¿Qué es entonces lo que sucede con los cursos de Ética, los reconocimientos como Empresas Socialmente Responsables, con los Programas de Diseño, o Gerencia de Proyectos, entre otros tantos casos y ejemplos?
La pertinencia es uno de los atributos que se le exige a las Instituciones de Educación Superior con respecto a los programas que ofrecen en los distintos niveles educativos.
Esto quiere decir, palabra más, palabra menos, que lo ofrecido sea lo que se requiere para mejorar las condiciones de desarrollo en todos los ámbitos del saber.
Como postura axiológica, está bien, pero si contrastamos con respecto a los resultados que vemos en la realidad, pues nos falta mucho pelo para el moño.
Hablar de ética y de responsabilidad social empresarial en uno de los países reconocidos internacionalmente como de los más corruptos del mundo, con un aparato de justicia que es calificado también internacionalmente como de los más ineficientes del mundo, donde la impunidad galopa con tranquilidad por todos los rincones de la Patria, con una ejecución de proyectos que en la alta mayoría de los casos no cumplen ni cronogramas ni presupuestos, es una quimera ¿Qué es entonces lo que sucede con los cursos de ética, los reconocimientos como Empresas Socialmente Responsables, con los Programas de Diseño, o Gerencia de Proyectos, entre otros tantos casos y ejemplos?
¿Se ofrecen cursos de ética porque así lo exige la legislación de turno? ¿Y ese curso que usualmente se ve como relleno, si sirve para alguna cosa? Dice Sor Juana Inés de la Cruz que hay que precisar “¿Quién peca más, si quien paga por la peca o el qué peca por pagar?”
Aparecerán las voces que dirán que no se puede generalizar, que los buenos somos más, que los malos no pasarán, y están en su pleno derecho. ¡Pamplinas!
Cuando se califica a un país no se habla de la Empresa X o de la Persona Y. Se habla de Colombia como un todo, de Colombia como sociedad, de Colombia como país, por eso no es suficiente de que de manera aislada seamos unos seres o entidades maravillosas: aquí es al todo o nada.
Obviamente sin que este país tenga formulados unos objetivos nacionales, pues difícilmente aparecerá nuestra verdadera vocación económica y mucho menos los sectores estratégicos que han de impulsar nuestro anhelado desarrollo. De igual manera si no tenemos un proyecto claro para hacer crecer la clase media, con el asociado crecimiento del ahorro interno y la consolidación de un mercado interno, pues seguiremos descrestados con las modas, con las coyunturas y con los espejitos que nos acompañan desde la conquista y la colonia.
Si no tenemos claros nuestros sectores estratégicos, pues cualquier inversión con los escasos recursos que tenemos en investigación, ciencia, tecnología e innovación, se harán sin tener claro el foco y será como disparar con regadera. Si nos orientamos a las exportaciones si consolidar un mercado interno, pues quedaremos cojos.
Hoy aparece un funcionario que habla de la Economía Naranja, mañana aparecerá otro hablando de la Economía Magenta y después otro hablando de la Economía Amarillo Pollito y no pasará nada.
Sería bueno conocer al menos un estimativo de los resultados obtenidos con los enormes aportes hechos desde lo público para el llamado “Apoyo a los emprendimientos” en el último decenio.
¿Sí incubaron los huevos empresariales (ideas y proyectos) y se convirtieron, en su adecuada proporción, en pollos empresariales legales y formales (unidades productivas)?
Sumados todos los emprendimientos apoyados, aun cuando solo sea para el ejemplo, ¿en cuánto contribuyen hoy al PIB Nacional?
Lo que no se mide no existe. Seguimos improvisando, siguiendo como autómatas las distintas modas, dejando constancia, generando activismos enloquecedores, y lo que es peor, jugando con la expectativa de aquellos que ya no alcanzaron a aspirar a un empleo formal y digno y hoy ven, como única alternativa, la propia generación de oportunidades económicas y laborales.
¡Qué viva mi pueblo!
NOTA: Sería conveniente que una ciudad como Medellín, que quiere mostrarse ante el mundo, piense en ir reponiendo la modesta flotilla de taxis actuales, los llamados cucarrones, que no son los más adecuados para que un visitante o un ciudadano se sienta bien. Como mínimo, se debe exigir espacio para equipajes, aire acondicionado y de una vez, que sean eléctricos, como los primeros 200 taxis ya anunciados, junto con los 64 buses. Lo barato sale caro. En Israel, el Estado tomó la decisión de que la flota de taxis fuera de alta gama para mejorar los rendimientos, disminuir los efectos de contaminación y garantizar la comodidad de los usuarios. Cada uno tiene su propia dimensión del mundo.