Lucila González de Chaves, un faro que continúa alumbrando

Autor: Diana Sofía Villa Múnera
2 abril de 2017 - 02:00 PM

La enseñanza y el correcto uso de la Lengua Castellana han ocupado la vida de la maestra Lucila González de Chaves; una mujer que ad portas de los noventa años, no ha parado de aprender, leer, escribir y enseñar.

Medellín

Cuando a la maestra Lucila González de Chaves le preguntan cuál es la anécdota más bonita que tiene en un salón de clases, se le hace difícil contestar, ya que tiene que buscar en más de 50 años de trayectoria en la enseñanza y entre tantos momentos que le traen de vuelta una sonrisa a su rostro.
Si no es porque menciona anécdotas que sucedieron hace 30 o 50 años, es difícil adivinar que es una mujer que ya roza la novena década. Y es que, aunque tiene el cabello encanecido totalmente y la piel envejecida por una vida de servicio; su vitalidad, su memoria, su sentido del humor, su habilidad de escucha, la pueden hacer ver hasta 15 años más joven.
Parece pleonasmo decir que doña Lucila nació en abril, en el mes de la Lengua Castellana, 18 días antes del 23 de abril, en el que se conmemora la muerte del padre del idioma Español: Miguel de Cervantes Saavedra; en cuanto ha sido la enseñanza de la Lengua Castellana y la defensa de su correcto uso, lo que ha ocupado su vida, aunque asegure que la Real Academia Española parece una adolescente, llena de caprichos e incongruencias.
Esta maestra cuenta con una bibliografía de 18 títulos publicados. Asegura que escribe para los maestros, pensando en facilitarles su labor: “si lo que yo escribo no le sirve a los maestros, no me interesa”.
Su último libro, Cien Mujeres, fue publicado en octubre de 2016 y está a punto de publicar uno nuevo, que saldrá el próximo mes, llamado Idioma y Pedagogía: talleres. Tal vez este sea el último, ella aún no lo ha decidido, porque, aunque le parece que ya ha sido suficiente, las notas de sus cuadernos y libretas, que rellenan sus cajones, la invitan a seguir organizando su trabajo, recopilando, decantando, actualizando y publicando.
A pesar de su vitalidad, la maestra sale poco de su casa, ya que su movilidad quedó reducida luego de que se fracturó la cadera. En su casa no usa zapatos, prefiere caminar sobre unas medias gruesas -media sobre media- que la hacen ver cómoda y le dan un toque juvenil. Usa unas gafas de borde redondeado y lente bifocal, que cambia cuando va a usar el computador.
Y aunque no le gusta mucho la tecnología, porque se le hace difícil manejarla, pasa buena parte del tiempo frente al computador. Entre las tareas diarias está responder los tantos correos de empresas, de exalumnos, de docentes, que le envían para preguntarle si los párrafos que escriben están bien redactados, si expresan bien las ideas, si usan correctamente el lenguaje. Ella responde con gusto y usa esas dudas frecuentes para escribir su columna –que se publica todos los jueves en la página web del Periódico EL MUNDO-, o para repasar y actualizar sus notas.
Doña Lucila digita en el computador sólo con sus dedos índices y califica como un logro muy grande haber dejado de escribir a mano. Ya puede escribir directamente en la pantalla, aunque prevalezca la desconfianza con el aparato, porque inexplicablemente se le han perdido textos completos. En esos casos tiene que interceder su hijo menor, Juan David,quien siempre le recuerda que cada que haga un avance tiene que asegurarse de hundir el botón de guardar.
En su productiva carrera de más de 50 años, muchos han aprendido de ella, sea desde las aulas, desde sus textos escolares –lo más populares de su bibliografía-, o desde sus seminarios y charlas.
Uno de ellos es Iván de Jesús Guzmán López, director del programa de educación rural de la Gobernación de Antioquia, quien ha sido también escritor y periodista. De doña Lucila señaló que desde muy joven fue su maestra virtual. “Yo aprendí de ella en las páginas de los periódicos y con sus libros de texto en el colegio, pero jamás pensé que la iba a conocer y que iba a ser su amigo”, confesó.
Sobre su trabajo, Guzmán señaló que “ella se ganó, no en vano, el mote de la maestra del idioma, porque por muchos años ha demostrado a los maestros y a sus lectores, lo que son las buenas formas de hablar y de escribir. Eso la forjó como la mujer más reconocida en Colombia en materia del manejo del idioma, pero no un idioma alambicado, hermético, sino un idioma vivo, útil para el pueblo pero también para el letrado”.
Por su parte, la madre Beatriz Acosta, rectora del colegio La Enseñanza, fue su alumna cuando cursaba sus últimos años de secundaria en ese mismo colegio, entre los años 1967 y 1969. “Ella es una persona sumamente responsable, -resaltó la rectora- que captaba la atención de todas nosotras, tenía un trato muy cordial y nos inculcó el amor a la literatura, a la expresión oral y escrita, en un clima de libertad y de responsabilidad”.
La madre Beatriz comentó que en el colegio la tienen muy presente ya que “ha seguido participando de sus actividades. La recordamos como una persona comprometida con la educación y con la literatura, que aún a su edad sigue aportando”.
Para Guzmán, el secreto de esa carrera que ha sido larga y  vigente es muy sencillo: “Es un trabajo sistemático, organizado, disciplinado, responsable, cariñoso y respetuoso con el idioma. Eso ha hecho que ella se convierta en nuestra maestra, pero también en la primera promotora de la Lengua Española”.

Un legado en la educación

Aunque algunos no la conozcan físicamente, el nombre de la maestra Lucila González de Chaves suena familiar para mucha personas, porque la serie de textos Español y Literatura acompañó en las aulas a miles de estudiantes que aprendieron Lengua Castellana gracias a los talleres y ejemplos que ella plasmó en sus libros.
La serie de textos la comenzó por su cuenta como un ejercicio propio para organizar sus clases. Así hizo el primer libro, que es el de grado undécimo, o sexto de bachillerato, en el cual ella dictó clase a principios de los años 70. Luego, apoyada por la editorial De Bedout, comenzó a concebir los demás textos, hasta completar once libros didácticos para primaria, secundaria y enseñanza media.
Los libros Español y Literatura se convirtieron en una herramienta, en una guía pedagógica indispensable para muchos maestros en colegios públicos y privados de todo el país, también llegaron aulas en Panamá y Ecuador. Tanto así que son su BestSeller, con más de 25 ediciones entre 1974 y 2002.
Y aunque no se publican desde hace más de 15 años, siguen siendo consultados por profesores como Olga Elena Escobar, docente de bachillerato de la Institución Educativa Pedro Estrada, quien aseguró que “todavía son libros de consulta porque permiten la comprensión de la Lengua Castellana en sus diferentes ramas: lingüística, gramática y la sintaxis. Ese orden que ella le da a los libros, le permite acceder a los estudiantes a ese conocimiento de una manera más fehaciente y científica. Yo recurro a los libros de ella para consultas, para ampliar temas, para precisar conceptos, para conseguir ejemplos prácticos y directos, para referenciar autores según el grado de desarrollo de las clases”.
Olga Cecilia Álvarez Velásquez, docente del colegio María Auxiliadora de Caldas, en los grados 6° y 7°, la considera como una de las mejores maestras que ha tenido Colombia y señaló que los libros que ha escrito han servido mucho a los maestros: “Para mí han sido muy útiles en la labor pedagógica y educativa. Ella da muchos ejemplos, explica muy específicamente, es muy clara, concisa y coherente. Entonces hace un aporte muy importante para nuestra labor”.
El Cefa –Centro Formativo de Antioquia–, colegio quea mediados del siglo pasado tenía el nombre de Instituto Central Femenino, graduó a Lucila González como Maestra Superior en 1945. Este colegio la puso de nuevo en su oficio, ya que tras casarse con el músico Luis Eduardo Chaves Becerra, estuvo durante 12 años dedicada a las labores de la casa y a la crianza de sus cuatro hijos.
En el Cefa ejerció durante 28 años como profesora de Español y Literatura, también fue directora encargada. Por esto, desde 2001, la biblioteca de la institución fue nombrada en su honor.
Luz Amparo Durango, bibliotecaria del Cefa, afirmó que “ella cada año nos alimenta con su sabiduría, fuerza y conocimiento específico del idioma. Ese conocimiento les queda a las niñas, para que vaya de generación en generación. Inclusive las alumnas le escriben para que ella no pierda el contacto con nosotros. Ella es una persona muy importante, no sólo para la biblioteca sino en todo el colegio, nos está inspirando constantemente”.
Ahora, cuando para doña Lucila “es hora de ir recogiendo las velas, a la manera de uno”, evalúa que su legado más importante es el ejemplo, porque de todos sus años en el magisterio le quedó la certeza de que “lo importante en la enseñanza es dar ejemplo de vida, y con eso hay”.
Es por esto que su consejo para los maestros actuales es que “hay unos principios eternos, una escala de valores que no se puede descuidar. El primero es querer al alumno antes de conocerlo, tener una vocación limpia, decidida, amorosa y abnegada. Hay que tener también una tolerancia contenida. El maestro debe enseñar a pensar, como Sócrates, no hacérselo todo, no decírselo todo, convertirse en facilitador, enseñarle a bien vivir, a bien sentir, bien hablar y bien hacer. Entonces no pueden estar nunca aburridos de ser maestros, porque el magisterio es un acto de amor”.

La luz del recuerdo 

Por fin, después de rebuscar en su memoria, doña Lucila decide que su mejor anécdota la sitúa al final de su etapa como docente, a inicios del año 2000 en la Universidad Santo Tomás de Aquino, donde dictó Expresión Oral y Escrita.
Eran diez estudiantes, siete muchachos y tres muchachas. Había que hacer el examen final de Composición Oral y Escrita en la carrera de Arquitectura. Los estudiantes preguntaron: ¿entonces qué estudiamos?

- No, no estudien nada –les dijo la maestra
- ¿Y entonces cómo hacemos?, preguntó uno de ellos.
- Vamos a hacer un trabajito, porque a mí no me gusta que se aprendan las cosas de memoria. ¿O van a estudiar cómo hablar?
- No, profe, entonces hagamos el trabajito.
- Bueno, entonces se van a ir para el Centro, cada uno busca un edificio, lo miran, lo estudian y vienen a decirme cómo es.
- ¿Eso no más?
- Sí, eso. Nos vemos el otro jueves.

El jueves siguiente, Guillermo, uno de los estudiantes, quiso salir al tablero y empezó a dibujar el edificio que vio. Iba en el primer piso, puliendo las puertas y las ventanas, cuando la profesora lo interrumpió:

- Pará –le dijo
-¿Por qué?
- Porque yo no soy profesora de dibujo, no te puedo calificar eso –respondió la docente.

Atrás se escucho un coro de reproche, porque los demás compañeros también planeaban salir a dibujar el edificio en el tablero. Entonces la maestra los mandó de nuevo al Centro, con la directriz de que tendrían que volver a explicar con palabras la estructura que escogieron. Cuando volvieron los estudiantes, la docente sacó a una de ellas al frente y la alumna empezó a recitar:

- El edificio tiene cuatro pisos, todas las ventanas son de vidrio, tiene entrada por la carrera…
- Pará- dijo la profesora.
- ¿y por qué? –contestó la joven.
- Porque eso no sirve. Cualquier gamín que hubiera estado sentado ahí te dice que tiene cuatro pisos y que las ventanas son de vidrio. –Replicó la profesora y añadió cambiando el tono-: Muchachos, vamos a hablar en serio, yo pensé que ustedes ya tenían la sensibilidad artística para concebir la arquitectura, que tenían ojo clínico de arquitectos para analizar una construcción. Pensé que les habían enseñado qué es la belleza, la armonía y los detalles que tenía que tener una construcción para que luciera airosa, armoniosa y elegante. Me da mucha pena tenerles que decir a ustedes en séptimo semestre que no saben de eso. Que sólo saben pegar ladrillos y poner una ventana de vidrio ¡qué pena! Se devuelven y ven el edificio con ojos de arquitectos y me vienen a hablar aquí como arquitectos, vean como hacen. Si no es así, van a tener su cero.

Una semana después, Gloria, otra de las estudiantes, quiso empezar. Salió al frente y utilizó todoel argot que le habían enseñado para demostrar su sensibilidad como arquitecta. Pero la maestra no moduló, su cara se quedó momificada. Cuando terminó, la maestra le dijo que se sentara para que pasaran los otros. Y así pasaron los diez, sin recibir un sólo comentario de doña Lucila. Al final de la clase la profesora les dijo que todos tenían cinco.

- ¿Cinco? -dijeron en coro
- Sí, ¿por qué les parece tan raro?
- No, usted se está burlando de nosotros –dijo Guillermo
- No, yo no me burlo de nadie y menos de mis alumnos. Si no saben, les voy a decir por qué. Porque se cumplió el objetivo, tuvieron muchos tropiezos, pero acabaron de hablar diez arquitectos y por eso tienen cinco.

“Esa es la anécdota más linda que yo tengo, porque cuando me los encuentro me dicen todo lo que les sirvió ese ejercicio para aprender a observar. Eso es enseñar”, concluye doña Lucila.

La maestra del idioma

Nació en Medellín, el 4 de abril de 1927. Sus padres fueron Manuel González y María T. Restrepo.
Estudió en el Colegio de la Presentación del municipio de Titiribí. Luego estudió Pedagogía en el Instituto Central Femenino (Cefa) de Medellín. Y se gradúo como Experta en Letras de la Universidad de Antioquia.
Fue profesora de primaria en los municipios de Amagá, Titiribí y Rionegro, profesora de Pedagogía y Psicología en la Normal de Rionegro y directora de la misma escuela. Luego, llegó a Medellín y dictó clase en el Colegio Bethlemitas, en el Cefa y en La Enseñanza.
Después saltó a la educación superior como docente en la Facultad de Filosofía y Letras de la UPB, fue profesora de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Santo Tomás de Aquino y coordinadora del Departamento de Idiomas del Tecnológico de Antioquia.
Además, ha sido colaboradora de varias revistas literarias y didácticas; Ha escrito en los periódicos El Diario de Medellín, El Espectador, El Colombiano y EL MUNDO.
Ha dictado conferencias en colegios, escuelas y universidades con temas de literatura, funcionalidad del idioma, interpretación de lectura, redacción; metodología del español; sobre la educación del adolescente, aspectos de la evaluación, el idioma como soporte del aprendizaje, etc. También ha sido conferencista en círculos de rectores y profesores en Bogotá, Manizales,  Facatativá, Cali, Barranquilla y Medellín.
Recibió la Medalla al Mérito “Miguel Giraldo Salazar”, de la Secretaría de Educación y Cultura de  Antioquia; Medalla de Honor a la Cultura y a la Educación “Porfirio Barba Jacob”, categoría oro, de la Alcaldía de Medellín; “Escudo de Oro” del Centro Formativo de Antioquia – Cefa –; Resolución de Honores del Concejo Municipal de Medellín; Placa de la Administración Municipal 2012 -2015 de Titiribí, otorgada “por su aporte en el área Cultural, Literaria y Artística”; Premio Cipa  a la “excelencia periodística”, categoría “Periodista-Escritora”. Y el homenaje como “Maestra del idioma” de la Cámara de Comercio de Medellín; entre otros.

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Comentarios:

Edgar
Edgar
2017-04-09 10:23:24
No figuro como maestro, nada parecido. Pero soy entusiasta de los escritos de Doña Lucila, asequible par un lego como el suscrito , y accesible por la forma como escribe esta amabilísima señora. No me pierdo sus columnas semanales !

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