Otra revolución

Autor: Pedro Juan González Carvajal
15 octubre de 2018 - 09:03 PM

Las humanidades deberán ayudar a encarrilar el devenir de los impactos y los efectos que se nos vienen y cuya dimensión no tiene antecedentes en la historia de la humanidad

“En el siglo XIX, la revolución industrial generó nuevas condiciones y problemas que ninguno de los modelos sociales, económicos y políticos existentes podía resolver. El feudalismo, la monarquía y las religiones tradicionales no estaban preparados para gestionar las metrópolis industriales, a los millones de obreros desarraigados o la naturaleza siempre cambiante de la economía moderna. En consecuencia, la humanidad tuvo que desarrollar modelos del todo nuevos (democracias liberales, dictaduras comunistas y regímenes fascistas) e hizo falta más de un siglo de guerras y revoluciones terribles para probar estos modelos, separar el grano de la paja y poner en marcha las mejores soluciones. El trabajo infantil en las minas de carbón dickensianas, la Primera Guerra Mundial y la Gran Hambruna Ucraniana de 1932-33 solo fueron una pequeña parte de la cuota de matrícula que la humanidad pagó. El reto que la infotecnología y la biotecnología plantean a la humanidad en el siglo XXI es sin duda alguna mucho mayor que el que en épocas anteriores supusieron las máquinas de vapor, los ferrocarriles y la electricidad. Y dado el inmenso poder destructor de nuestra civilización, no podemos permitirnos más modelos fallidos, guerras mundiales ni revoluciones sangrientas. Esta vez, los modelos fallidos podrían acabar en guerras nucleares, monstruosidades diseñadas genéticamente y un colapso completo de la biosfera. En consecuencia, tenemos que hacerlo mejor de lo que hicimos cuando nos enfrentamos a la revolución industrial”.

De la manera luminosa como solo él es capaz de narrar los aconteceres históricos, Yuval Noah Harari advierte lo que sobrevendrá cuando el impacto de la nueva revolución, ahora la informática y sus variantes, deba ser asimilada por los ciudadanos del mundo actual, del mundo globalizado.

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La técnica y los técnicos están en el curubito y tocan el cielo cuando se habla de Cloud Computing, Movilidad y Dispositivos Inteligentes, Big y Little Data / Analytics, Ciberseguridad, Impresión 3D, Inteligencia Artificial y Algoritmos, Realidad Aumentada, Realidad Virtual, Reconocimiento Facial, Touch y Robotización entre otros varios aspectos.

El impacto de lo que está sucediendo en algún orden de magnitud se evidencia con este ejemplo que muestra las velocidades de crecimiento de algunos dispositivos a través del tiempo: Para alcanzar 100 millones de usuarios, el teléfono fijo se demoró 75 años, el teléfono móvil 16 años, el Internet 7 años, Whatsapp 3.5 años y Pokemon Go 25 días.

Ahora que se habla de la crisis de las Humanidades, considero que lo que está en crisis es la Academia y obviamente los Académicos, por el proceso de mercantilización de todo lo que gira a su alrededor, con las obvias y maravillosas excepciones que se dan como en cualquier actividad humana. Y es que a las Humanidades les corresponde marcar el rumbo para poder entender, asimilar y poner a funcionar los impactos de esta nueva revolución, que ni es la primera, ni será la última. Filosofía, Historia, Sicología, Sociología, Demografía, Economía, Administración, entre otras varias disciplinas, deberán ayudar a encarrilar el devenir de los impactos y los efectos que se nos vienen y cuya dimensión no tiene antecedentes en la historia de la humanidad.  Per sé, una empresa o institución que se dedica a la educación o a la capacitación o a la instrucción, no necesariamente adquiere la dimensión de la Academia, así como aquellas personas que son dueñas de este tipo de entidades o aquellos que laboran en ellas en el campo administrativo o docente, tampoco lo son. Un profesional sin vocación que como escampadero dicta clases, es decir, un catedrático, no necesariamente es un académico.

Recordemos que la Academia es una “Institución oficial constituida por personas destacadas en las letras, las artes o las ciencias, que realizan colectivamente determinadas actividades”. También se puede entender como una “Sociedad científica, literaria o artística establecida con autoridad pública y como establecimiento docente, público o privado, de carácter profesional, artístico, técnico o simplemente práctico, además de identificar el término con la reunión de sus componentes (los académicos) y con el edificio que la aloja”.

“Se alcanza a ser académico desde la sedimentación de una biografía científica ya en plena madurez intelectual y en plena capacidad magistral de docencia e investigación. Ser académico es, además de un honor, una nobleza intelectual”.

En el mundo de los títulos, está bien que las Universidades e Instituciones Universitarias faciliten el acceso al conocimiento empaquetando y conectando niveles: Quien haga una Especialización capitaliza algo para la Maestría y quien hace una Maestría capitaliza algo para un Doctorado.

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Siempre y cuando no se atente contra la calidad académica y el verdadero alcance de cada nivel, esto puede realizarse. Lo que hay que tener cuidado es con la serie de ofertas usualmente del exterior que ofrecen dizque Doctorados en un año: eso es una estafa y no es posible que el Ministerio de Educación convalide este tipo de títulos mentirosos.

 

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