Termina el año fatal anunciado por los quejumbrosos y llega el primer trimestre donde se muestran los resultados empresariales y ¡Oh sorpresa! casi todas las empresas crecen
Recordemos que pesimista es aquella persona que propende a ver y juzgar las cosas por el lado más desfavorable.
Parece que es hora de formalizar un nuevo deporte nacional, practicado por muchos de los miembros de las élites directivas y ejecutivas de las empresas, a quienes en un alto porcentaje, les ha dado por ejercer como quejumbrosos, agoreros, pesimistas, desmoralizados, desilusionados, desesperados, abatidos, consternados, sombríos, alarmistas, negativistas, aguafiestas, derrotistas, fatalistas, deprimidos, desanimados, preocupados, por no extender aún más la lista de sinónimos, al momento de analizar la situación del entorno local, regional, nacional e internacional, previendo que ante las dificultades crecientes, el logro de los objetivos y la obtención de resultados se hace cada vez más difícil, sobredimensionando muchas veces la realidad, como si estuvieran preparando a sus jefes para recibir unos malos resultados y luego, aparecer como salvadores, cuando los resultados efectivamente se obtienen.
Yo ya llevo casi 40 años de ejercicio profesional en organizaciones privadas, nacionales e internacionales y en entidades públicas y jamás me ha tocado un año que se anuncie como bueno y menos aún, como fácil.
En el día a día, casi todos los colegas se quejan, hacen poses de cariacontecidos, expresan su preocupación, generando un ambiente de zozobra, sobre el cual de todas maneras hay que trabajar. No hay reunión donde el tema no sea lo difícil de la situación, ya por el verano, ya por el invierno, ya porque es año electoral, ya porque no es año electoral, ya porque hay mundial, ya porque no hay mundial, ya por el mal gobierno, ya por la oposición, ya porque las potencias se amenazan, ya porque las potencias firman tratados, en fin, porque no estamos en una urna de cristal disfrutando de una economía perfecta.
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Parece que ante el auditorio el nivel de preocupación de los personajes, fuera directamente proporcional a la importancia del ejecutivo en la estructura organizacional. Mientras más preocupado, más importante y responsable es, con lo cual yo no estoy de acuerdo.
¿Qué tenemos que trabajar más para obtener los mismos resultados? ¡Pues claro! Es que el mundo cambió y se nos globalizó, obligándonos por fin a reconocer que no somos un mercado cerrado y protegido y que Colombia no es un organismo autárquico.
¿Cómo harán estos agoreros para motivar a sus diferentes públicos? ¿Cómo convencerán a los inversionistas para que sigan invirtiendo y a los trabajadores para que sigan trabajando con ganas?
Ahora bien, termina el año fatal anunciado por los quejumbrosos y llega el primer trimestre donde se muestran los resultados empresariales y ¡Oh sorpresa! casi todas las empresas crecen, casi todas las empresas aumentan sus utilidades, casi todas las empresas logran sus objetivos. ¿Dónde quedó el mal clima atizado por estas aves de mal agüero? ¿Fue que todas las empresas se ganaron el Baloto? Es claro que la apetencia capitalista no tiene límite, pero recordemos, además, como dice el Evangelio, que “Hay épocas para preparar el terreno, épocas para sembrar y épocas para cosechar”. Ojalá tengamos en cuenta estos ciclos al momento de los análisis.
Para refrendar lo dicho, leamos el artículo bajo el titular de El Colombiano del día domingo 18 de marzo de 2018: Así les fue a las empresas paisas en 2017, para que veamos que “entre 19 firmas que reportaron información financiera, trece crecieron en ingresos y ocho aumentaron sus ganancias”. Obviamente en el juego de la oferta y la demanda y la competencia abierta, hay algunas empresas de sectores o subsectores específicos a quienes no les fue tan bien o definitivamente les fue mal.
En los últimos años muchas empresas se han ido de Antioquia y han cambiado de sede. Diría uno de manera ingenua que se fueron para estar cerca de Buenaventura, Barranquilla o Cartagena para tener mayor proximidad a los puertos y así ganar competitividad en el tema de exportaciones. Sin embargo, la realidad es otra: La mayoría de estas empresas emigrantes se fueron para Bogotá, que en números redondos es el 70% de Colombia en casi todo, y entiendo yo, por dos razones fundamentales: Bogotá es el centro de la actividad económica nacional y allí se concentra la toma de decisiones públicas y privadas del país, fomentando de manera irracional el centralismo ancestral que no deja despegar a las regiones.
Otra mirada podría decir que se estas empresas se han acomodado cerca del poder para, a partir de estrategias de Lobby, lograr tratamientos preferenciales que les permita simular la competitividad que gerencialmente no han logrado.
Mientras esto ocurre, los sempiternos agoreros, “sus cabellos arrancan en agonía” como dice un aparte de una de las estrofas de nuestro Himno Nacional, porque este año sí será fatal, pues tenemos tres elecciones, mundial de fútbol, cambio de gobierno, estamos concluyendo las negociaciones con la Ocde, Trump nos llevará a una nueva Guerra Mundial y es posible que Cuadrado no alcance a recuperarse para ser convocado a la Selección.
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Que le vamos a hacer, este fue el país y los dirigentes que nos tocaron.
Recordemos la canción de Serrat, “Pueblo Blanco”. Cualquier parecido con nuestra realidad, es pura coincidencia.
Por ahora insistimos en la necesidad de dotar a Medellín con un adecuado Centro de Espectáculos