Jamás he escuchado la expresión de que “vamos bien o muy bien”, la quejadera es el ejercicio común y ya hace parte de nuestra cultura gerencial.
Por esta época el año anterior, año de elecciones, los agoreros de siempre, los quejumbrosos de siempre, exponiendo sus razones, todas respetables, aseguraban que el 2018 era el peor año económico en la historia del país, que Santos había acabado con la posibilidad de hacer empresa y que el fantasma de Petro crecía como la espuma, lo cual hacía decaer el espíritu empresarial y alejaba la posibilidad de inversión.
Ya en el 2019, pasado el período de las asambleas de las empresas de acuerdo con el calendario establecido, esas mismas voces apocalípticas no saben qué hacer para ocultar las grandes utilidades obtenidas en el campo empresarial y qué decir de los grandes grupos económicos ( El Colombiano: Empresas buen balance en 2018) lo cual quiere decir que Santos en materia económica no era tan malo y que el fantasma de Petro se eliminó (o se aplazó) y todos tan contentos.
Desde que tengo uso de razón escucho la expresión de que “este año va muy mal” y al final, sin ser una cosa del otro mundo, se obtienen resultados razonables para algunos, malos para otros y excesivos por lo buenos para los de siempre.
Jamás he escuchado la expresión de que “vamos bien o muy bien”, la quejadera es el ejercicio común y ya hace parte de nuestra cultura gerencial.
Ojalá las nuevas generaciones de relevo en el campo empresarial entiendan que es irradiando optimismo y trabajando duro como se obtienen los resultados, a pesar de las dificultades en el camino, que son absolutamente normales.
A pesar de haber superado los niveles de incertidumbre que son normales, sería bueno que los acaldes, los gobernadores y el propio presidente de la República, en las ya tradicionales y monótonas sesiones de rendición de cuentas, nos presentaran los estados financieros de su municipio, de su departamento y del país, como lo hace cualquier gerente juicioso.
¿Cómo están los niveles patrimoniales de Medellín y de Antioquia? ¿Cómo están los pasivos? ¿Cómo está establecido el nivel de riesgo? ¿Crecieron o decrecieron nuestros activos? ¿Cuál fue el impacto de la aplicación de las NIIF? Para eso existen la Contaduría Municipal, la Contaduría Departamental y la Contaduría General de la Nación.
Así mismo sería sano que el país, siempre tan alejado de las cuentas, supiera como nos fue el año anterior con cada uno de los TLC firmados. ¿Cómo quedaron las distintas balanzas comerciales? ¿Cuáles TLC se aprovecharon adecuadamente y cuáles no?
Estas inquietudes, de tener respuesta, nos servirán como etapa de calentamiento para enfrentar los retos y las exigencias que nos plantea el ingreso a la OCDE.
Ahora bien, es importante que los gremios económicos sectoriales y subsectoriales y las cámaras de comercio, lideren estos procesos de rendición de cuentas y de análisis económico del entorno, para beneficio de sus afiliados y del propio país.
También es prudente, antes de que nos acabemos de enredar con la moda de la llamada “Economía Naranja”, que estudiemos y presentemos cuales han sido los resultados reales de aporte a la riqueza de las grandes cantidades de dinero aplicados en el último decenio a los bien o mal llamados emprendimientos. Las incubadoras de empresas sirven es para sacar polluelos, no para calentar huevos de manera indefinida.
De igual manera, definir desde ahora, cuáles van a ser las metodologías que aplicar para medir el verdadero impacto que los nuevos apoyos a los vinculados con este nuevo color económico van a tener, cuáles sus presupuestos y cuáles los resultados esperados en un tiempo predeterminado.
Si no hay cuentas claras, se acolita la corrupción.