La estigmatización de la democracia y la de un presidente que ha demostrado un talante conciliador y para nada polarizador, serán el blanco predilecto de Petro, sus huestes y sus aliados
El senador Petro dijo en un tuit del pasado 6 de diciembre: “Toda la militancia de la Colombia Humana debe entender que han dado orden de destruirnos. No estamos en una democracia. Hoy deben suspenderse las discusiones electorales y preparar los momentos de la movilización generalizada y la solidaridad mundial”. Un verdadero llamado a la insurrección.
Todo, porque se publicó el video en el que se lo muestra manipulando fajos de billetes que luego empaca en bolsas de plástico, acción sobre la que no ha podido dar explicaciones coherentes y creíbles y que ha manchado gravemente la imagen que cuidadosamente ha venido construyéndose como luchador contra la corrupción y por la democracia.
Esta semana movilizó a sus allegados en caminata por la plaza de Bolívar, rumbo a la Corte Suprema de Justicia, a pedirle que lo investigue, a sabiendas de que ese organismo ya lo está haciendo de oficio. Y lo hizo con tal despliegue de parafernalia, que era evidente que lo que buscaba en el fondo, no era que saliera a la luz la verdad sobre el dinero del video, sino el presentarse como una víctima del sistema. De ahí las palabras que utilizó en el tuit citado, complemento de lo que dijo en su caminata al Palacio de Justicia.
El punto es que esta declaración es falaz y socialmente peligrosa. Falaz, porque nadie lo quiere destruir. Como una imagen vale más que mil palabras, él lo hace solo. El video habla por sí mismo. Ahora, acorralado, intenta convertir en una victoria política la derrota moral que sufrió ante los colombianos. Ninguna caminata rimbombante, ningún llamado desproporcionado a la “movilización generalizada y la solidaridad mundial” pueden ocultar el hecho de su mórbida fascinación por los billetes, a los que acaricia con fruición.
La estrategia de presentarse como víctima es ya conocida por el pueblo colombiano, de tanto que el senador la usa. Por ejemplo, la utilizó exitosamente para evitar la sanción de inhabilidad que la Procuraduría le impuso por sus desastrosos manejos en la alcaldía de Bogotá, con la complicidad del expresidente Santos, que le pagó el apoyo que el senador le dio para su reelección, y de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, controlada por la izquierda latinoamericana desde hace muchos años.
Megalómano como es, intentará vender por buena su mercancía averiada y seguro de que contará con el apoyo de algunos eurodiputados, todas las Ong y partidos que le hacen coro a cuanta historia montan en el país los representantes del socialismo del siglo XXI, mientras callan los graves crímenes de lesa humanidad de las guerrillas colombianas y de Chávez, Maduro, Ortega y la dictadura cubana, ahora en cabeza Miguel Díaz-Canel.
Y el caballito de batalla será el de que lo quieren destruir porque en Colombia no hay democracia. Lo dice el hombre que pronuncia todo tipo de desafueros y lapida a sus oponentes con afirmaciones infundadas. El que hace uso de los medios de comunicación cada vez que lo desea, en los que tiene, además, partidarios furibundos, para difundir sus diatribas; el que utiliza el Congreso para hacer sus debates sin restricción alguna, como debe ser en una democracia; el que en campaña hizo las movilizaciones que quiso, en los lugares que escogió, aun por encima de las limitaciones de conveniencia que algunos alcaldes intentaron para garantizar la seguridad ciudadana y la de sus propias movilizaciones (de Petro); el mismo que ha convocado a la movilización callejera permanente para mantener el país en un estado permanente de agitación, con el fin de llegar al poder en el 2022 o ANTES, marchas que han sido estrictamente respetadas a pesar de los actos de vandalismo que se han cometido en ellas.
¿Cómo puede hablar de democracia el hombre que cohonestó con el desconocimiento del plebiscito en el que los ciudadanos negaron en 2016? ¿el que, de hecho, no ha pedido perdón al país por la toma del Palacio de Justicia que el M-19 perpetró, en alianza con los narcotraficantes de Pablo Escobar? Y ¿cómo puede hablar de democracia alguien que pide “suspender las discusiones electorales y preparar los momentos de la movilización generalizada y la solidaridad mundial”? ¿Cree que la confrontación directa y la anomia que conduzca a la insurrección resultarán en defensa la democracia? ¿En serio?
El año entrante habrá elecciones de gobernadores y alcaldes. El poder regional y local estarán en juego y la agitación, la movilización que combina el canto inocente con la violencia y el enfrentamiento estarán en el orden del día. La estigmatización de la democracia y la de un presidente que ha demostrado un talante conciliador y para nada polarizador, serán el blanco predilecto de Petro, sus huestes y sus aliados. Y luego, con la misma estrategia, irán por la Presidencia. Ya se imaginarán ustedes lo que le pasará al país si un hombre del talante pendenciero, autoritario y megalómano de Petro llega al poder ejecutivo. No. No se lo alcanzan a imaginar. Será peor que en sus peores pesadillas.