USA y nosotros tenemos coincidencias estratégicas en seguridad nacional: las amenazas del narcotráfico y el asalto a un estado liberal de economía de mercado.
Un grupo de 50 soldados del ejército de USA, desarmados, viene al país a asesorar a nuestras fuerzas armadas en tácticas y estrategia en el combate contra el narcotráfico. Serán ubicados, luego de cumplir la cuarentena de 14 días, en Tumaco, Norte de Santander, Meta y en la Brigada contra el Narcotráfico. Son parte de la misión SFAB del Comando Sur, diseñada para asesorar y apoyar operaciones en países aliados. Este hecho ha despertado algunas críticas de sectores de opinión, que para mí son expresión del más puro maniqueísmo y el doble rasero, sobre el cual tengo varias cosas que decir.
La primera, es que el narcotráfico es el principal problema de seguridad nacional de nuestro país, comenzando porque nos convierte en una amenaza global, pues somos los productores del 75% de la cocaína que se produce en el mundo. Y, porque en el ámbito interno, como lo he señalado muchas vedes en esta columna, destruye el tejido del estado en ciertas comunidades y espacios del país, creando territorios por fuera de la soberanía de aquel, que caen en manos de señores de la guerra –guerrillas y los llamados carteles- que imponen su ley a sangre y fuego, asesinan a quienes no están de acuerdo, someten a la población a su control letal, venden como buena una cultura de ilegalidad y de culto al dinero fácil y al crimen y socavan las posibilidades de pacificar y estabilizar en esas tierras una economía legal. Un archipiélago de territorios controlados por esos grupos que realizan actividades mafiosas con supuestas posturas políticas –cada vez menos creíbles- si no se controlan y derrotan, pueden llevar a la balcanización de Colombia y a convertir a nuestro ordenamiento en un estado criminal, paria e inviable.
La segunda, es que también se trata, también, de un gravísimo problema de salud pública que somete a nuestros jóvenes al consumo implacable de estupefacientes, manejado por los dueños del microtráfico, que coloniza ciudades y pueblos, y que, todo el mundo sabe, son los mismos que exportan a nivel industrial la cocaína. Con esa ecuación, la prevención y recuperación de nuestra juventud (y de personas ya no tan jóvenes) se convierte en una vena rota para nuestra economía y en una depravación de las normas de convivencia social. Y, por otra parte, el control de las ciudades por parte del Estado comienza a perderse a manos de pandillas y combos cuyos jefes son las grandes organizaciones narcotraficantes. El desafío a la soberanía nacional interna, ya no es sólo en el campo, sino que lo es, además, en las zonas urbanas. Estamos en riesgo de perder el país.
La tercera, pero no menos importante, es que los principales señores de la guerra son aliados incondicionales del señor Maduro y su Cartel de los Soles y socios en el negocio del narcotráfico. Unos y otros tienen por objetivo derribar la democracia colombiana y poner en su lugar un “sistema” madurista bajo el nombre de socialismo del siglo XXI
Los grupos narcotraficantes colombianos son la quinta columna de la Venezuela madurista en Colombia y parte de las fuerzas paramilitares que soportan el régimen en ese país. La amenaza venezolana para Colombia no es porque, pretendidamente, sea un régimen socialista, sino porque es un estado dirigido por una élite mafiosa que quiere destruir nuestro estado, y que se alimenta y sobrevive, en gran parte, del narcotráfico que llevan sus socios colombianos a través de la frontera. Estos dirigentes generan desestabilización de nuestra nación, imbricados indisolublemente con nuestros señores de la guerra. Para la muestra un botón. Luis Carlos Vélez, director de la FM denunció que, según un estudio de una empresa independiente dedicada a este tipo de análisis denominada Alto, en el paro del 21 de noviembre del año pasado, 175 cuentas de twitter, equivalentes el 1% de las cuentas que trinaron sobre el paro, generó más del 33% del tráfico de esa red social. Ahora bien, ojo, de ese 1%, el 85%, es decir, 145, eran venezolanas. Y, por si queda alguna duda, el estudio que cita Vélez, señala que Telesur y Russian TV, funcionaron como amplificadores de ese mensaje (https://www.youtube.com/watch?v=aUfpHq2zDEQ). (Muchísima gente participó de buena fe y por razones que creyeron justas, en el paro. Lo que se quiere señalar es la manipulación de la que fue objeto el país).
Ahora bien, no podemos olvidar que la carrera armamentista venezolana es impresionante y todo su arsenal apunta a Colombia. Ni dejar de lado que la miseria que exporta ese país ha tocado a Colombia con más de 1.800.000 inmigrantes, la inmensa mayoría, gente de bien, que busca ingresos para ellos y sus familias. Pero, algunos, con seguridad son espías y saboteadores e individuos que se incorporan a los grupos de los señores de la guerra.
En cuarto lugar, Venezuela se ha convertido en un punto caliente en la disputa comercial y geopolítica que enfrenta a USA con China, Rusia e Irán, países que se han convertido en su soporte y que son, todos ellos dictaduras enemigas del modelo democrático liberal. China es el mayor prestamista de Maduro y Rusia su mayor proveedor de armas. Hay presencia de centenares de militares rusos y miembros de inteligencia iraní, así como de funcionarios chinos, que lo asesoran y, de paso, se llevan el oro y los minerales estratégicos que hay en ese país mientras se adueñan del petróleo que queda en el subsuelo (porque Maduro tuvo la portentosa “habilidad” de destruir la industria de hidrocarburos más pujante de Latinoamérica y una de las más grandes del mundo, hasta el punto de que ahora depende del muy interesado petróleo que le entrega Irán, que, por su lado, busca posicionarse en nuestro subcontinente para atacar blancos norteamericanos, y ya ha habido denuncias de que tiene células en nuestro país.
A esto hay que agregar que el madurismo en el poder está asesorado por entre 20.000 y 25.000 militares y miembros de la inteligencia cubana, que controlan con manos férrea al ejército bolivariano, porque no pueden perder el manejo de los hilos de Venezuela.
Así las cosas, USA y nosotros tenemos coincidencias estratégicas en seguridad nacional: las amenazas del narcotráfico y el asalto a un estado liberal de economía de mercado. Dese hace mucho tiempo, décadas (salvo los 8 años del presidente Santos), ha existido una alianza entre los dos estados, que ahora ha encarado el estado fallido venezolano como exportador, a gran escala de cocaína.
Los Estados Unidos, en los últimos meses, han desplegado una ofensiva antinarcóticos haciendo un bloqueo frente a las costas venezolanas y han puesto precio a la cabeza de Maduro y sus socios. Lo han hecho, en medio de una campaña electoral en la que el presidente Trump se juega la reelección. Este presidente ha resultado ser imprevisible y poco confiable. Lo único que es seguro que la dimensión y tipo de acciones que tome en Venezuela, dependerá de cómo le esté yendo en la campaña.
Es mi opinión que el gobierno colombiano no puede dejarse enredar en acciones clandestinas promovidas desde el país del norte, con el uso de mercenarios. Pero, independientemente de la calidad del aliado, nuestro país no puede desaprovechar las oportunidades legítimas y legales que las alianzas con USA nos brinden para combatir el narcotráfico. Más ahora que la ofensiva contra este arreció con la operación Orión V contra ese flagelo, que congrega a 26 países de América y Europa.
Entiendo que haya colombianos preocupados por la presencia de los asesores militares norteamericanos en nuestro territorio, pero a aquellos que no actúan con el lente distorsionante de la ideología ni tienen vínculos e intereses creados con los señores de la guerra, tendría que decirles lo siguiente: si esas amenazas son reales, Colombia tiene el deber constitucional de enfrentarlas, considerando nuestra capacidad de defensa, los límites de nuestra institucionalidad y a las normas del derecho internacional. La presencia de esos militares nada tiene que ver con la soberanía nacional, sino, por el contrario, con la defensa de la misma. Y presten atención a esto: Según me ilustra el coronel ® John Marulanda, el SFAB ha estado presente desde el 2010 y hasta el 2014 en nuestro país, en pleno gobierno de Santos (que aparentaba una cosa y hacía otra, con USA), y nadie protestó. Silenciar este hecho muestra la mala fe de los críticos parcializados.
Tenemos derecho, insisto, a mejorar nuestras capacidades operacionales en lo táctico y lo estratégico, asegurándonos de que los asesores no participen en el terreno. Se trata de individuos desarmados, en pequeño número, que no entraran en combate; por lo tanto, no es necesario pedir permiso al Congreso.
Finalmente, aquellos que, sesgados por razones ideológicas o de interés personal, protestan contra esta presencia de estos asesores, presentándola como una violación a nuestra soberanía nacional, nada dicen de la ingente cantidad de asesores militares externos que apoyan a los vecinos para intimidar militarmente a nuestro país. Si fuesen ponderados, los críticos se preocuparían por denunciar esta situación, exigiendo (verbo que suelen usar siempre) el cese y desmantelamiento, así como el fin de las actividades de narcotráfico del régimen, como la manera más expedita de proteger la soberanía nacional.