Este 15 de mayo se celebra el Día del Maestro en Colombia, una fecha para reflexionar en torno al papel transformador de los docentes y a los retos que enfrentan para formar sociedades más críticas.
Para Jhon Alexander Echeverri Acosta, el mundo es ciencia. En cada rincón, el docente de matemáticas, física y química de la Institución Educativa Comercial de Envigado, ve una oportunidad para crear conocimiento y para demostrarle a sus estudiantes que los conceptos fríos del aula están vivos en la cotidianidad.
“Me gusta que mis estudiantes aprendan desde el goce y con amor”, comenta el docente de 33 años, quien además fue uno de los 50 finalistas del Global Teacher Prize 2018, galardón que reconoce la innovación y el impacto social de la docencia en el mundo.
Justamente, para algunos pedagogos y expertos en educación, esa búsqueda del impacto social es la clave de la labor docente, una labor que debe salirse del aula de clase para permear la comunidad que lo rodea.
Según Lucila González de Chávez, reconocida maestra antioqueña con una trayectoria de más de 50 años en la docencia, el buen maestro persigue la transformación social a través de la formación de sus estudiantes: “la primera obligación de un maestro es formar a un buen ser humano desde lo emocional, lo intelectual y lo físico, y después de eso, formar un líder para su comunidad”.
Jhon Alexander lo sabe. Por eso, cuando habla de los reconocimientos que ha recibido no habla en singular sino en plural: “nosotros”, porque fueron él y sus estudiantes los capaces de crear una consciencia ambiental y social en la comunidad educativa de El Comercial.
“Fuimos tres profesores colombianos nominados al Global Teacher Prize, y nuestro mayor logro fue mostrar que en Colombia hay grandes proyectos y que nuestros estudiantes son innovadores, no corruptos o violentos”, puntualiza Echeverri.
Jhon Alexander Echeverri descubrió que su vocación era la docencia cuando estaba en la primaria. Desde ese momento, no ha parado de hacerse preguntas y de plantear soluciones apoyado en sus cómplices: los estudiantes.
A través de la Metodología de Investigación Socioambiental, creada y ejecutada por el docente y sus alumnos, desarrollaron varios proyectos que buscaban impactar en la comunidad del Valle de Aburrá. Entre esos, se destaca la siembra de plantas purificadoras del aire, y el control del mosquito aedes aegypti, transmisor de enfermedades como el dengue, mediante un mecanismo con paneles solares.
“Los estudiantes entienden que el trabajo comunitario es muy importante, pues fortalece sus vidas profesionales”, comenta el docente, quien es licenciado en Ciencias Naturales en la Universidad de Antioquia.
Para Carlos Arturo Soto Lombana, docente de la Facultad de Educación de la Universidad de Antioquia, un buen docente no solo debe preocuparse por enseñar los temas de su asignatura, sino también por intervenir e impactar en la comunidad.
“Los maestros son los protagonistas del cambio, porque son los responsables de crear tejido social: ser docente es un concepto que traspasa fronteras y lo ubica en un contexto de intervención”, puntualiza el experto.
Por eso, Soto Lombana señala que todos los proyectos e ideas que surjan dentro de un aula de clase deben ser tomados en serio por las instituciones y el magisterio, pues en ellos reside la posibilidad de transformar los contextos sociales.
Si bien para Cesar Augusto Montoya Vélez, maestro en artes plásticas de la Universidad de Antioquia y docente de educación artística de la I.E. Samuel Barrientos, no existe una fórmula para ser un buen maestro, está de acuerdo con Soto sobre el papel determinante de los educadores en la sociedad.
“El docente es el líder de su comunidad, no debe ignorar la realidad sino explicársela y acompañar al estudiante para que la comprenda y la transforme”, afirma Montoya Vélez.
Desde el arte, las ciencias sociales, las letras, la ciencia o la tecnología, el docente puede aportar su conocimiento para que las comunidades sigan creciendo. Lucila González de Chávez está convencida de ello, y argumenta que, ante todo, “la formación académica del docente debe estar atravesada por las experiencias cotidianas, pues la teoría sola no sirve para nada”.
González de Chávez también en enfática en señalar que el docente debe estar inclinado a compartir su conocimiento con los demás, “y tener una ética a prueba de cualquier circunstancia que le permita tener consciencia de la dignidad personal y de las más personas”, elemento fundamental para aportar al crecimiento profesional de sus alumnos.
Cesar Augusto Montoya Vélez, docente de educación artística de la I.E. Samuel Barrientos, está convencido de que la creatividad nace de la diferencia. Por eso, sus clases giran en torno a la creación libre de sus estudiantes, que encuentran en el dibujo, la música y el teatro la posibilidad de expresarse.
“El objetivo de ser docente es reconocer la importancia de la diferencia y enseñarle a los muchachos a reconocerla”, enfatiza el Montoya, quien además señala que los jóvenes también necesitan un profesor que los anime a desarrollar sus capacidades.
A este respecto, el pedagogo italiano Francesco Tonucci afirma que reconocer la diversidad es fundamental para el aprendizaje de los niños, pues es en la convivencia con quienes son diferentes que se “fortalece la creatividad y se pueden ver las cosas desde diversas posturas”.
Igualmente, que los profesores reconozcan en sus alumnos la diversidad los hace más humanos y, sobre todo, los hace identificar su “juguete favorito”, expresión utilizada por Tonucci, para hacer referencia a las capacidades individuales de cada estudiante.
Pero el reconocimiento de esa diferencia pasa por el pensamiento crítico. Para el profesor Carlos Arturo Soto Lombana, los buenos educadores deben enseñar a sus alumnos a desarrollar un pensamiento crítico y estratégico: “es importante enseñar los conceptos, pero es más importante que los jóvenes aprendan a pensar y, sobre todo, a tener criterio para seleccionar la información”.
Tonucci sostiene que los profesores tienen una fuerza descomunal: son ellos “los únicos que pueden transformar la escuela”. Sin embargo, el pedagogo italiano también señala que si bien el poder reside en ellos, el Estado es el encargado de garantizar que eso suceda, invirtiendo en una educación de calidad para sus maestros.
Según Soto Lombana, pese a que el Ministerio de Educación ha avanzado en estos temas, aún hay cosas que falta por afinar: “en un estudio que realiacé con un grupo de colegas en 2014, encontramos que hay un nivel de atraso importante en la educación de los maestros, sobre todo en los que desempeñan sus labores en las zonas de montaña”.
Los docentes de la Facultad de Educación de la Universidad de Antioquia encontraron que cerca del 17% de maestros del departamento, lo que equivale a 3.500 docente, no cuentan con un título profesional: “estos docentes son los que educan niños de la escuela primaria en las zonas rurales”.
Frente a esa situación, el profesor Jhon Alexander Echeverri comenta que, pese a que en municipios como Envigado la educación es ampliamente apoyada por las autoridades municipales, hay un largo camino que el Estado debe recorrer para dignificar el trabajo docente.
“El acceso a educación superior y a maestrías es muy importante, pero también es esencial que el Estado fortalezca instituciones como Colciencias, pues nos permiten investigar y divulgar nuestras investigaciones y las de nuestros estudiantes”, puntualiza Echeverri.
Mientras tanto, pese a los retos y dificultades, Jhon Alexander Echeverri sigue mirando el mundo con ojos de científico e invitando a sus estudiantes a mirar el entorno con curiosidad, pues nunca se sabe, de un aula puede salir el próximo Nobel de Física.
Por su parte, el maestro Cesar Augusto Montoya Vélez le apuesta al arte como resistencia y expresión. De sus aulas, está convencido, saldrán estudiantes conscientes de que la realidad no hay que normalizarla, sino transformarla.