Esa oposición tiene en la mira el poder local y regional este año para llegar a la presidencia en el 2022. En estos dos debates electorales se juega nuestra democracia. Ellos jamás permitirían oposición a su régimen.
En una sociedad compleja, rebosante de grupos de distinta índole, sociales, políticos, económicos, culturales, étnicos, religiosos, etc., la pluralidad de intereses es la esencia de su interacción; la manera como aquella se da es la clave de su funcionamiento y, finalmente, de su supervivencia.
Estas sociedades pueden ser abiertas o cerradas.
Las primeras, llamadas democracias liberales, se caracterizan por permitir la expresión libre de los grupos que la componen, con la única limitación de que no impongan a los otros sus visiones del mundo. Es decir, son plurales. En ellas hay derechos fundamentales que se soportan en el campo político, en la posibilidad de competir por el gobierno, a través de un sistema electoral razonablemente limpio y periódico que garantice la transparencia del sufragio y, que, los que lo alcancen, lleguen a ejercerlo. Y que una vez ejercido, si lo pierden en una justa electoral, lo entreguen al vencedor. Poseen estos sistemas, además, una división de poderes, independientes entre sí, para evitar que el mando se concentre, pero cooperativos, para que el estado funcione.
Las segundas, reducen la diversidad mediante el sometimiento a un modelo de gobierno excluyente, en el que prima un solo grupo, sus concepciones de vida y su lucro, por razones políticas ideológicas, religiosas, criminales, o una combinación de ellas (que es lo que generalmente ocurre). Son regímenes totalitarios, que no toleran la oposición y persiguen a todo aquel que no está de acuerdo ni se comporta como ellos exigen.
La superioridad de las democracias sobre los regímenes totalitarios está fuera de toda discusión. Y es un hecho que su mera existencia es un estorbo para ellos. Son dos sistemas incompatibles que subsisten en un delicado equilibrio en la sociedad internacional, aun después de la derrota del socialismo en 1990, porque su fin dejó remanentes que se niegan a desaparecer y/o se transforman en camarillas que ejercen su dictadura en economías de mercado, o simplemente se convierten en mafias que viven de actividades criminales. Y porque se han consolidado algunos regímenes teocráticos. Esa convivencia precaria tiende a romperse o entra en crisis cada cierto tiempo, y ahora estamos viviendo una de ellas con el enfrentamiento de Estados Unidos con China y Rusia e Irán. Y en el vecindario, con las tensiones entre USA y el Grupo de Lima, con Venezuela.
En varias ocasiones he escrito que las democracias tienen un punto débil relacionado con la manera como se lleva a cabo la oposición. Hay una oposición leal al sistema, compuesta por partidos y personas que pueden discrepar del sector que está en el gobierno, pero defienden el orden institucional. Pero existe otra, que es desleal y que aprovecha las garantías que ofrece el estado de derecho, para socavarlo y tumbarlo.
Esa es la que practica un sector en nuestro país, empeñado en convertir nuestra nación en una dictadura marxista, a como dé lugar y en estrecha alianza con el régimen de Maduro. Es la que va a paro porque está contra una invasión a Venezuela, a pesar de que el gobierno ha dicho que no comparte esa salida. O paraliza sus actividades porque están matando a líderes sociales, lo que, en efecto, ocurre por acciones protagonizadas por las guerrillas y otras organizaciones ilegales que luchan por control territorial, y contra las que no se manifiestan los promotores del paro; organizaciones que están siendo combatidas por el gobierno para preservar las vidas de esos dirigentes. La que cesa sus actividades porque el Esmad se defiende de las agresiones que sufre de algunos de los que promueven esa protesta y protege a la sociedad y los bienes públicos; la que critica a la esposa del presidente por la ropa que usó durante la visita que hizo Duque a Trump; la que arremete contra Hidroituango, pero calla contra los más de cien atentados contra la infraestructura petrolera.
Esa oposición tiene en la mira el poder local y regional este año para llegar a la presidencia en el 2022. En estos dos debates electorales se juega nuestra democracia. Ellos jamás permitirían oposición a su régimen. Así están las cosas.