La tela de los uniformes de guerra ahora es un emblema de paz, de un nuevo comienzo, de una nueva oportunidad.
Francy Restrepo es, en sus propias palabras, “orgullosamente campesina”. Su figura y su actitud, de decir las cosas como las piensa, sin ambigüedades, son el reflejo de la fortaleza de esta mujer del campo, que también es madre, líder social de un sindicato agrario del Cauca y víctima del conflicto. Ella, lo dice con convicción, piensa que todos debemos aportar a la construcción de la paz en nuestro país y por eso está haciendo su aporte. Uno que ni el mismo Estado ha logrado consolidar eficientemente.
Francy, convocada por otros dirigentes campesinos, llegó al Espacio territorial de capacitación y reincoporación (Etcr) de la vereda de Monterredondo, en Miranda, Cauca, para conocer la situación de los excombatientes en este territorio y, allí, revisar cómo podían aportar a la reconciliación y reincorporación. Según me cuenta, durante la visita, al ver a una mujer visiblemente triste, decidió acercársele y entablar una conversación. Así fue como conoció a Mónica, la compañera sentimental de un excombatiente, una mujer agobiada al ver que su hija era señalada por tener un padre guerrillero y por vivir en unas condiciones difíciles, pues en su habitación en el Etcr, ante cualquier lluvia, “el agua se les entraba por arriba y por abajo”, me explica Francy, quien después dice que las condiciones de alimentación y económicas también eran deplorables.
Conmovida por este caso, Francy decidió aplicar sus conocimientos empíricos en la creación de muñecas de tela para formar a las excombatientes y parejas de los exguerrilleros para, así, empezar un proyecto productivo con ellas y, de esta manera, apoyarlas en esta nueva etapa de la vida. Sin embargo, aunque la máquina de coser era prestada por ella misma, el primer problema con el que se encontraron fueron las telas y los materiales… no los tenían. El esposo de Mónica donó uno de sus camuflados de guerra y así nació la primer “muñeca combatiente por la vida”. Y de la dificultad, nació la inspiración para resignificar la tela de los uniformes de guerra y usarla ahora como emblema de paz, de un nuevo comienzo, de una nueva oportunidad.
Giovanny, un excomandante de la guerrilla, se acercó a las participantes del proyecto al ver sus primeros pasos y, de sus propios recursos, donó $400.000 para darles el ‘empujoncito’ que necesitaban. Después, fueron entidades internacionales las que le dieron un nuevo aire vital. “Nadie nos había dado una aguja hasta que llegó la cooperación internacional y nos donó unas máquinas nuevas y materiales para seguir adelante. Este es un proyecto al que ahora vienen y visitan muchas entidades nacionales a querer sacar pecho, como habla Francy; esto fue cooperación internacional, apoyando una iniciativa autónoma”, destaca, hablando de sí misma en tercera persona, y renegando de la paquidermia y burocracia gubernamental.
Lastimosamente, este proceso no solo trajo oportunidades y nuevas amistades al Etcr. Francy fue desplazada de Corinto, de donde fue amenazada recientemente, por apostarle a la reconciliación y a iniciativas como esta –me dice–, y ahora vive en el Espacio territorial con las demás compañeras del proyecto, para no dejar de lado este proceso que ya empezó.
“No son solo muñecas”, concluye con determinación Francy. “El contexto de estas muñecas es: está la muñeca campesina, está la muñeca indígena, está la muñeca del pacífico y está la muñeca reincorporada. Todas le apostamos a la paz. Todas, de un lugar u otro, de una manera u otra, hemos estado luchando por defender causas similares”.
Al reconocer estas experiencias… proyectos productivos liderados por excombatientes, líderes campesinos y apoyados con recursos de cooperación internacional, se evidencian los esfuerzos y el empuje que algunos siguen teniendo por la construcción de paz y la dejación definitiva de las armas. Los vacíos que deja el Estado, históricamente en muchos territorios rurales de Colombia, son llenados por campesinos y líderes que sacan adelante desde iniciativas como estas hasta centros de salud, carreteras, acueductos y bibliotecas para sus comunidades.
Nota de cierre: hablando de bibliotecas… la tan mencionada Ley de Financiamiento también podría dejar a las 1.500 bibliotecas de la Red Nacional sin recursos suficientes para actualizaciones de dotaciones de material bibliográfico, nuevas tecnologías, impulso a proyectos, entre otros programas que, se ha demostrado, dan frutos reales no solo en el crecimiento índice de libros leídos, sino también en la movilización de capital social en las comunidades. Hay que estar vigilantes a todos los detalles de esta Ley, porque cada vez tiene nuevas sorpresas desagradables. Y, también, hay que seguir defendiendo la labor de las bibliotecas públicas del país.