Es triste y preocupante ver cómo el Estado parece estar mejor preparado para atender heridos y sobrevivientes de un accidente y para enterrar a los fallecidos que para organizar y hacer cumplir las normas sobre seguridad en la prestación de servicios de variada naturaleza. Fue el caso del accidente trágico en Guatapé por el hundimiento de una embarcación que sabrá Dios qué mantenimiento se le hacía. Hasta Santos vino a tomarse la foto la noche del hecho, lo que, si él lo pensaba, en nada mejoró su pésima imagen en este departamento. En Colombia es notable la solidaridad que se da en casos así y los organismos de socorro hacen buena tarea, así como la Policía, pero, como ocurre con las vacunas, ¿no sería salvador y menos costoso mantener un esquema de controles y de vigilancia en el cumplimiento de las reglas que se han expedido para las distintas modalidades de prestación de servicios?

Vi en el diario El Tiempo, a finales del pasado mes de junio, una información que daba cuenta de la contratación alegre y clientelista de politiqueros para ocupar cargos técnicos y de gran responsabilidad en la Aerocivil. Empezando por el hoy llamado pomposamente presidente de Aerocivil, quien es, claro, ficha de Santos y quién sabrá cuántos votos le estará pagando habiéndolo nombrado en tal cargo, personaje que “hace honor” a la improvisación en la provisión de tan delicado puesto. Repito una vez más, si no fuera porque al frente de la vicepresidencia de Aerocivil no estuviera (y ha estado desde hace muchos años) un preparado coronel de la FAC, hoy en Colombia los accidentes serían numerosos. No más recuerdo los funestos nombres de los recientes presidentes de Aerocivil (antes eran directores de Aerocivil): Fernando Augusto Sanclemente, Alberto Lenis y Santiago Castro, cuál de ellos más incompetente frente a organismo tan técnico y delicado.

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“Gracias” a la tarea de funcionarios tan faltos de idoneidad en Aerocivil se entiende, por ejemplo, que aquí llegue cualquier aeronave sin antes siquiera verificar que sus seguros estén al día. Fue el caso de LaMia, uno de cuyos aviones, piloteado nada convencionalmente, traía a Medellín a los integrantes de un equipo de fútbol brasileño. El accidente, que generó una gran solidaridad del pueblo antioqueño, fue a finales de noviembre de 2016 y desde octubre se le había cancelado el seguro a LaMia por falta de pago y, peor todavía, resulta que, así la empresa hubiese estado al día en esos pagos, éste no cubría vuelos a Colombia, ni a otros países específicamente indicados en la póliza, como Yemen, Afganistan, etc. ¡Qué colección de irresponsabilidades de LaMia y de las autoridades aeronáuticas de Colombia y de Bolivia!

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Vamos más allá. En su momento se dijo que otros equipos importantes habían utilizado a LaMia para sus desplazamientos, entre ellos Atlético Nacional, a quien parece no importarle montar a sus técnicos y jugadores en aeronaves de empresa irresponsable y negligente en el desarrollo de su actividad. Nacional no es pobre y cuenta con personal administrativo pero como que no hay alguien encargado de verificar la idoneidad de quien va a contratar para algo tan delicado como movilizarlo por aire. Cuestionable comportamiento. Ojalá don Andrés Botero P. piense y actúe bien.

El alcalde Federico nombró un gabinete de infantes carentes de experiencia, seguramente honrados y con muchos títulos universitarios pero tímidos para ejecutar y el único con experiencia era Gustavo Villegas, hoy frente a la justicia. De hecho, el mismo alcalde cuando llegó a ese cargo también carecía de experiencia administrativa, si bien fue concejal y mucho se ha movido por la ciudad, pero otra cosa es coger por los cuernos la gerencia de una ciudad tan importante y compleja (sobre todo en lo social). ¡Ojo alcalde! al hacer una necesaria recomposición de las cargas.

P.S.- Mucho se ha rumorado sobre los costos que tendrá el cumplimiento de lo acordado con las Farc. Una de las calificadoras de Estados Unidos ya puso el ojo en eso y expresó sus preocupaciones sobre de dónde va a salir la plata para tal fin y con qué repercusiones sobre la marcha de las finanzas públicas. Hay tanto para que todavía nos cuente Santos.