veces antes de efectuar una agresión.
La innovación como estrategia de defensa es algo, como ya dije más arriba, notable. Es el reconocimiento de que la supervivencia de nuestra nación como una democracia depende no sólo de los aspectos de seguridad militar, sino también de una economía pujante y desarrollada, capaz de generar riqueza que produzca calidad de vida a todos los colombianos. Y ello únicamente es posible si la innovación funciona como locomotora de la economía, como lo demuestran los ejemplos de los países más desarrollados del mundo. Nosotros tenemos un vergonzoso 0.4% del PIB en inversión en ciencia, tecnología e innovación. Estados Unidos y la Unión Europea, más del 3%, Israel y Corea del Sur, más del 5%. Si no nos metemos de bruces en esa clase de economía, estaremos condenados a ser un país atrasado, sometido y dependiente.
En conclusión, se trata de un plan inteligente y bien estructurado que sirve a los intereses estratégicos de Colombia. Enfrentar a los que originan nuestras desgracias internas y tener un norte claro respecto a las relaciones internacionales en el campo de la defensa, es superar la estrategia santista de desmantelar nuestras Fuerzas Armadas y dar todas las ventajas estratégicas a aquellos que querían -y quieren- enterrar nuestra democracia; es el mayor paso adelante en la preservación de nuestro país y de su estado de derecho. Asegurar, además, nuestra riqueza acuícola, la biodiversidad y el medio ambiente, así como la innovación, es garantizar que podremos construir un futuro próspero como nación.