Por un Estado centrífugo

Autor: Álvaro González Uribe
22 julio de 2017 - 12:09 AM

En Colombia el centralismo es asfixiante.

La tensión y el consecuente debate entre centralismo y federalismo siempre han permanecido vigentes en Colombia desde la Independencia. Esta, incluso, tuvo entre una de sus causas la lejanía de la España continental europea de las colonias, lo cual se traducía en mandatos y políticas sociales y económicas injustas y desfasadas de la realidad americana.

Una de las diferencias entre Bolívar y Santander sobre la organización del nuevo Estado fue el centralismo y el federalismo. Dicha disputa fue asumida luego en relevos por varios dirigentes hasta el punto de que se libraron guerras civiles por ella o con su pretexto.

La fórmula “centralización política con descentralización administrativa” plasmada en la Constitución de 1886 pareció convencer como manera de zanjar dicha diferencia, al menos en el papel, porque la realidad fue y ha seguido siendo que el Estado colombiano es eminentemente centralista desde 1886 aunque se camufle en la mencionada frase con pretensiones salomónicas.

Dicha fórmula se intentó modificar en la Constitución vigente de 1991, la cual dice en el artículo primero que “Colombia es un Estado social de derecho, organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales…”. Carreta.

Así como hay extremos centralistas y federalistas -muy dañinos por cierto- también hay varias concepciones atenuadas y mezclas diferentes, lo cual es el ideal para una realidad geográfica y social como la colombiana.

Sea lo que figure en la Constitución, el hecho es que quienes vivimos en las regiones, tanto cercanas y con cierto desarrollo como quienes residen en las más lejanas y menos desarrolladas, sabemos que en Colombia el centralismo es asfixiante.

Y no solo asfixiante en cuanto a los consabidos trámites de por sí engorrosos y costosos, sino que ha sido fuente de enormes inequidades entre los departamentos, de subdesarrollo e injusticias fiscales, y de focos de las variopintas violencias que vivimos. La tan usada últimamente expresión “la Colombia profunda” es precisamente una aseveración de centralismo agudo. ¿Profunda de qué y por qué? Pues que esa Colombia es la ubicada en las profundidades, por decir lejanías, de Bogotá y de los centros urbanos.

Cómo será de grave el centralismo en Colombia que también se ha puesto en boga, y con razón, la expresión “paz territorial”, para referirse a que la paz debe darse y construirse en las regiones y no en Bogotá ni en las grandes capitales donde con muy pocas excepciones la guerra de guerrillas poco se ha sentido. Dos Colombias.

Vea sobre las necesidades de las regiones

Pero no hay necesidad de ir a las profundidades de esa Colombia alejada y perdida: Una ciudad como Medellín y un departamento como Antioquia, entre otros similares, también sufren de ese centralismo casi despótico de Bogotá. Lo que sí es un craso error por inútil y chocante en el caso de Antioquia, es exacerbar ánimos federalistas absurdos mediante populismos. Hay que aprobar de una vez por todas una ley orgánica de ordenamiento territorial con dientes que dé más competencias a departamentos y municipios entre otros aspectos concernientes a la comprensión moderna del territorio y al despliegue del Estado en el mismo.

Hace poco escuchaba al precandidato presidencial Sergio Fajardo en Manizales dolerse de la cola que están obligados a hacer los gobernadores y alcaldes de “provincia” en Bogotá para gestionar los intereses de sus regiones y municipios.

Pero ese centralismo asfixiante no es solo entre Bogotá y las regiones. Se replica entre las capitales y los demás municipios de un departamento y entre los mismos municipios y las veredas. Aunque sin duda el peor es el de Bogotá, sede histórica de las cabezas de los poderes del Estado, el centralismo es una epidemia nacional perversa. Es una visión miope del territorio nacional.

Colombia requiere una política de Estado centrífuga. Que el poder del centro se esparza por todo el territorio en su justa medida y conservando la unidad de la nación. Es hora de que la idea de descentralización con su carácter casi asistencialista y discrecional pase a un segundo plano y sea remplazada por la idea de autonomía regional como lo dice la Constitución. Ya verán como eso nos unirá mucho más.

Lea propuestas para el territorio colombiano

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