En las encuestas, para infortunio del primer mandatario y de reflejo para todos los colombianos, no le ha ido nada bien, y por el contrario, si por su resultado fuera a calificarse su gestión en estos 124 días, se rajaría irremediablemente.
Desde que Iván Duque se convirtió en el candidato oficial del Centro Democrático a la Presidencia de la República, muchos señalaron su falta de experiencia para manejar con suficiencia un país tan complicado como es hoy Colombia, por muy diversas y difíciles circunstancias.
Aunque el mismo presidente declare con suficiencia que no gobierna para las encuestas, lo cierto es que ellas – así a muchos no les guste y las descalifiquen cuando no les son favorables – reflejan el sentir de los ciudadanos y su opinión del momento sobre las cosas que más los afectan.
En ellas, para infortunio del primer mandatario y de reflejo para todos los colombianos, no le ha ido nada bien, y por el contrario, si por su resultado fuera a calificarse su gestión en estos 124 días, se rajaría irremediablemente.
Una buena muestra de la forma equivocada en que se han venido manejando las distintas situaciones, es lo relacionado con el campo educativo, donde un paro de cincuenta y cinco días se ha convertido en el más largo de la historia en Colombia, sin que todavía se vislumbre a ciencia cierta una solución.
Mientras en las calles de las principales ciudades los hombres del Esmad y los estudiantes libraban su diaria batalla en medio del fragor de las bombas papa y los gases lacrimógenos, el presidente Duque intercambiaba elogios y armonías con un cantante de medio pelo como el tal Maluma.
En el fondo nada de malo ni de peligroso podría tener este insulso diálogo, eso sí inoportuno y mal mirado por las inmensas mayorías que no entendían cómo, frente a la situación conflictiva que se vivía, el gobernante dedicara parte de su precioso tiempo a semejantes boberías.
Error de cálculo que le cobraron por ventanilla en todas las encuestas, las cuales seguramente hoy serían mucho más negativas para el jefe del Estado porque incluirían el tragicómico episodio de la tan llevada y traída terna para escoger al fiscal ad hoc que deberá encargarse de apenas unas cosillas del monumental escándalo de Odebrecht.
Vale entonces preguntar qué hacían en esos momentos los flamantes y numerosos asesores que desde hace tiempo figuran en la nómina paralela de éste y de todos los gobiernos anteriores, forma burocrática creada para pagar favores y repartir prebendas a algunos favoritos.
En esta nulidad por acción, los casos más notables serían los de Jaime Amín, asesor político y exsenador de la república, y el de María Clara González Zabala, asesora jurídica, quien acompaña a Duque desde su campaña.
Es más diciente el de ésta última, quien sin miramiento alguno y contra toda lógica, permitió –¿o pidió?- ser incluida en la terna para fiscal ad hoc, a sabiendas de que por su condición en el equipo presidencial y su cercanía con el mandatario su nombre iba a ser objeto de serios cuestionamientos, como en efecto ocurrió.
Como una especie de “yo con yo” podría definirse la fracasada nómina de candidatos puesta a consideración de la Corte Suprema de Justicia, otro garrafal error que sus asesores le permitieron cometer a Duque y que la opinión encuestada se lo sacará en cara en la próxima muestra.
Que también la propia iglesia colombiana por intermedio de Monseñor, Oscar Urbina, presidente de la Conferencia Episcopal, le esté pidiendo al presidente Duque, a dúo con Uribe, enderezar el rumbo, es ya un síntoma preocupante que muestra la equivocada forma de gobernar que ha tenido el país en estos 124 días.
Para colmo, lo que se presumía partido arrollador que iba a facilitar la gestión, ha venido desgastándose y desde el propio Congreso y en los ámbitos uribistas más significativos, ha comenzado a verse una especie de frustración aupada por los más recalcitrantes voceros de la derecha, quienes parecen sentirse satisfechos con lo que está ocurriendo.
TWITERCITO: Yo acuso, yo investigo, yo absuelvo, es el nuevo lema de la desgastada Fiscalía ejercida por Néstor Humberto Martinez.