Al tiempo que Trump nunca fue republicano y ahora todos en su partido se tienden a sus pies, Sanders siempre ha afirmado ser independiente, tomando ahora las riendas del partido demócrata
El partido demócrata se encuentra en una disyuntiva en el proceso de escogencia del candidato que se enfrente a Donald Trump en noviembre. Las primarias ya comenzaron en los estados de Iowa y New Hampshire dando como ganador al novel político gay Pete Buttigieg seguido muy de cerca del autoproclamado senador socialista Bernie Sanders. Buttigieg de 37 años y exalcalde de una pequeña población de Indiana y futura promesa, contrasta con el septuagenario y oportunista Sanders quien saborea una larga carrera política, recordando que estuvo muy cerca de lograr la nominación en 2016 perdiendo por un estrecho margen frente a Hillary Clinton.
El ascenso de Sanders en las filas demócratas ha elevado las alarmas y temores teniendo en cuenta sus polémicas propuestas que van desde un plan de salud para todos, reinar en los abusos de Wall Street, pasando por un alza en los impuestos, un acuerdo por la defensa del medio ambiente que eliminaría la dependencia del petróleo como fuente principal, hasta educación superior gratuita. Toda una gama de programas a un costo fiscal insostenible y hay que decirlo, sin una posibilidad de pasar por un congreso como el actual polarizado y dividido.
Su etiqueta de socialista democrático le podría salir muy cara al partido en su propósito de derrotar a Trump y de paso perder la Cámara de Representantes y otros escaños en el Senado. Trump y Sanders viven en mundos paralelos en los que cada uno explota lo que un conocido autor denomina mitos. Por un lado, el presidente logró llegar a la Casa Blanca promoviendo la idea según la cual la ambición de las élites y la forma como han manejado al país, socavaron los valores y cambiaron la cara de la sociedad norteamericana. Una visión del mundo con argumentos poderosos del nosotros versus ellos.
A lo largo de estos 3 años, Trump ha conseguido un blindaje salido del apoyo de una base de electores que le perdonan todos los escándalos, mentiras y falsedades con la idea de un país invadido por inmigrantes de color distinto procedentes de “países de mierda” que no merecen estar en los Estados Unidos. Sus seguidores no solo creen en el mito de que la diversidad es mala, sino que la refuerzan cada vez que el presidente es atacado por las élites progresistas que ven cómo el cambio demográfico es una realidad irreversible.
Bernie Sanders por otra parte apela repetidamente al mito clasista: las élites corporativas y de Wall Street son engendros rapaces que acumulan la riqueza del país y oprimen a los pobres. Las compañías proveedoras de servicios de salud benefician a los accionistas multimillonarios mientras buscan la forma de negar cubrimientos. La otra cara de la moneda de Trump donde la visión del mundo es idéntica. Ellos contra nosotros.
Sanders durante el debate de esta semana en Nevada, en tándem con la candidata Elizabeth Warren, atacaron sin piedad al también aspirante Michael Bloomberg, el multimillonario que con visión y creatividad ha logrado acumular una fortuna cercana a los 60.000 millones de dólares. Para Sanders y Warren el exalcalde de Nueva York es otro voraz personaje que amasó millones al tiempo que persiguió a las minorías de la capital del mundo. Olvidan que las contribuciones a causas como la violencia por el uso de armas y al cambio climático son inmensas. Ni que decir de los aportes a candidatos a corporaciones legislativas.
Al tiempo que Trump nunca fue republicano y ahora todos en su partido se tienden a sus pies, Sanders siempre ha afirmado ser independiente, tomando ahora las riendas del partido demócrata. Asimismo, el apoyo que recibe de los más jóvenes y una maquinaria en línea que aporta contribuciones individuales muy superior a sus rivales, muy posiblemente le permitirá llegar a la Convención demócrata con mayoría de delegados a mitad de año. Si ello es así, será una contienda entre Trump y Sanders donde los mundos paralelos estarán en juego.