Un gobernante no puede imponer su amor por el ciclismo como una política de estado. Y una entidad, como el área Metropolitana, tampoco
Dos acontecimientos han dominado el panorama nacional: la epidemia de coronavirus, las restricciones a la movilidad.
La pandemia del coronavirus llegó a Colombia y hasta el sábado en la mañana iban 18 casos en apenas una semana. A pesar de su baja letalidad -menos del 2%- si no existen las medidas adecuadas de contención y mitigación, la epidemia terminará por paralizar las actividades normales del país, golpeará fuertemente la economía y podría generar pánico. Pero las autoridades están tomando las medidas que perecen adecuadas y la pandemia ha sido analizada durante toda la semana, por importantes científicos, salubristas y expertos, por lo que lo dejaré de lado hoy.
En cambio, las medidas tomadas en Medellín por el organismo llamado Área Metropolitana y, en Bogotá, por la Alcaldía y la Secretaría de Salud, para enfrentar la alta contaminación por material particulado, sí que requieren un análisis en este espacio de opinión. Esto, a pesar de que la pandemia impondrá, durante algún tiempo, nuevas condiciones de movilidad o inmovilidad, pues, algún día volveremos a la normalidad y las medidas de protección ambiental que se han tomado respecto a vehículos, volverán a ponerse a la orden del día.
El Pico y Placa en las distintas ciudades es algo que viene muy de atrás, ahora adobado con los pico y placa ambientales, con el objetivo declarado de disminuir la carga de dichas partículas que han aumentado su concentración hasta hacer el aire francamente dañino para la salud.
La premisa de esa medida es que, en gran porcentaje, son los vehículos que ruedan por estas ciudades, los responsables de dicha contaminación, y con ello se justifica sacarlos, por tiempos prolongados, de las calles. Veamos si ello corresponde con la realidad:
En artículo publicado la semana que acaba de finalizar, El Colombiano trae los siguientes datos: “Según el inventario de Emisiones Atmosféricas de 2016, realizado por esta entidad [Área Metropolitana] y la Universidad Pontificia Bolivariana, el 82% de emisión de contaminantes proviene de fuentes móviles (31.5% volquetas, 31.2% camiones, 19% motos, 9.1% buses especiales, 3.7% tracto camiones, 2.7% autos, 1.2% buses, 0.7% taxis especiales, 0.6% motos de dos tiempos y 0.3% taxis).
Por otro lado, el 18% de la emisión de contaminantes proviene de fuentes fijas como las empresas de producción industrial” (https://bit.ly/2Wpu5Oz).
Todo parece indicar que las cifras permanecen iguales o similares, pues no encontré en la web del Área Metropolitana trabajos más recientes. A esto habría que sumar las partículas que producen, por ejemplo, incendios forestales en el país, que son arrastradas a estas ciudades, hecho que corroboró el alcalde Quintero, quien pidió que se apagaran dichas conflagraciones como una medida real para bajar el nivel de contaminación de Medellín.
Por eso, uno no se explica que si los automóviles particulares producen apenas el 2.7% de las emisiones, mientras que las volquetas el 31.5%, los camiones 31.2%, y las empresas industriales el 18%, sean aquellos los que tengan que cargar con una restricción que, a todas luces, parece desproporcionada. Si se apelara a la matemática de coquito, la solución sería aplicar a cada sector contaminante, el porcentaje del que es responsable. Sobre 24 horas, las volquetas deberían tener un pico y placa del 31.5. %, es decir, 7.6 horas al día; los camiones, 7.50 horas; las empresas industriales y las motociclistas de 4 tiempos, 4.3 horas; los carros particulares, 40 minutos; las motos de 2 tiempos y los taxis, prácticamente, nada. No entiendo cómo el alcalde Quintero, que había expresado sus cuestionamientos al pico y placa existente, ahora sea uno de los que lo promueven.
Las conclusiones, además, son apabullantes: hay que concentrase en acabar, en primer lugar, en el menor plazo posible, la carga contaminarte de volquetas y camiones, porque son el principal foco de contaminación. Sanciones verdaderas y fuertes a los dueños de los vehículos que más contaminen y seguimiento de su desempeño, acompañadas de políticas de sustitución concertadas con sus propietarios.
Habría que tomar, concomitantemente, por supuesto, otras: El mejoramiento del transporte público con energía sostenible es indispensable, si se quiere que más usuarios del transporte privado se pasen a ese servicio, pero eso requiere un plan a largo plazo que ya debería estar sobre la mesa; pasar a electricidad la flota de carros y buses oficiales y los nuevos taxis que entren a servicio, así como incentivar el paso a eléctrico de los nuevos carros particulares. Claro está, sancionar drásticamente a las plantas industriales contaminantes, pero consensuando con ellas un plan de mejoramiento, que debe ser obligatorio cumplimiento una vez acordado. Y, claro está, impulsar con el gobierno central un plan nacional de prevención y extinción de incendios en el sur y suroriente del país, en verano.
También se sigue que achicar las calles para ciclo rutas, no es una salida, porque no se trataría de sacar de las calles a los que menos contaminan. Yo entiendo que hay que promover el uso de la bicicleta, pero no porque sea incompatible con el de los autos particulares. ¿Los gobiernos municipales se harán cargo de los riesgos de contaminación de los ciclistas? Pues incentivar el crecimiento del ciclista sin previas medidas de protección ambiental, es, de verdad, ponerlos en riesgo.
Un gobernante no puede imponer su amor por el ciclismo como una política de estado. Y una entidad, como el área Metropolitana, tampoco. Y, muchos menos, tomar medidas arbitrarias que lesionan los intereses de cientos de miles de ciudadanos que pagan sus impuestos de rodamiento sagradamente. O ¿es que hay alguna política no conocida para acabar con el uso de los vehículos particulares?