Lo que dice el informe de la DEA para nada es un chiste, aunque el gobierno pretenda convertirlo en uno, mientras destapa su carta final.
Colombia no es una república bananera, típica de la Centroamérica de los años 60 y 70, políticamente inestable, pobre y atrasada, con una economía que dependía de unos pocos productos de escaso valor agregado (simbolizados por las bananas), gobernada por un dictador o una junta militar o un presidente elegido fraudulentamente (http://es.wihipedia.org/wiki/República_bananera), que saqueaba para beneficio propio.
Colombia se está convirtiendo en algo peor, una república narco, cuya economía depende en gran medida de los cultivos de coca, pero, también, de marihuana, y, de manera ascendente, de amapola, y, por consiguiente, de la producción y venta en los mercados internacional y nacional, de cocaína, heroína y marihuana industrial; todo esto soportado en una política que le está cambiando la faz al estado, al que la alianza de la élite gubernamental, encabezada por Santos, con la élite narcocriminal de las Farc, y ahora, del Eln y las bandas criminales, bacrim, está convirtiendo el país, de una democracia en una dictadura narcomarxista leninista, o, lo que puede ser peor, en un archipiélago de poderes regionales o locales gobernados por señores de la guerra disfrazados de revolucionarios o abiertamente delincuenciales. Es decir, Colombia está involucionando a un estado fallido.
No es exageración. El informe de la DEA muestra las dimensiones del narcotráfico en el país. Lo que dice que para nada es un chiste, aunque el gobierno pretenda convertirlo en uno, mientras destapa su carta final, el verdadero as bajo la manga de toda su política con las Farc, el Eln y las otras bandas criminales: la legalización de estos cultivos, y, claro, de los productos que se derivan de ellos, porque si está permitido cultivar, debe estar permitido producir y comercializar. Y paralelamente, el lavado legal de los criminales de guerra y lesa humanidad para que participen en política y busquen el poder, y, por supuesto, el lavado de sus activos, para que puedan disponer de ellos libremente.
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La legalización de la narcoeconomía es el fondo real de todos los acuerdos con los delincuentes. La pretensión de que sean despenalizados cultivos de coca de 3.8 hectáreas o menos, de hasta 80 metros de marihuana y hasta 3840 metros de amapola, con el argumento de favorecer a los pequeños cultivadores mientras sustituyen sus cultivos, es una desgracia para el país. Los grandes carteles -Farc y sus disidencias, Eln y bacrim- a través de testaferros, se adaptarán a esta disposición, miles de pequeños productores quedarán atrapados por siempre en las redes del narcotráfico y decenas de miles de campesinos de cultivos lícitos, se pasarán a estas siembras. El control territorial y social de los delincuentes será mayor porque los traficantes no podrán ser perseguidos y porque se afianzarán miles de organizaciones paranarcotraficantes, con el nombre de guardias campesinas, guardias cimarronas, guardias indígenas, etc., bajo el mando de los grupos armados o pretendidamente desarmados, que ejercerán la soberanía efectiva en esos territorios e impedirán el acceso de las Fuerzas constitucionales.
Lo que ocurre en Tumaco, el Catatumbo y el nordeste de Antioquia no es sino el preludio del desmadre social que tendrá el país. A lo largo y ancho del mismo, aparecerán protestas cocaleras, amapoleras, marihuaneras, brotes de violencia, asesinatos, vacunas, desplazamientos, expulsión de las autoridades del Estado y sustitución de las estructuras jurídicas del mismo por organizaciones alternativas de “poder popular”. El poder corruptor del dinero sucio permeabilizará cualquier rezago de conciencia política y las estructuras de mando de esas organizaciones podrán ser superadas, lo que fragmentará su unidad política y militar de mando. Como dije más arriba, un verdadero reino de señores de la guerra, que llevaría al país, esta vez sí, a una guerra civil.
Santos, ante las advertencias de los Estados Unidos, sale a decir que Trump lo respalda, citando una carta que nadie conoce, y en contravía de lo que el gobierno de USA ha dicho y del informe de la DEA. La realidad es que muy pronto Colombia será aislada de la comunidad internacional y sometida a todo tipo de presiones políticas y económicas, en principio, por los Estados Unidos. Fragmentada y debitada por las bandas de narcotraficantes, marxistas y no marxistas, sería presa fácil de las pretensiones territoriales de la Venezuela madurista que ha derrotado a la oposición y que necesita una Colombia destruida para sus sueños “bolivarianos” y sus realidades criminales, y de Nicaragua, que podrá acceder a todo nuestro archipiélago.
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El panorama es obscuro y si no hacemos nada para resolverlo, ganando las elecciones para terminar esta pesadilla y oponiendo resistencia civil pacífica desde ya, pronto no tendremos nada, sino hechos consumados y una terrible violencia que podría durar generaciones, al final de la cual no tendremos patria, o a lo sumo, una patria mutilada.