Hace 50 años tuvo lugar el plebiscito que aprobó la iniciativa del Frente Nacional, FN, que instauró la alternancia en el poder entre los partidos liberal y conservador, durante 16 años, de 1958 a 1974, para poner fin a la guerra civil que enfrentaba a esas dos agrupaciones, y con ellas, a los colombianos desde 1948.

El plebiscito fue un salto cualitativo de la democracia colombiana, quizá el más importante de su historia, porque introdujo el voto femenino, con lo que comenzó la inclusión de la mitad de la población colombiana en la política. Desde entonces, a pesar de las dificultades y tropiezos, las mujeres han ido ganando visibilidad y presencia en la sociedad, en campos como el trabajo, la educación, que han significado avances en la emancipación y la autodeterminación de su propia existencia, aunque todavía falta mucho para que podamos hablar de iguales derechos, no solo sobre el papel, sino en la realidad, en razón de ciertas ideologías, algunas creencias y la existencia de tradiciones culturales de raigambre patriarcal y de prácticas criminales, muchas veces envueltas en palabras que hablan de igualdad y libertad de género.

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Todavía se discuten las causas de la Violencia (como se llamó popularmente) fratricida que enfrentó a esos dos partidos. Mi hipótesis es que viene de la división de la élite criolla que dirigió el proceso de independencia frente a España, por razones ideológicas -napoleonismo imperial bolivariano vs republicanismo santanderista, centralismo vs federalismo, clericalismo vs laicismo, proteccionismo vs libre comercio- pero también por intereses personales, el deseo de mantener y monopolizar privilegios ancestrales, y muy especialmente, por la incapacidad de llegar a acuerdos estables de gobernabilidad.

Por eso, el Frente Nacional fue tan importante. Logró un arreglo de gobernabilidad que abrió el espacio a la paz. Sí, fue un acuerdo de élites para repartirse el poder, un pacto consociacional, como se llama en teoría política. Muchos han dicho que fue excluyente, pero facciones distintas a los partidos liberal y conservador tuvieron representación en el congreso (asambleas y concejos) -el Partido comunista en las listas del Movimiento Revolucionario Liberal y la Anapo, con sus propias listas- y con participación como oposición. ¿Cómo, si ésta e permitió, se puede hablar de que el FN fue excluyente? Puede que no haya sido totalmente incluyente, pero si lo fue en gran medida porque las fuerzas de oposición se manifestaron y actuaron de manera decisiva en la vida nacional. Y por ese precio, se gano la paz partidista en Colombia.

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Por desgracia, y por los avatares de la Guerra Fría, fue imposible aclimatar la paz social. Otra violencia, camuflada al principio en la contienda bipartidista, se larvó, cumpliendo las consignas de la Unión Soviética, desde 1949, cuando el partido comunista crea las autodefensas campesinas, justificadas como lucha por la tierra y la liberación nacional del imperialismo yanqui. Construyeron repúblicas independientes y rechazaron cualquier intento de negociación, durante el gobierno de Rojas Pinilla y luego en el FN. Es una violencia distinta, sustentada en la lucha de clases y con el objetivo de cambiar el sistema democrático por una dictadura del proletariado. El narcotráfico permitió que esta anomalía histórica, luego de la caída de la Unión Soviética en 1991, persista hasta nuestros días, convertida en una empresa criminal, ahora justificada y empoderada por la negociación de Santos con las Farc y el Eln, que terminará por destruir nuestro estado de derecho, convirtiéndolo en una narco dictadura socialista, si no logramos realizar los tres referendos que tumbarán las partes negativas de ese Acuerdo y si no ganamos las elecciones de 2018, con presidente y mayoría en el congreso. Ese es el objetivo de la Alianza para la Reconstrucción de Colombia. No es un acuerdo como el FN, pero deberíamos pensar en un acuerdo entre las fuerzas que lo conforman, que pudiese mantenerse a 8 ó 12 años, para garantizar que se realicen todas las tareas que la reconstrucción del país requiere y para que podamos insertarlo definitivamente en el siglo XXI.

Y en este esfuerzo, el papel de las mujeres será determínate porque tiene la mitad de la capacidad de decisión. Llegó la hora de salvar lo ganado y de ganar más terreno en lo político e igualdad en los social. Apoyar esta alianza es el camino. ¿O prefieren las mujeres que el discurso sobre sus derechos lo lideren los responsables de crímenes de lesa humanidad referidos a la violencia sexual y al abuso de menores provenientes de la nueva élite de la extrema izquierda?