El poder político de los portorriqueños es mínimo ya que no cuentan con una representación grande en el congreso
La hecatombe en Puerto Rico como resultado de los huracanes Irma y Maria no tiene precedentes. Después de un mes, un 80 por ciento de sus habitantes dispone de electricidad, el agua potable es un privilegio para unos pocos y los daños a la infraestructura son de tal magnitud, que tomara años en reconstruir las principales vías, telefonía y servicios públicos. La isla durante mucho tiempo ha soportado una enorme deuda pública que llega a 74.000 millones de dólares y un sistema financiero ad portas de la bancarrota. La clase política es una copia de lo que ocurre en América Latina donde los burócratas han hecho de los recursos públicos un festín y campea la corrupción.
Los esfuerzos para coordinar la ayuda en las zonas más apartadas se dificultan por la destrucción de la red de telefonía celular y la imposibilidad de acceder a ellas vía terrestre. Igualmente difícil y costoso resulta enviar productos de primera necesidad pues debe hacerse por medios marítimos. El sistema de salud está en crisis y la gente se está muriendo porque los hospitales carecen de los recursos esenciales y las medicinas para el tratamiento de los enfermos.
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La economía de la otrora Isla del Encanto está paralizada y los efectos comienzan los efectos devastadores para su gente. El turismo una de sus principales fuentes de ingreso no existe, la agricultura prácticamente ha desaparecido y el comercio enfrenta enormes desafíos por la caída en la capacidad de compra de los portorriqueños. Los casi 3 millones y medio de habitantes están a merced de lo que haga el gobierno federal. Por cierto, no serían muchos los que en adelante abogaran por la independencia de los Estados Unidos.
Entre tanto, la respuesta del gobierno Trump ha sido extemporánea y no exenta de críticas. El presidente se tardó casi 2 semanas después de que el huracán azotó a Puerto Rico, mucho más de lo que resultó su viaje a Tejas y Florida que también sufrieron con las tormentas Harvey e Irma. Fue necesario que los medios y muchas figuras públicas y de la farándula exigieran una respuesta inmediata para atender a los que se consideran ciudadanos norteamericanos.
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Durante la corta estadía en San Juan, Trump en una de sus conocidas torpezas, decidió hacer una broma que no cayó nada bien diciendo que por culpa de Puerto Rico ‘’el presupuesto federal se había salido de control ‘’ y criticando a las autoridades locales por la crisis financiera. Es que el poder político de los portorriqueños es mínimo ya que no cuentan con una representación grande en el congreso, además que los votantes de la isla en su mayoría están en la orilla contraria.
Impresionante la capacidad de convocatoria de los cantantes Marc Anthony desde Miami y Jennifer López desde Los Ángeles convocando a una Teletón que contó con la participación de lo más granado del firmamento de la música hispana en el estadio de los Marlins, bajo el nombre Somos Una Voz. Un evento que logro recaudar 26 millones de dólares que servirán en algo a los damnificados no solo de Puerto Rico, sino de México y Cuba.
Lo que sigue seguramente es un éxodo masivo hacia los Estados Unidos ante un escenario de miseria e incierto futuro. Va siendo hora de que el gobierno central deje de tratar a la gente de Puerto Rico como ciudadanos de segunda categoría y que el propio Trump se decida de una vez por todas si empuja al congreso para una solución efectiva a la debacle humanitaria que se avecina. Daddy Yankee y Luis Fonsi aseguran que la recuperación sí que va Despacito contrario a lo que opina el presidente Trump.