Líderes sociales

Autor: Johnatan Clavijo
11 enero de 2018 - 12:09 AM

¿Es posible aceptar como inevitable la realidad de que líderes sociales de zonas rurales sigan muriendo asesinados?

No podía contener las lágrimas. Sus manos, antes entrecruzadas y tranquilas, ahora frotaban infructuosamente las mejillas y sus ojos oscuros, pues no lograban impedir que las gotas se derramaran por su rostro; un rostro que reflejaba tantos sentimientos a la vez… impotencia, alegría, dolor, rabia, esperanza.

La luz del día entraba por una ventana, con rejas, e iluminaba la mitad de su cara. El aire estaba cargado de silencio y la quietud del ambiente hacía que las emociones se expresaran con mayor contundencia, que la empatía surgiera de forma automática y natural.

Lleno de sentimientos, este hombre de unos cuarenta años, experimentaba la alegría por los pasos importantes que su comunidad, a pesar de las dificultades, ha vivido en los últimos años: las mejoras en el centro de salud, la nueva biblioteca rural y el silencio que ha reemplazado aquel ruido bestial que se producía en los enfrentamientos entre las Farc y el Ejército. Ese silencio que es un indicador intangible de la paz.

Lea también: La paz en riesgo

Sin embargo, al mismo tiempo y aunque parezca contradictorio, él revela un inmenso miedo a perder la vida. El imperio de la coca, que aún reina en su territorio, atrae a grupos ilegales armados que no tienen ningún problema en imponer su orden y su ley a sangre y fuego. Poco a poco lo han estado haciendo.

Nuestro protagonista es el líder de una de las Juntas de Acción Comunal de un municipio al norte del Cauca, el departamento que –según datos del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (INDEPAZ)– más casos registró de líderes sociales asesinados en 2017: 32, para ser exactos.

Además de ese poco alentador contexto, él tiene razones para sentir miedo, pues ha trabajado por la restitución de cultivos y por buscar nuevos horizontes económicos enmarcados en la legalidad para los campesinos de la región. Por supuesto, esto molesta a los narcotraficantes quienes no tienen ningún problema en quitar cualquier obstáculo de su camino, sin importar el método que deba usarse. Están dispuestos a todo para mantener su negocio. Ya lo han demostrado en diversas zonas del país y lo seguirán haciendo.

Además: Charla informal con un campesino cocalero

¿Lo seguirán haciendo?, pienso. ¿Es posible aceptar como inevitable la realidad de que líderes como el que describo en este texto, seres humanos de carne y hueso que han encontrado en su liderazgo comunitario su razón de ser, sigan muriendo? Algunos medios hablan de entre 70 y 80 líderes asesinados en 2017, otros de 120 y algunas organizaciones incrementan la cifra a cerca de 170. Así fuera solo uno ¿podemos seguirlo tolerando?, ¿no haremos nada al respecto?

Al menos, hacerlos visibles es un camino para mostrarle a la Colombia citadina que estos líderes sociales están ahí, en el campo, en la Colombia profunda, y que no mueren por “asuntos personales” o por casualidades. Lloran de preocupación por perder sus vidas… por miedo. Muchos de ellos, personas serias y comprometidas con su territorio, están muriendo por lo que hacen, por defender sus derechos y luchar por sus comunidades. No podemos seguir haciéndonos los de la vista gorda.

Nota de cierre: los líderes sociales de las zonas rurales de Colombia, fundamentales para la construcción de paz en los territorios y perseguidos por su labor, son (para mí) los personajes más importantes del 2017. Lo mínimo que podemos hacer es protegerlos y defenderlos para que sigan construyendo país allá, en los lugares más recónditos de nuestra Colombia.

Mensaje de nuevo año:

¡Feliz año 2018 a los lectores y a toda la familia de EL MUNDO! Paz, salud y alegría son mis deseos.

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