Pérdida de vigencia

Autor: Pedro Juan González Carvajal
28 enero de 2019 - 10:04 PM

Ahora estamos viviendo una época de arraigos y desarraigos que evidencia cuán profunda es la distancia entre las distintas generaciones

Es apenas normal en un mundo globalizado, que se experimenten cierto tipo de arraigos y desarraigos con respecto a lo que era o es nuestro comportamiento como sociedad, a la luz de usos, tradiciones y costumbres asociadas a calendarios, lo cual nos lleva a compartir relatos y experiencias que sirven como amalgamadores entre humanos para pretender ser sociedad local y por qué no, sociedad planetaria.

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Recorramos por ejemplo, a grandes rasgos, nuestro calendario actual: En el mes de enero se celebra el día de Reyes, festividad religiosa que invitaba anteriormente al paseo familiar y que hoy paulatinamente ha decaído como tal y se da inicio a las actividades escolares. En el mes de febrero aparece San Valentín, celebración importada y nos sintonizamos con la entrega de los premios Oscar y los premios Grammy, en una muestra palpable de globalización cultural. Casi siempre en febrero, iniciamos la Cuaresma y se celebran los carnavales en sus vísperas. En marzo se celebra el día de la Mujer y recientemente el día del Hombre y de los Amigos. En abril se abre espacio el día de la Tierra y paulatinamente se va apagando el día de la Secretaria. En mayo se conserva la celebración cada vez más opaca del día internacional del Trabajo, el día de la Madre y apenas se recuerda dentro del sector educativo el día del Maestro. En el mes de junio se celebra el día del Padre, tímidamente el día del Campesino, de manera creciente el día del Medio Ambiente y desapareciendo lentamente el día del Sagrado Corazón de Jesús. Ya en el segundo semestre se celebra el 20 de julio como día de la Independencia, lo cual no coincide con los hechos históricos. En agosto se conmemora la Batalla de Boyacá y por supuesto el día del Ejército y en Medellín, la Feria de las Flores. En Septiembre languidecen el día del Amor y la Amistad, el día del Vendedor y el día del Turismo. En octubre nadie le para bolas al día de la Raza, al día del Vendedor y al día de los niños, que ya fue absorbido por el negocio navideño, que a su vez está acabando con el llamado día de las Brujas. En noviembre nadie se acuerda del día de todos los Santos, ni del día de los Difuntos; se conmemora un aniversario más de la Policía Nacional, copiamos el Black Friday, pierde vigencia el Reinado Nacional de la Belleza en Cartagena y se está a la espera de la alborada el último día del mes a media noche. Llega por fin el tan esperado diciembre y se va en un dos por tres, sin dar espera al inicio de los alumbrados, de la decaída Novena, de los aguinaldos cada vez más escasos, de la celebración familiar de la Navidad, del desapercibido día de los Inocentes y de las fiestas de Año Nuevo.

Paralelamente el entorno se amplía y acontecimientos como los Mundiales de Fútbol, la Champions Ligue, los Juegos Olímpicos, algunos eventos Ciclísticos Internacionales, las carreras de la Fórmula1, los Torneos de Tenis, los Play Off Norteamericanos de Béisbol, de Básquet Ball y la final del Fútbol Americano, algunos procesos electorales de países importantes, los foros anuales y las reuniones de los países que mandan, algunos eventos de farándula, entre otros acontecimientos puntuales, hacen que miremos para otros lados, que nos volvamos seguidores de otros equipos y de otros deportistas y que se perciba la realidad con una mayor intensidad en el tiempo y un inusitado achicamiento del espacio, sin que quiera decir que ya adquirimos una visión y una cultura cosmopolita.

Simultáneamente decaen en el ámbito local eventos como la otrora grandiosa Vuelta a Colombia, los matrimonios, los velorios, los sepelios, las serenatas, la Semana Santa, las fiestas de los pueblos, entre otros varios acontecimientos que hacían parte de nuestra realidad nacional, incluyendo fechas y conmemoraciones de interés para el conglomerado, en términos de historia colectiva.

Es claro que cada época trae su afán y que cada quien considerará que todo tiempo pasado fue mejor, o que este es el mejor de los tiempos y que el futuro nos abre a todos grandes posibilidades y novedades.

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Lo importante no son los acontecimientos sino la forma como cada humano vive su vida, ojalá con dignidad, para que entre todos podamos construir el mejor de los mundos posibles.

Lo que sí es cierto es que paralelamente al agotamiento de los relatos que nos orientaban y justificaban en esta vida, ahora estamos viviendo una época de arraigos y desarraigos que evidencia cuán profunda es la distancia entre las distintas generaciones que hoy coexisten y que cada vez de diferencian por menos cantidad de espacio de tiempo que las separa y las identifica.

¡Bienvenidos al futuro que ya nos llegó!

 

  

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