La (des)igualdad

Autor: Alfonso Monsalve Solórzano
10 mayo de 2020 - 12:05 AM

¿En verdad, queremos la seudoigualdad marxista totalitaria sin equidad de la que se jactan Venezuela y Cuba y la dictadura China o preferimos la (des)igualdad democrática de un estado liberal que busca cada vez mayores niveles de equidad? 

Medellín

La Revolución Francesa de 1789 proclamó como divisas los valores de la libertad, la igualdad y la fraternidad.  La manera cómo se priorice la relación entre los tres, es crucial para determinar el modelo de social que existe o se busca.

Los ordenamientos liberales privilegian la libertad sobre la igualdad y la fraternidad (solidaridad), sin por ello negarlas o dejar de trabajar socialmente por ellas, mientras que, desde el siglo XIX la teoría comunista marxista (y sus afines), pone(n) a la igualdad, entendida en tanto que igualdad económica, como el bien supremo de su modelo de sociedad. Y lo hacen con el argumento de que la libertad no es más que un concepto vacío, porque, como suelen decir sus defensores, “de lo único que alguien es libre, sin igualdad, es de morirse de hambre”.

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La pandemia, con las condiciones sociales que ha exacerbado, ha puesto sobre la mesa la discusión sobre la igualdad, y Colombia no es la excepción. De hecho, es sobre ella que, con toda probabilidad, versará el debate presidencial del 2022, según afirmó un amigo político que analiza juiciosamente el devenir del país.

La nuestra es una sociedad dramáticamente desigual, dice la izquierda, fenómeno que se ha incrementado por el manejo que el neoliberal Duque le ha dado a la crisis social, pero que venía ya desde el inicio de su mandato, como lo atestiguan las movilizaciones sociales de los trabajadores y el pueblo en general. Afirma Claudia López en su crítica al manejo de la “derecha” dado por Duque a la crisis, que la insensibilidad de este ante el bienestar de los pobres es tal que pone el ejercicio económico de los capitalistas por encima de la salud de los ciudadanos (“sus” pobres), impulsando una reapertura social y económica precipitada (a pesar de que ella convoca a los miles de empleados del Distrito capital a que se reincorporen al trabajo mañana lunes). Está “resistiendo” la presión de la derecha, plantea, promocionando su candidatura presidencial. Para ella, la pandemia es una oportunidad política.

La receta para acabar con la desigualdad, como la entienden ellos, es la archiconocida prescripción marxista de la eliminación de la propiedad privada, la nacionalización de los medios de producción y del sector financiero, planificación centralizada y control de todas las actividades de los individuos, no sólo en su interacción social pública, sino en su vida privada, todo, por parte del partido único (que, claro, es el de esos líderes). No importa que, al ser probada en la experiencia, su teoría haya fracasado estruendosamente, en la antigua Unión Soviética, en Cuba y en Venezuela.

Lo único que en esos lugares ocurrió es que se eliminó la competencia, fuente de la creatividad y la productividad económicas, y, entonces, se agudizó la pobreza. La concentración absoluta del poder llevó a al colapso económico del sistema y a la corrupción (saqueo y narcotráfico) y a la desigualdad absolutas, creando una separación social inaceptable entre la élite, que gozó en la URRS y ahora disfruta en Cuba y Venezuela, de todas las ventajas sociales, económicas, culturales, de salud, etc., y la inmensa mayoría que no tiene nada, que vive de la “caridad” revolucionaria a cambio de lealtad infinita y sufre una falta de libertad intolerable. Es decir, se quedaron sin igualdad económica y sin libertad individual.

No pongo aquí el ejemplo de China porque ese no es un país (narco)socialista o comunista, sino uno capitalista, sin libertades democráticas individuales que oprime a su pueblo, al que la casta empotrada en el Partido Comunista Chino -que aprovechó el poder para apropiarse de los medios de producción y del sistema financiero- ha negado todas sus libertades. Y es que la democracia liberal no es condición necesaria para el capitalismo. Esta democracia, cuya esencia son las libertades individuales, es el valor agregado que distingue al estado liberal de la dictadura de cualquier tipo, comunista o capitalista.

Desde el punto teórico, hay un gran equívoco en la concepción de la izquierda radical, colombiana e internacional. No toda desigualdad es mala, ni toda igualdad es buena.  Para entenderlo, apelo al concepto de equidad, que está en boca de esa corriente, como si fuese sinónimo de aquella. Define una autora feminista:

“En teoría, Equidad e Igualdad son dos principios estrechamente relacionados, pero distintos. La Equidad introduce un principio ético o de justicia en la Igualdad. La equidad nos obliga a plantearnos los objetivos que debemos conseguir para avanzar hacia una sociedad más justa. Una sociedad que aplique la igualdad de manera absoluta será una sociedad injusta, ya que no tiene en cuenta las diferencias existentes entre personas y grupos. Y, al mismo tiempo, una sociedad donde las personas no se reconocen como iguales, tampoco podrá ser justa.»” https://especialistaenigualdad.blogspot.com/2013/10/diferencias-entre-equidad-e-igualdad.html. La igualdad absoluta, entonces, es imposible y no deseable.

Dice John Rawls en Teoría de la justicia que hay situaciones en las que la desigualdad es necesaria, por ejemplo, cuando a un gobernante se le asignan medios de transporte expeditos o ciertas inmunidades, que al común de los ciudadanos no se le conceden.

Hay, en cambio, desigualdades que son arbitrarias, como el equipamiento genético que determina la inteligencia, la raza, etc. Existen, también, las que dependen de razones culturales o del entorno, como las herencias económicas, o el acceso a la educación o servicios de salud privilegiados. Es a esas desigualdades arbitrarias a las que hay que intervenir políticamente para que haya una sociedad más justa, y allí es cuando la equidad funciona.

Para Rawls, una sociedad que practique la justicia como equidad, debería cumplir dos principios: el primero, de la libertad, prioritario, que postula que “cada persona ha de tener el más amplio esquema de libertades básicas, compatible con un esquema semejante para todos. El segundo, de la diferencia, dice que “Las desigualdades sociales y económicas habrán de ser conformadas de modo tal que, a la vez que: a) se espere razonablemente que sean ventajosas para todos, b) se vinculen a cargos y empleos asequibles para todos (Teoría de la Justicia, FCE, p.82)

La libertad, como prioridad, se requiere para que se pueda ejercer el gobierno y la oposición, esta sin temor a ser perseguida. (algo que utiliza la izquierda radical, entre otras cosas, para intentar llegar al gobierno, pero niega a los otros inmediatamente lo obtiene); así como la igualdad de todos ante la ley, definida en códigos aprobados por un órgano elegido democráticamente dentro de un orden constitucional liberal; así como la libertad de conciencia, movilización, de opinión, de tener propiedad privada y libertad económica, etc.

Pero la equidad exige que la riqueza individual pueda ser parcialmente distribuida para que todos los individuos tengan acceso cada vez mayor a estándares de calidad de vida en el contexto y la época en que se produzca. El problema no es si alguien gana más o es más rico que otro, sino si la riqueza que genera ayuda a mejorar las condiciones de vida de cada uno. De hecho, el desarrollo del capitalismo ha generado riqueza como ningún otro sistema, lo que ha permitido mejorar las condiciones de vida de cientos de millones de personas, frente a lo que ocurría hace apenas décadas, para no decir, hace cien años o más (algo en lo que el socialismo, como dije, fracasó).

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En el país hay que incrementar significativamente la equidad, en la que nos falta mucho, así como la igualdad ante la ley y la igualdad de oportunidades frente cargos públicos y empleo. Pero Colombia ha progresado económica y socialmente, la calidad de vida de las personas se ha elevado (en ingresos, expectativa de vida, acceso a la educación y a la salud, por ejemplo), hay una opinión pública que funciona y la división de poderes es tal que incluso se habla de una dictadura judicial. Las fuentes de impunidad están localizadas en entidades como la JEP y en ciertos magistrados, pero eso puede mejorarse en el futuro porque nuestro sistema es una democracia liberal y existen, o se pueden crear los mecanismos para hacerlo. ¿En verdad, queremos la seudoigualdad marxista totalitaria sin equidad de la que se jactan Venezuela y Cuba y la dictadura China o preferimos la (des)igualdad democrática de un estado liberal que busca cada vez mayores niveles de equidad? 

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Comentarios:

Alfredo José
Alfredo José
2020-05-11 10:43:39
Muy buen artículo. Felicito al autor por su claridad mental y su exposición. Ojalá la juventud lo pueda leer y analizar sin sectarismos.

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