La grave sanción al Centro de Memoria Histórica recae también sobre el Gobierno nacional, para sumar al sorprendente cúmulo de desaciertos en el manejo de las relaciones internacionales.
No es creíble que Rubén Darío Acevedo, el flamante director del Centro de memoria histórica, desconociera la membresía de la red de memoria más importante del globo y fundamental para el trabajo de esa institución en Colombia. Su apatía nos dejó, como país, por fuera de un escenario de las connotaciones de la Coalición internacional de sitios de conciencia.
En entrevista al diario El Tiempo, el pasado 4 de febrero, el señor Acevedo señala que nunca actuó de mala fe; que se trató de un error que pronto se enmendará, y agrega que él siempre ha reconocido el conflicto. La realidad es que muchos estudiosos del tema e investigadores saben que desde que llegó al Centro de Memoria ha orientado sus esfuerzos a desmontar los avances alcanzados en ese campo para esclarecer los hechos que han marcado los más de 50 años del conflicto armado que soporta el país.
El despido de una buena cantidad de funcionarios que hicieron importantes aportes a los procesos que apuntan a la consolidación del Centro de memoria, al igual que el ataque a los excelentes resultados entregados por la administración anterior, demuestran cuál es el espíritu que anima su gestión: amañar los hechos a la verdad que quiere imponer la derecha, para de paso exonerar de culpa a muchos terceros responsables.
Su tozuda negación de la existencia de los falsos positivos, de las responsabilidades de la fuerza pública en estos y otros casos y la poca importancia que ha dado al accionar del paramilitarismo con gravísima afectación para infinidad de víctimas, perfilan al director como exponente de la ideología uribista más recalcitrante.
Reafirma esta faceta al pregonar que la entidad a su cargo debe hacer un giro en su enfoque y dedicarse más de lleno al problema de las víctimas entre la fuerza pública originado por ataques terroristas, como es el caso de las minas antipersona. Criterio válido, pero no a costa de esconder lo sucedido durante estos 50 años de conflicto armado, o dejando de lado a más de ocho millones de víctimas que esperan que se conozca la integralidad del conflicto y no solo aspectos aislados. Adoptar esta visión es asumir que las únicas víctimas son los militares y que lo demás hace parte del accionar terrorista. Acevedo sostiene que esta era una “desviación” que cargaba el Centro de memoria histórica.
Hago notar que esta grave sanción, proveniente de tan distinguida entidad internacional, recae sobre la institución, pero sobre todo sobre el Gobierno Nacional, para sumar al sorprendente cúmulo de desaciertos cometido en el manejo de las relaciones internacionales. Además, se inscribe en la errónea estrategia del gobierno de Iván Duque de minimizar para desmontar los acuerdos de paz, negando la existencia del conflicto armado. Debo recordar que el señor Acevedo viene de prácticas extremas de la izquierda, pero luego adhirió a la extrema derecha para combatir con todas sus fuerzas a quienes otrora representó: ¿típico arrepentimiento del pasado, que busca borrar de tajo, sin importar lo que arrastre en su afán de denigrar? ¡¡De pronto lo expulsan del CD por derechista!!
Como lo he sostenido en este espacio, lo sucedido con el Centro de memoria bajo la dirección de Acevedo no es aislado, se relaciona con la pretensión del gobierno de desmontar o al menos menguar el poder de la JEP, maniobra que en buen momento hundió el Congreso de la República. Tampoco se puede desligar de la abrupta decisión de parar todos los desarrollos legislativos derivados de los acuerdos de paz y mucho menos la negación de las curules para las víctimas del conflicto armado, que muchos congresistas quieren hoy aprobar, revés que tanto ha conmovido a la comunidad internacional. Es decir, la estrategia del gobierno se viene derrumbando y la deviación de los objetivos del Centro de memoria es otra maniobra, encomendada a Acevedo, para seguir golpeado la implementación de los acuerdos de paz.
Esta sanción internacional debería tener consecuencias que lleven a un cambio de rumbo en ese Centro. Viraje que también esperamos del presidente Duque en cuanto a su administración, que incluya la decisión de encarrilar el proceso para llevarlo a la construcción de la real memoria que el conflicto armado requiere. Que no prospere la visión infamante y politizada con la que hoy se pretende manejar la entidad.