Los que abusan, los que roban y los que incumplen las leyes opacan la labor de los demás que son los más. Menos por más da menos así sea injusto.
Y entonces los nombran, los eligen o los elegimos para que recauden, manejen, inviertan y vigilen nuestros dineros. Para que cuiden nuestras cosas privadas y públicas. Para que protejan nuestra “vida, honra, bienes, creencias, y demás derechos y libertades” artículo dos de la Constitución que lo dice todo. Para que mejoren los territorios donde vivimos nosotros, familiares, amigos, vecinos, conciudadanos y también quienes vendrán.
Ese es su oficio en resumen, entre la maraña de normas e incisos que les ordenan lo que tienen que hacer y lo que no pueden hacer, ese es su oficio: Manejar nuestras cosas para que mejore nuestra calidad de vida. Para eso les pagamos con nuestros dineros y esfuerzos, a unos más que a otros, a unos demasiado, es cierto, a otros muy poco, también es cierto, pero les pagamos a todos. Somos sus patronos, se supone. Se supone, en el papel, porque en la práctica algunos de ellos resultan siendo nuestros patronos y nosotros sus empleados, qué digo, sus peones o sus clientes o sus favorecidos. Sus favorecidos si cuando son “caritativos” quieren o si les pagamos “el favor” de alguna manera.
Los elegimos, los nombran, les entregamos el poder o se los dan y varios hasta se toman más del que les corresponde. Se vuelven importantes algunos, otros no tanto, pero nos miran por encima del hombro. Soberanos en su porción de poder de país, de sector, de departamento, de municipio, de oficina o de metro cuadrado. Honorable fulano, doctora mengana.
Son las manos, pies, ojos, oídos y lenguas del Estado. Pero algunos nos roban, no hacen lo que tienen que hacer o manejan mal el dinero que les entregamos. Algunos hacen, pero se embolsillan parte de lo que deben usar. Muerden, serruchan, se engrasan las manos en contubernio con varios de quienes hacen la fila tras la ventanilla que también quieren robar o que desesperadamente necesitan sus servicios reales o inventados por los primeros para que san necesarios.
Hacen de todo, el Estado es grande. Unos son indispensables, otros no tanto, muchos son prescindibles. Administran, ordenan, desordenan, hacen cosas, ponen sellos, firman, requisan, cuentan, chulean, callan, piensan en la hora de salida, piensan en pequeño, piensan en grande, dicen discursos, gritan, condecoran, deciden, expiden normas, revisan normas, prestan servicios, mandan a quienes prestan servicios, mandan a quienes mandan a quienes prestan servicios, mandan a quienes mandan a quienes mandan a quienes prestan servicios, en fin, el Estado es laberíntico, largo, grande, ancho y ajeno de ellos.
Corrupción
Hay unos que custodian los bienes, que cuidan que otros no roben e incluso que vigilan a quienes vigilan que muchos no roben. Esos son los peores, porque como están para evitar que otros roben, resultan robándonos el doble o el triple. Cuidan que los ratones no se coman el queso, pero cuando los ratones se comen el queso, aquellos les piden parte del queso o más queso para permitir que se sigan comiendo el queso. Y entre todos se comen el queso en gran francachela y en gran comilona.
Y como tantos comen entonces los ciudadanos tenemos que incrementar la ración de queso porque nosotros somos siempre los dueños del queso. Y entonces ellos se engordan con el queso, se ponen barrigones, pero no importa, otros les operan esa barriga también con nuestro dinero mientras otros claman misericordia y paciencia por ellos para no ser tirados al agua que si hay oportunidad amenaza con ahogarlos. Es lo que han dado en llamar embellecimiento ilícito, ¡ociosos que son! Pero ha pasado, no se rían. Y luego mienten. Así como mienten con desparpajo para poder ser nombrados o elegidos. Viajan, les encanta viajar y pasear con el botín procedente de su campante paseo por el Código Penal.
No todos roban, no todos abusan, no todos violan las leyes, no todos desconocen la ética ni las buenas maneras, es más: entre tantos funcionarios son más los que hacen bien su trabajo. Pero los que abusan, los que roban y los que incumplen las leyes opacan la labor de los demás que son los más. Menos por más da menos así sea injusto.
Sí, hay pulcros y probos. Funcionarios admirables que, repito, son los más. Pero hay unos que ensucian la imagen de todos, que ensucian la imagen del Estado y con ello destruyen la confianza hacia éste. Se reúnen, se asocian, se entretejen, se entraman, se engranan, se intercambian, se blindan, se protegen, se envían mensajes, se llaman usando palabras de alto calibre en un código de bajo mundo y, poco a poco, tajada a tajada, empiezan a rebanar el erario. El erario, que es nuestro.
Ladrones.