Protestas, partidos revolucionarios y caos

Autor: Alfonso Monsalve Solórzano
17 noviembre de 2019 - 12:05 AM

En el paro se mezclan quienes desean protestar porque sienten que hay motivos para ello, y quienes lo utilizan para erosionar el orden jurídico y político democrático liberal que tenemos

Medellín

Es inevitable referirse al paro nacional citado pera el 21 de noviembre. Todos coinciden en que es un derecho político reconocido por la Constitución, y como tal, se debe garantizar la protesta, independientemente de que el gobierno y sectores de opinión no estén de acuerdo con los objetivos señalados para su realización.

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Ahora bien, tanto el gobierno como los ciudadanos que están en desacuerdo con sus finalidades, tienen igual derecho a manifestar sus opiniones, y estos últimos habrían pedido, si hubiesen querido, salir a las calles para defender su punto de vista. Y aunque ese no es el caso, lo digo para puntualizar que la democracia permite la expresión de todas las opiniones políticas, eso sí, con el límite de que unas de estas no vulneren los derechos de los otros que no comparten sus puntos de vista o que se conviertan en sujetos pasivos de las acciones violatorias de quienes pisotean los derechos, también constitucionales, a  la vida, la libertad, la movilidad, la propiedad, entre otros; o que destruyan el equipamiento público, que está al servicio de todos y se paga con los impuestos de todos.

Dicho esto, mi opinión es que en el paro se mezclan quienes desean protestar porque sienten que hay motivos para ello, y quienes lo utilizan para erosionar el orden jurídico y político democrático liberal que tenemos. Estos últimos han determinado la lucha contra objetivos que no existen: defensa del pacto de la Habana. Como si el gobierno no lo estuviera cumpliendo (y gente como Márquez y Santrich no los estuviesen haciendo trizas), reforma laboral que perjudica el empleo de los jóvenes, desaparición de Colpensiones e impulso de una reforma pensional que perjudica a los trabajadores, incumplimiento en la transferencia de recursos para la educación, que no se reprima la protesta social. En efecto, el Gobierno ha desmentido por todos los medios a su alcance, que esté impulsando unilateralmente la reforma laboral o la de pensiones, y que cualquier paso en ese sentido será concertado con los implicados; y ha demostrado, con cifras en la mano, que los compromisos adquiridos con los estudiantes se están cumpliendo.

Entonces, si objetivamente las razones invocadas son falaces, ¿por qué se insiste en el paro? Ahí es cuando entran los interesados en sembrar caos. Ellos son los autores de las falacias y se aprovechan de la gente que se las ha creído, para movilizarlos por objetivos que nada tiene que ver con los invocados y que consisten en destruir la democracia y para ello fabricar un clima insurreccional mediante violencia generalizada, saqueos, incendios y depredación de los equipamientos públicos y privados, que lleven a un modelo socialista, como el de Venezuela y Cuba. Estimulados por los sucesos de Chile y Ecuador, buscan generar el caos y la anomia, bajo la consigna de Lenin y Mao de que no hay construcción sin destrucción. La igualdad se consigue empobreciendo a todos en lugar de mejorar las condiciones de vida de toda la sociedad, para que una vez haya un ejército innumerable de hambrientos, se le pueda controlar con bolsas racionadas de comida, como sucede en Venezuela y Cuba, donde gente de buena fe que protesta hoy, sería reprimida sin contemplaciones.

Es importante develar cómo funciona un partido leninista para entender cómo se manejan estas protestas: una organización de este tipo está conformada por el comité central, conjunto pequeño de dirigentes de alto nivel, que traza una estrategia para la toma del poder, que incluye todos los medios de lucha, los legales y los ilegales, los pacíficos y los violentos. Este crea y maneja comités regionales, locales y de organizaciones para trabajar sindicatos, organizaciones estudiantiles, etc., llamadas células, cuyos militantes son todos del partido para controlar su dirección y sus activistas, en sindicatos, organizaciones campesinas, movimientos estudiantiles, etc.; pero también organizaciones armadas y de choque. La disciplina y subordinación están garantizadas por el principio del centralismo democrático, en el que los niveles inferiores se supeditan a los superiores y todos ellos al comité central y su secretariado, quien son los que fijan las políticas nacionales y sus estrategias.

El partido revolucionario es, entonces una organización totalmente centralizada y de élite, que no necesita una gran militancia para manipular a los sectores sociales que le interesa. Y su estructura celular le permite actuar simultáneamente en muchas organizaciones de masas y en distintos sectores sociales y de la sociedad civil para dictaminar sus políticas. Así es posible que, por ejemplo, en hipotéticas marchas, algunos miembros del partido aparezcan como convocantes de una movilización pacífica, y en ella, tener, a la vez, agentes saboteadores violentos, perfectamente coordinados con ellos, en una exitosa división del trabajo, que obedece al comité encargado de ese trabajo, que, a la vez, responde ante el comité central, que es quien fija los objetivos, la política y la estrategia que ellos siguen disciplinadamente.

En la estructura leninista la organización clave es el comité central; por eso en sus tiempos de crisis, pueden desaparecer todos los comités y células de nivel inferior; pero si el comité central permanece en el tiempo clandestinamente, con las condiciones propicias reconstruirá sus estructuras y se infiltrará de nuevo en las organizaciones sociales (y/o crearán su grupo armado o de choque y sus agentes provocadores). Esto, en mi opinión es lo que explica en parte la duración de la protesta chilena y sus objetivos centrales. Esta no podría ser coordinada espontáneamente, detrás de ellas podría haber el renacer del partido revolucionario, que trabajó en silencio años después de que fue derrotado por Pinochet. Por supuesto, cuando existe más de una organización de este tipo, forman alianzas con ellas y se coordinan determinando objetivos comunes, a nivel nacional. Pero también en el internacional, en América latina en, el Foro de Sao Paulo.

Esto podría estar ocurriendo en Colombia: no es gratuito que haya tanta agitación social, atravesada por movimientos estudiantiles, de maestros, indígenas, etc., y de que se le eche al estado la culpa de los crímenes cometidos por el Eln y las disidencias (junto con el Epl, el Clan del Golfo y los carteles mexicanos, especialmente en Nariño, el norte del Cauca, el norte antioqueño y Catatumbo). No es gratuito que ahora se convoque este paro nacional con objetivos falaces y difusos, cuyos verdaderos citantes piensan convertir en “la primavera colombiana”, de manera similar a la “primavera chilena”. Y no es gratuito que Maduro y Diosdado estén hablando de la tormenta que azotará a Colombia, que vaticinan, será mayor que los hechos ocurridos en Chile y Ecuador y Colombia, ni lo es que agentes venezolanos y cubanos se infiltren esos movimientos y en el que ocurre en nuestro país.

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El país está advertido y los gobernantes y los ciudadanos no podrán ser inferiores a las circunstancias; el gobierno, garantizando la protesta pacífica impidiendo los actos violentos. Los ciudadanos respaldando firmemente su estado de derecho.

 

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Comentarios:

Edgar
Edgar
2019-11-17 09:29:05
Estamos advertidos.

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