La presencia de las llamadas guerrillas en Venezuela ya es un hecho reconocido abiertamente por la dictadura, así como su utilización para coordinar desde allá sus acciones terroristas
La crisis con Venezuela está desbordándose. Desde esta columna llevo un buen tiempo señalando que la dictadura bolivariana es la principal amenaza externa de Colombia, ligada indisolublemente al mayor desafío interno a nuestra soberanía interna, la alianza narco Farc – Eln y otras bandas criminales, que trabajan aquí y allá con Maduro y sus generales.
La historia reciente de Colombia dice que Chávez, dentro de su proyecto continental, tenía como prioridad tomarse gran parte del territorio colombiano: la Guajira, Norte de Santander y gran parte de los Llanos Orientales (ver el artículo 10 de la Constitución Bolivariana) y, sobre esa base, revivir la Gran Colombia, como un Estado, siendo la integración entre Colombia y Venezuela, el primer paso.
Eso explica por qué el coronel golpista intentó meter sus manos en el llamado intercambio humanitario entre las Farc y el gobierno de Uribe, y lo hizo hasta tal punto que el mandatario colombiano tuvo que sacarlo con caras destempladas de la negociación que estaba en curso. En ese momento quedó claro lo que no necesitaba claridad alguna: que las Farc tenían vínculos con el chavismo. Y con la atención concentrada en el accionar de ese grupo y en esa relación, el Eln, una guerrilla derrotada, aprovechó para afincar a su dirección en ese país, se puso a salvo y esperó el momento preciso para reinventarse, bajo la protección y complicidad del tirano.
Cuando hay dinero por montón, al que se accede sin ningún control institucional, la ideología suele dar paso al negocio sucio disfrazado de altruismo. En este caso, la dirigencia venezolana y la guerrilla colombiana se convirtieron en revolucionarios de palabra y narcotraficantes de hecho. Y es que estos grupos y el gobierno venezolano no sólo tenían afinidades ideológicas, sino, sobre todo, de negocios de la cocaína, ya durante la presidencia de Chávez.
La muerte de este no detuvo el flujo comercial, sino que lo afirmó con Maduro. Y mientras la economía venezolana se destruía, la riqueza del primer círculo del dictador aumentaba con el robo de los principales activos de la economía de ese país y la riqueza extraordinaria que venía del narcotráfico.
Pero el saqueo y la expoliación de las riquezas del pueblo venezolano, así como la represión generalizada, pusieron a esa plutocracia cimentada en la pobreza de sus ciudadanos, en crisis. La gente se ha venido rebelando y la comunidad internacional ha venido cercando a esa mafia. Pero el esfuerzo no ha sido suficiente para derrotarla y no es previsible a corto o mediano plazo que lo sea.
Y en este escenario, debilitar a Colombia y prepararse para una guerra, si lo consideran necesario, es crucial para ellos. Por eso apadrinaron a Santos en las negociaciones con las Farc, cuyo resultado fue un triunfo no sólo para las llamadas guerrillas (las Farc, pero también el Eln y el Epl, que crecieron de manera significativa) sino, también, para los delincuentes venezolanos del régimen bolivariano, pues en conjunto lograron debilitar las instituciones democráticas y reducir, casi desarmar y desmoralizar a nuestras fuerzas armadas. Y como si fuera poco, obtuvieron un aumento descomunal en las áreas de siembra y en la producción de cocaína y el surgimiento de señores de la guerra que balcanizan nuestro territorio.
La estrategia madurista tiene, al menos, tres elementos: el despliegue de armas estratégicas que apuntan hacia nosotros, asegurando superioridad tecnológica y capacidad de fuego y destrucción, como lo demuestran los ejercicios que se hacen actualmente en la frontera; la guerra diplomática que neutralice o debilite el apoyo de la comunidad internacional a nuestra posición, en lo cual han sido relativamente exitosos porque el Consejo de Seguridad no tomará medidas de fuerza contra Venezuela, y la OEA, con la activación de TIAR, tampoco; y el uso de las Farc, el Eln y el Epl como paramilitares en Venezuela, para apuntalar a Maduro y como quinta columnas para sabotear la economía, causar terror, distraer a las fuerzas militares de la amenaza externa. La presencia de las llamadas guerrillas en Venezuela ya es un hecho reconocido abiertamente por la dictadura, así como su utilización para coordinar desde allá sus acciones terroristas. Alias Márquez, Santrich, el Paisa y la cúpula del Eln tejen allá una alianza para continuar el narcotráfico y el terrorismo en Colombia.
Y habría un cuarto elemento: infiltrar en los centenares de miles de inmigrantes, agentes provocadores, espías, refuerzos para las guerrillas, mano de obra para el narcotráfico y todo tipo de actividades delictivas en nuestro país.
Pero ¿qué hacen el estado para enfrentar estas amenazas? En estos días el canciller y el embajador de Colombia en USA dijeron que ese país garantizaría apoyo militar en caso de una intervención venezolana. Mala cosa. No sé si un ataque de nuestros vecinos ocurriría, porque eso depende principalmente de variables globales cuyos hilos manejan USA, China, y en menos medida Rusia. Pero podría suceder y la literatura dice que la defensa debe tener planeados todos los escenarios pensables y la respuesta en cada uno de ellos.
Ahora bien, el principal peso de la defensa del país no puede recaer en un aliado por poderoso que sea, porque, aunque haya muchas coincidencias entre los intereses estratégicos entre los dos países, eso no determina necesariamente que obtengamos el apoyo que necesitamos, pues Estados Unidos es el principal actor global militarmente hablando y tiene desafíos en otras partes que lo pueden hacer considerar una agresión venezolana contra Colombia como algo no prioritario. Y aunque esa consideración es remota, hay que pensar que los golpes recibidos en los primeros episodios de un enfrentamiento armado suelen ser decisivos y hay que tener como prevenirlos y rechazarlos inmediatamente. Porque cuando llegue la ayuda, ya habremos perdido infraestructura y recursos invaluables, que nos debilitarían aún más. Yo no conozco, por supuesto, los planes que tengan los responsables de la defensa del país; pero, en lo que se conoce públicamente, no tiene aviones de combate adecuados, ni sofisticados sistemas de misiles, ni tanques, ni radares de últimas generaciones, porque Santos se encargó de semidestruir a nuestras fuerzas armadas. En este campo, tengo la sensación de que vamos tarde y muy lento. Ojalá me equivoque.
Ya el Estado está reaccionando adecuadamente frente a la amenaza de los grupos narco de todos los pelambres, y parece claro que estos centraran sus acciones en las ciudades con base en el terrorismo. La batalla en la comunidad internacional hay que seguirla librando, pero no estoy seguro de que sea exitosa. Y en cuanto a la inmigración, los mecanismos de filtro tendrán que ser efectivos, si existen, para ayudar a nuestros hermanos, pero sin que nos golpeen los delincuentes enviados por Maduro. ¿Cómo? No sé.
En conclusión, estamos más solos de lo que parece y lo que ocurra depende, principalmente, de nosotros mismos