Seguramente podremos frenar la expansión del coronavirus, pero no atender las urgentes reivindicaciones sociales de la clase trabajadora.
Consecuente con las medidas de todo tipo que se están tomando para controlar la expansión del coronavirus y minimizar su impacto, invito a hacer un enorme esfuerzo para unir al conjunto de la sociedad en esta lucha, hasta el logro integral del objetivo.
No conviene desatender las decisiones que al respeto tomen las diferentes autoridades; por el contrario, como ciudadanos responsables, debemos gestionar entre nuestras familias y en el entorno social la adopción de los compromisos y el desarrollo de las actividades orientados a la superación exitosa de este desafío.
Algunos analistas aceptan que, si China está superando la enfermedad, es resultado de la eficiencia y organización que ha alcanzado en materia de salud e infraestructura médica, y de la disciplina y cultura de su gente; también, de las medidas adoptadas frente a la epidemia. Aunque genera suspicacia la noticia publicada por El Heraldo de Baja California (“Operación Jaque Mate”), en el sentido de que China habría aprovechado el pánico de los mercados para adquirir a bajo costo algunas empresas extranjeras instaladas en su territorio y que habrían perdido valor. El mundo espera que haya más claridad sobre esta denuncia.
Lea también: Las desgastadas treguas
A todas estas, resultan evidentes los síntomas de una posible recesión económica mundial: algunos ya se venían observando desde mucho antes de la aparición del coronavirus, utilizado por algunas potencias para incurrir en ciertas maniobras buscando su usufructo, en detrimento de las economías más débiles e incapaces de responder oportunamente al fenómeno.
Aunque en Colombia estemos uniendo esfuerzos para contrarrestar los efectos de la pandemia, no podemos dejar de lado otros graves problemas que debemos resolver: es el caso de la continuidad en el asesinato de los líderes sociales, nuestra propia “pandemia”. También, la creciente inconformidad social y la demanda de soluciones a asuntos que resultaron detonantes del pasado paro nacional. Igual, el anuncio de futuras movilizaciones sociales que estarán por un tiempo postergadas. O bien, el caso de los desplazamientos masivos de familias humildes, agobiadas por el accionar de grupos ilegales en sus territorios, sumado al saldo negativo que hoy arroja la escasa implementación de los acuerdos de paz, que a su vez ha conducido a serios pronunciamientos de la comunidad internacional y al choque entre el Gobierno y algunos representantes de la ONU.
También era de esperar que el Gobierno, que carga con el inri de una muy baja aceptación entre los ciudadanos, pretendiera desviar la atención, buscando recuperar imagen y credibilidad, para afianzar algo de la gobernabilidad perdida por el desprestigio y el cuestionamiento de que es objeto su partido político, en cabeza de sus más altos dirigentes.
Guardadas las proporciones, y a pesar de la gravedad de la epidemia del coronavirus en el país, no es este uno de los peores momentos que hayamos vivido: no supera el drama de un dilatado conflicto armado que suma más de sesenta años de horror, con miles y miles de víctimas en todos los órdenes.
Le puede interesar: ¿Y el plan de vuelo?
Tampoco debemos permitir que se utilice como un comodín para tratar de imponer las reformas que están impulsando algunos gremios económicos, y cuya materialización traerá más miseria y pobreza. La reforma pensional, el trabajo por horas en contra de la estabilidad laboral y la pérdida de conquistas significativas que por años han logrado los trabajadores, se quieren presentar como altos costos laborales que es preciso desmontar. La lucha contra la corrupción debe continuar en los niveles que se traían y la #Ñeñevirus no puede parar hasta culminar con todas las investigaciones pertinentes.
Estoy seguro de que las medidas adoptadas para combatir la pandemia serán efectivas, lo que no me atrevo a afirmar es que pase lo mismo con las reivindicaciones sociales de la clase trabajadora.