El simbolismo de este acto expresa lo que es capaz de hacer una banda de fanáticos adoctrinada cuando de hacer política se trata.
Las fuerzas de choque de los autollamados Decentes tuvieron la “genial” idea de tirarle a la bancada del Centro Democrático, en la plenaria del Senado, una bolsa con ratas vivas, con la intención de insultarlos comparándolos con esa especie de roedores. Así tuvo que reconocerlo el senador Gustavo Bolívar, de ese grupo, ante la evidencia inocultable de fueron sus militantes.
El asunto fue tan bochornoso e inaceptable que Angélica Lozano, del Partido Verde, aliado de Petro en la campaña presidencial, y quien presidía en ese momento la sesión, la suspendió.
El simbolismo de este acto expresa lo que es capaz de hacer una banda de fanáticos adoctrinada –muy distinta a los seguidores respetuosos del adversario y razonables de esa corriente, que los hay, y muchos- cuando de hacer política se trata. Y también muestra sus características sicológicas y sociales. Son gente desadaptada, entrenada para acallar, atropellar física y sicológicamente, a como dé lugar, a aquellos que se le oponen.
Recuerdan las acciones de las SS y las juventudes hitlerianas. De allí, al pogromo, no hay más que un paso, si es que no lo han dado ya. En la pasada elección presidencial acosaron, amenazaron y agredieron en Bogotá y otros lugares del país, a personas que hacían campaña por Duque, con el objetivo de impedirles que hicieran proselitismo; y amedrentaron a sus simpatizantes hasta el punto de que se hizo imposible poner en un carro un distintivo duquista y el ambiente en algunos lugares se hizo, simplemente, irrespirable para ellos, que se vieron obligados ocultar sus preferencias políticas para que pudieran seguir viviendo en ellos.
Y rememoremos que Petro ha llamado a la movilización en las calles, mucho antes de que decidiera hacer un llamado a la insurrección la semana pasada, porque en Colombia “no hay democracia”, y que en las marchas que ha habido en los últimos meses, han ocurrido actos violentos. Y el que tira ratas, perfectamente puede lanzar piedras y bombas incendiarias.
En la concepción del mundo de estas hordas, no cabe el disenso. Su maestro ha enseñado de palabra y obra que al que se opone, hay que constreñirlo y convertirlo en escarnio público. En su universo mental, sólo hay espacio para su ideario totalitario, el terror y el seguimiento irracional y estúpido a su jefe, que exige un culto a la personalidad incondicional de quien se considera como un dios y la encarnación de la “democracia” de pensamiento único, según la cual, la democracia es él. Su ira, es la ira de sus fieles. Sus palabras, su biblia, su acción, su ejemplo.
Si este tipo de cosas ocurre sin que se hayan tomado el poder, imaginémonoslos todos, incluidos la mayoría de quienes hoy apoyan a Petro, en el evento de que este llegue a la presidencia. Serán, sin duda, la base de las milicias bolivarianas de Colombia, pares de las venezolanas en la intimidación y el crimen. Y pensemos que, mientras tanto, ese ejército privado de fanáticos estará en nuestras calles sembrando el caos hasta el 2022. Porque en su credo, hay que destruir para construir, intimidar para imponer. Y lanzar ratas al oponente, en un intento desesperado de no parecerse a ellas.