La reparación tiene que ser material y hasta el momento nadie ha dado una explicación creíble que satisfaga el cúmulo de dudas e incertidumbres que hay acerca de ella.
Desde que comenzaron las negociaciones en La Habana entre el gobierno colombiano y las Farc, corrieron ríos de tinta alrededor de cuatro palabras que han servido para todo, menos para lo que se espera de ellas y su cabal ejecución por parte de todos los que llaman actores del conflicto.
Las tales palabrejas son: verdad, justicia, reparación y no repetición, puestas en cuanto documento tenga que ver con las negociaciones gobierno-Farc de estos años recientes, o dichas con oportunidad y solemnidad dignas de mejor causa, por cualquiera que haga referencia, así sea mínima, a la confrontación cuyo fin se pactó tras sesenta años de sangre, dolor y lágrimas, padecidas también aquí aunque no hubieran sido ofrecidas por Churchill.
La referencia hoy es a uno de esos vocablos que de tanto repetirlos y usarlos para bien y para mal, han quedado convertidos en cascarones vacíos, en estribillos cansones y repetidos que al final de cuentas ya nadie siquiera los toma en serio, y mucho menos, hace algo para convertirlos en realidad.
Lea también: Entes de control advierten escaso avance en la reparación a víctimas
Es cierto que estas palabras y la aplicación plena de lo que ellas significan y representan constituyen el mayor anhelo de millones de colombianos, esperanzados en que por fin lo que queda de esta y las próximas generaciones, puedan disfrutar de una paz que solo conocen por ardiente deseo y referencia.
Empero, en la nota solo se quiere hacer alusión a una de ellas, posiblemente de la que menos se han dado explicaciones concretas por quienes deben implementarla y aplicarla a los millones de compatriotas que la esperan y requieren con urgencia: la reparación, cuya definición más simple es “desagravio, satisfacción completa de una ofensa, daño o injuria”.
Viene al caso, entonces, formular algunas preguntas que ayuden a clarificar el asunto, para que la manida palabreja usada porque sí y porque, oportuna y políticamente por personajes de todos los pelambres, pase a convertirse en algo concreto, tangible y beneficioso para los millones que la urgen, y deje de ser una especie de humo inalcanzable.
Por ejemplo: ¿tienen el gobierno, las Farc, los exégetas del proceso, los congresistas, los integrantes de la comisión de la verdad, los organismos internacionales, los periodistas, los columnistas, el número, la condición, género, identidad y antecedentes de cada persona merecedora de reparación? La respuesta a este interrogante tiene que ser negativa.
Y si es así, ¿a quien entonces se va a reparar?, ¿cuánto vale esa reparación y por cuenta de quién va a correr? Si es del gobierno, ¿dónde están los recursos? Las Farc con sus bienes y dineros, ¿se va a echar la mano al dril para contribuir? Y el sector privado, parte del cual se tercerizó en el conflicto, ¿también va a aportar?
Y la reparación de la que todos se hacen lenguas y pontifican, ¿quien la tasará?, ¿será la misma para la viuda con hijos que la de otra que no les quedaron? Y a las madres, padres y abuelos, ¿en cuánto y quien le tasarán el valor de sus muertos o desaparecidos? Porque la reparación no puede ser solo en el papel, sino que también tiene que ser material.
El perdón, así sea de dientes para afuera, sí puede quedar impreso en cualquier folio; lo mismo pasa con la no repetición, que es una promesa intangible cuyo cumplimiento puede resultar difícil comprobar, pero la reparación tiene que ser material y hasta el momento nadie ha dado una explicación creíble que satisfaga el cúmulo de dudas e incertidumbres que hay acerca de ella.
Los millones de desplazados despojados de sus tierras, grandes o pequeñas, por los llamados actores del conflicto, ¿serán “reparados” devolviéndoselas? Algo bastante dudoso con el ambiente de hostilidad que rodea cualquier iniciativa que tenga que ver con la propiedad rural en el país.
TWITERCITO: Lo primero que hay que reparar es la desgastada maquinaria que mueve este ruinoso cascarón llamado Colombia.