Su cuerpo fue hallado sin vida en la mañana de ayer en su casa de residencia. Las causas del deceso son investigadas por las autoridades. Consternación por un hecho que enluta la Feria de Manizales.
Andrés de los Ríos volvió a ser noticia en la Feria de Manizales. Pero esta vez para dar cuenta de su muerte, con apenas 35 años de edad y en circunstancias que son materia de investigación por parte de las autoridades, que encontraron el cuerpo sin vida en su residencia del barrio La Francia, al occidente de la capital de Caldas.
El hecho se produjo a pocos días del aniversario de la apoteósica corrida en la que Andrés de los Ríos tomó la alternativa como matador de toros, la mañana del jueves 5 de enero de 2006. Entonces sí que fue noticia en plena Feria, pues mientras él salía a hombros y en olor de multitudes de un festejo atípico por la hora en que se celebró, dos consagradas figuras, César Rincón y “El Cid” lo miraban y lo aplaudían.
El joven torero manizalita se llevó a la tumba su sentir sobre lo que vino después de ese día en su carrera que, como la de casi todos los toreros colombianos, se convirtió en una búsqueda incesante de unas oportunidades cada vez más esquivas. Búsqueda en la que las frustraciones se acumulan. Es larga la lista de quienes, cansados, han optado por el retiro. Pero más larga aún la de quienes luchan incansablemente, aupados por una mezcla de pasión, afición y necesidad material y espiritual.
El dolor de muchos de los aficionados a la fiesta brava se acrecienta al recorrer la trayectoria del diestro y recordar que, a comienzos del nuevo milenio, era él justamente el llamado a tomar el relevo de César Rincón. Luego de iniciar su formación en la Escuela de Tauromaquia de Cali, De los Ríos viajó a la Escuela de Madrid donde no tardó en hacerse notar por sus finas maneras.
La primera noticia que se tuvo de él en Medellín fue el 3 de febrero de 2002, cuando en la novillada de la Feria de La Macarena, cortó cuatro orejas y salió a hombros al lado de sus dos alternantes, Francisco Aures y Juan Pablo Pérez.
Aquella tarde, en la que se lidiaron reses de Rocha Hermanos, algunos en el tendido hablaban de la “reencarnación” de “El Viti”, de un nuevo Paco Ojeda o de un nuevo “Joselito”.
Esos buenos oficios le abrieron las puertas de Las Ventas de Madrid, donde actuó como novillero el 20 de junio de 2004.
Tales comparaciones y otras más se volvieron a escuchar la mañana de su alternativa, en la que un Andrés de los Ríos con sobredosis de ansiedad y nervio, pues la corrida de su doctorado había sido aplazada la tarde anterior por fuerte lluvia, dejó en el callejón sus temores y ante el toro “Fraile”, de la ganadería de Ernesto Gutiérrez, expuso otra vez la pureza de su qué hacer, dibujando sobre la arena grisácea de una plaza Monumental abarrotada, toda su inspiración.
Lo que vino después, sin embargo, fue el vacío. Andrés de los Ríos entró en el círculo vicioso de torear poco, no triunfar y no ser contratado. Primero tuvo algunas corridas en México y las principales ferias de Colombia, pero después hasta eso se vino a menos: el resultado lógico de no ejercer es perder la forma, el “sitio” como se dice en el argot y quién sabe si hasta la “ilusión”, esa palabra tan de los toreros que retrata muy bien lo que es la vida de estos profesionales: la ilusión de triunfar, la ilusión de figurar, la ilusión de un buen toro.
En 2017, para refrendar el bache en el que había caído su carrera, Andrés de los Ríos actúo en el ciclo Toros y Ciudad, el 15 octubre en busca de un lugar en la presente Feria de Manizales, que no se dio. Y el 12 de noviembre de 2017 en la plaza de Cañaveralejo, en la Feria de Toros para Todos, que hace parte de la preferia de Cali, se vistió por última vez de torero.
Sin cupo en las ferias grandes, tal vez no quería ver más los toros desde la barrera.