Estamos frente a un escenario donde solo los grandes podrán sobrevivir. dadas las exigencias en inversión de tecnologías sostenibles
Hay preocupación por el declive del mercado automotriz en el mundo y todo tiene que ver con los cambios tecnológicos hacia vehículos eléctricos y autónomos. Los fabricantes están bajo una intensa presión por un público cada vez más consciente del cambio climático, así como por las regulaciones impuestas por los gobiernos que piden mayor eficiencia y menos consumo de combustibles fósiles. Agréguese a lo anterior, la guerra comercial que afecta las cadenas de suministro. Según algunos analistas el mercado sufrirá una caída cercana al 30 por ciento para 2022.
Las protestas de los grupos ambientalistas crecen con el paso de los días acusando a los fabricantes de ser responsables en gran medida por el cambio climático. Volkswagen que ha pasado a ser el mayor productor mundial reconoce su responsabilidad en la emisión de gases de invernadero equivalente al 1 por ciento. Para ello ha comenzado a producir el modelo ID.3, un sedán movido por energía eólica y solar. Es la respuesta de esta marca y otras a la sostenibilidad del planeta. Lamentablemente, el énfasis en la producción de vehículos utilitarios que aportan en mayor proporción a las utilidades es la disyuntiva de la que es bien complejo desprenderse.
Por otro lado, la tensión comercial entre Estados Unidos y China ha puesto a repensar a las multinacionales en torno a las cadenas de suministro y la idea de trasladar sus plantas a sitios cercanos a las fronteras donde no estén expuestos a tarifas arancelarias. Ello aplica tanto al software como al hardware. Por razones de seguridad, la tecnología desarrollada en los vehículos autónomos para los Estados Unidos obliga a estar por fuera de China en razón a los riesgos asociados con las patentes y la propiedad intelectual, muy a pesar de que el mercado de este país es donde mas crecen las ventas del sector.
Quiérase o no las principales marcas van camino a ofrecer carros movidos por baterías con precios al alcance de la clase media entre los 30 y 33 mil euros. Una de las ventajas de esta tecnología es el menor numero de partes y componentes haciendo más económico su mantenimiento. Difícil saber si a futuro estos vehículos serán lo suficientemente populares para justificar las grandes inversiones que demanda esta técnica y cumplir con la exigencia de las autoridades de la Unión Europea de modo que los fabricantes logren una economía de combustible de 57 millas por galón el año próximo.
Muchos se preguntan si la era del motor de combustión lentamente va llegando a su final. Daimler Mercedes ha decidido no continuar con el desarrollo de este tipo motores luego de lanzar la última versión de uno de 4 cilindros. El reto es como compensar los menores ingresos recibidos por el uso de tecnología de baterías cuyos márgenes son mínimos y dependientes de proveedores de Corea, Japón y China que se quedan con gran parte de las ganancias.
Finalmente, estamos frente a un escenario donde solo los grandes podrán sobrevivir. dadas las exigencias en inversión de tecnologías sostenibles. Las fusiones serán la forma en que los más débiles sean competitivos y nada de raro seria la conformación de nuevos gigantes como la propuesta de unir a Renault con Fiat Chrysler que hasta hace muy poco parecía una realidad. Tampoco debe descartarse una guerra de precios como ocurrió hace poco, en la que el único ganador es el cliente a costa del P y G de las compañías productoras.
El sacudón muy seguramente también llegará a los proveedores de la cadena de motores de combustión, ante la cruda realidad que significa la desaparición de la tradicional forma como opera esta tecnología. ¿Habrá mercado para las pequeñas ‘’start ups’’ que buscan posicionarse en el segmento de lujo? ¿Podrá Tesla, el pionero de los vehículos ciento por ciento eléctricos mantener su popularidad con unos gigantes concentrados en el desarrollo de tecnologías similares?