¿Qué otro acto más maravilloso puede celebrar una comunidad? ¡La alegría de leer!
Los libros han sido mis amigos desde niño. Mi padre nos llevaba a mis hermanos y a mí a pasar algunas tardes de sábado a la Librería Aguirre de Medellín, en aquel tiempo ubicada en la calle Maracaibo entre las carreras Junín y Palacé. Allí nos soltaba y como cachorros de presa corríamos a buscar libros en estantes y rincones. Veíamos láminas, leíamos cuentos, mirábamos carátulas, en fin, era una alegre fiesta de libros de sábado en la tarde. Todo aquello frente a la presencia alcahueta de Aurita (López) y Alberto Aguirre que se entretenían conversando con mi padre cuando no atendían clientes.
A la hora de marcharnos mi padre nos permitía escoger un libro. Aurita nos improvisaba una breve “reseña” que agradecíamos porque para nosotros su amabilidad era sabiduría y su sabiduría amabilidad. Y para todos quienes la conocimos.
También me veo en casa de mis abuelos paternos leyendo por largas horas El tesoro de la juventud y pasajes de la Enciclopedia Británica Barsa. Con mi abuelo paterno nos divertíamos con el Diccionario Larousse; en especial, mirábamos las banderas del mundo y otras ilustraciones. También el significado de ciertas palabras.
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Fui reuniendo mi biblioteca personal despacio. En los numerosos trasteos que he vivido lo primero a empacar siempre han sido los libros. Todavía tengo la mayoría en la costa Caribe donde residí por varios años. Mis hijos me los traen de a poco.
Desde este domingo diez de octubre durante una semana de nuevo los libros estarán de rumba en Medellín: danzarán, desfilarán, actuarán. Se celebra la Fiesta del Libro y la Cultura. ¿Qué otro acto más maravilloso puede celebrar una comunidad? ¡La alegría de leer! La fiesta de las letras, las palabras, los capítulos, las ilustraciones, las colecciones, la cultura, la ciencia, la historia, la imaginación, ¡la fiesta de la vida contada!
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Tengo una vieja costumbre (todos tenemos nuestras bobadas): Mirar hacia mi biblioteca e imaginarme lo que está pasando dentro de cada libro. Imaginarme a sus personajes ejerciendo su guion encerrados entre la oscuridad de sus pastas. Pero voy más allá: ¿Y si los personajes de un libro se pasan a otro en el silencio de la noche o cuando no estoy cerca? ¿Y si el coronel Aureliano Buendía se escurre sigilosamente hacia Don Quijote para luchar ambos contra los molinos de viento? (Con ese propósito los tengo juntos, no le cuenten a nadie…). ¿Y qué tal si esos universos de tinta y papel se reúnen en discreta tertulia para conversar en su lenguaje de letras y contarse sus cuitas y sus críticas sobre los lectores que se han posado sobre ellos?
¿O será más bien que todos esos personajes y tramas dormitan allí, paralizados mientras nadie los lee, a la espera de representar su función cuando vuelvan a ser leídos por mí o por otro lector?
¡Claro que los libros tienen vida propia! Solo abrirlos en cualquier parte y su mundo empieza a girar, a hacernos reír o llorar, a tocar nuestros corazones, a cuestionarnos y a derogar, limpiar o transformar nuestras ideas. Pero son tan mágicos los libros que en cada lectura son diferentes. Podemos leer el mismo libro por dos, tres y más veces y en cada lectura nos nutre de una manera distinta. Fácil: En cada lectura esa relación íntima con el libro varía porque nosotros cambiamos. Es otro libro con nosotros. Libro y lector son un solo y único ser.
¡Ah, los libros! Los libros y mi ciudad. Siempre mantengo un libro en mi morral. No quiero que me coja una fila, una espera o un escape sin un libro. No sé en cuántas bancas y bancos he leído libros. Me encanta saber que atrás en mi morral llevo un montón de gente. Llevo un libro.
Sí. En Medellín empieza la fiesta del libro. Durante una semana acicalados desfilarán, actuarán, citarán a más libros porque esa es otra magia de los libros: Cada libro cuando es leído llama más y más libros. Son una puerta a este y a otros mundos, son una ventana por la que salimos volando hacia el País de Nunca Jamás, hacia el país soñado, hacia el país olvidado. Los libros ríen en Medellín porque mi ciudad les hace su homenaje anual.
¡Ey, libros!, “Apurad / que allí os espero si queréis venir. /…/ Vamos subiendo la cuesta / que arriba mi calle / se vistió de fiesta”.