Casi nadie queda disponible para ser designado en un cargo de nivel nacional, sin que se ciernan los aguaceros de la oposición, los palazos de los malquerientes y los varillazos de los opinadores sesgados.
Tristemente, este país se ha vuelto de inelegibles. Mejor aún, acordes con la realidad nacional, casi nadie queda disponible para ser designado en un cargo de nivel nacional sin que se ciernan los aguaceros de la oposición, los palazos de los malquerientes y los varillazos de los opinadores sesgados. Esa es la pura verdad. Cada que se revela un nombre de un funcionario de alto calado, hacen fila los fanáticos del principio revelador de que “hay que estar en contra de cualquiera que suene” para que se arme el tierrero. Y ahí mismo se enfila el ya conocido coro de los áulicos. El prurito opositor.
Hace pocos días, asumió Juan José Chaux como viceministro del Interior y de inmediato El Espectador manifestó que “una hoja de vida meritoria con un pero mayúsculo: es hijo del excongresista y exgobernador Juan José Chaux Mosquera, salpicado por varios desmovilizados”. ¿Qué significa ello? Delito de sangre. Hace pocos días, se entregó a la Corte el exsenador Antonio Guerra por los sobornos de Odebrecht. Ipso facto, El Espectador (para variar), escribió: “el exsenador es hermano de la actual congresista del Centro Democrático María del Rosario Guerra”. Delito de sangre. De Sergio Araújo Castro, se dijo en los grandes medios que era hijo de Álvaro Araújo Noguera, investigado por parapolítica. Delito de sangre. Cuando Carolina Nader Dangond, fue nombrada directora de Acompañamiento Familiar en el Departamento para la Prosperidad Social, advino la chiva de que Nader era esposa de Daniel García Arizabaleta, exdirector del Invías. Delito de sangre.
Cualquier terna de candidatos, el sonajero que sea, el rumor que se filtre o la designación directa, son sujetos de veto implacable y de señalamientos. Ahora, el inefable Daniel Coronell (en la última edición de la Revista Semana) salió con amarillismo a denunciar que la magistrada Cristina Lombana, integrante de la Sala Especial de la Corte Suprema de Justicia, no puede estar en dicho cargo porque hace veinte años (¡Sí, 20 años!) hizo una pasantía en la oficina del abogado Jaime Granados de tres meses. Con ese argumento bronquista, en Bogotá, nadie puede estar en las altas cortes porque todos han pasado por bufetes de abogados de los caporales del Derecho. El prurito opositor.
Y eso que no nos hemos adentrado en el delito de “conocencia”, es decir, cuando se dice de un ungido que conoce a equis personaje oscuro o que lo vieron en su finca, y en el delito de fotografía, valga decir, cuando se dice de un nombrado que apareció mal parqueado hace treinta años con un capo que en ese momento no lo era por visibilidad judicial. Y también el delito de redes sociales, diseñado para alguien que echó un trino hace dos años y dijo algo que no le gustó al censor de turno y lo traen a “valor presente”. Aquí, al decir de muchos, no hay nadie que sirva ni nadie que no esté untado. Hoy, a todo lo que se mueva hay que jeringuiarle la pita.
Rubén Darío Acevedo es malo porque es uribista. El general Leonardo Barrero fue designado por el Gobierno Nacional como director del plan de protección para líderes sociales y periodistas, y se vinieron los de la oposición a vetarlo en segundos. Iván Duque, cuando nominó la terna para fiscal recibió la noticia de que la Corte Suprema de Justicia la devolvió, dizque porque había dos personas inhabilitadas. Cuando designó el presidente como ministro a Alberto Carrasquilla, el senador Jorge Robledo dijo que “me opongo, porque es un neoliberal hasta el tuétano y es otro de los mismos con las mismas”. Y cuando el presidente dio a conocer el nombre de Guillermo Botero como ministro de defensa, salió Gustavo Petro a poner el grito en el cielo.
Bueno… palo porque bogas y palo porque no bogas. Nadie sirve, todo el mundo está impedido, todos están inhabilitados, todos tienen conflictos de interés, todos están untados, todos son susceptibles de ser recusados, ninguno tiene méritos, todos tienen rabo de paja. Estas cosas son las que mantienen vigente la polarización y conducen a la ingobernabilidad de Colombia. Para la oposición, Duque es el subpresidente. ¿Se ve respetable ello? Así no podemos señores…