¿Cómo explicar el comportamiento ejemplar donde propios y extraños pudieron juntarse en un sentido de hermandad y civilidad?
Cae el telón de la Copa Mundo con muchas sorpresas. Lo primero, la ausencia de equipos de este lado del mundo a partir de los cuartos de final que ha sido para todos la gran frustración. Los asiáticos a pesar de su riqueza y talento siguen siendo poco protagonistas. Los africanos nuevamente resignados más a un glorioso futuro que a un presente triunfante. El momento entonces se lo llevan los equipos europeos con un ímpetu sorprendente.
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Los anfitriones han recibido toda clase de elogios demostrando que tanto la cuestionada Fifa como el gobierno ruso hicieron una tarea sin tacha. La hospitalidad de los fríos aficionados locales contrastó con el bullicio y alegría desplegado por los miles de seguidores de Centro y Sur América. Ni que decir del orgullo y patriotismo en un punto muy alto tanto en los estadios como en las calles, donde los extranjeros se apoderaron de las ciudades contagiando a los nativos.
¿Cómo explicar el comportamiento ejemplar donde propios y extraños pudieron juntarse en un sentido de hermandad y civilidad? Un contraste con los hechos de violencia y agresión que debemos sufrir cada semana en nuestros escenarios, donde las tribunas se han convertido en trincheras de guerra y espacios prohibidos para los hinchas del equipo contrario. ‘’Es solo un juego’’ una frase trajinada sin mayor valor por la pasión desenfrenada de tantos.
El futbol como la economía es un fenómeno globalizante en el que el poderío de las multinacionales juega un papel determinante. No es ningún secreto que el deporte de las multitudes es un lucrativo negocio soportado por las más reconocidas marcas que pagan enormes sumas para que sus productos tengan un espacio en las camisetas, los escenarios deportivos y cada una de las ligas importantes.
En esta Copa del Mundo definitivamente los inmigrantes se erigen como triunfadores. Las escuadras europeas son el testamento no solo al multiculturalismo de las sociedades que representan, sino a la determinación y coraje de los inmigrantes que han llegado a Europa en búsqueda de un mejor futuro. El solo hecho de alcanzar el éxito a través del deporte es un logro que deja atrás la discriminación y adversidad.
Francia tiene 17 jugadores hijos de la primera generación de migrantes. Cerca de la mitad de las nóminas francesas y belgas tiene su origen en África. Kylian Mbappe el nuevo prodigio de 19 años tiene como padre a un camerunés y madre a una argelina el producto de una de las tantas comunidades marginadas de ese país. Bélgica e Inglaterra son otro ejemplo de diversidad.
Hubo quienes se atrevieron a decir que Francia era el último de los equipos africanos pues la deuda con ese continente en el largo historial de colonialismo y explotación, sigue sin saldarse. No es sino repasar el componente africano de los franceses:
1. Presnel Kimpembe- Congo
2. Samuel Umtiti- Camerun
3. Paul Pogba- Guinea
4. Ousmame Dembele- Senegal/Mali
5. Corentin Tolisso- Togo
6. Blaise Matuidi- Angola/Congo
En resumen, el balance de fuerzas se inclina hoy hacia Europa. El premio de consolación es ver a los jugadores nuestros triunfar en los grandes equipos europeos, ante la incapacidad de triunfar con las banderas de sus países. No será que los sueldos absurdos que reciben han opacado el orgullo nacional?
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