La historia de la humanidad deviene en luchas incesantes para vencer las adversidades y sacar adelante lo propuesto con energía, voluntad, vitalidad, esfuerzo, legalidad y ética.
Si algunos conceptos son empleados de manera ligera, asociándose en algunos casos y de manera equivocada como sinónimos, están los de civilización, desarrollo y progreso.
Ante la abundancia de opiniones, posturas, textos y libros en los cuales los autores le hacen una loa a los escenarios terribles que le esperan a la humanidad, recorriendo los caminos ya transitados pero no superados del hambre, la peste y la guerra (los tradicionales) y la contaminación, el calentamiento global y el uso sin restricciones de la inteligencia artificial, aparecen como equilibradores del análisis, algunos escritores y pensadores como Harari, Pinker y Bregman, que sin ser ingenuos ni optimistas de oficio nos demuestran el conjunto de mejoras que ha generado y construido la humanidad y que han servido para generar una mejor calidad de vida, sabiendo de antemano que todavía hay mucho camino por recorrer.
Aceptemos que el progreso es el resultado de un cúmulo de esfuerzos en diferentes aspectos que ha logrado la humanidad a través del tiempo para mejorar la calidad de vida y acceder a un nivel superior de bienestar.
Las crecientes inversiones en salud, nutrición y educación, impactan directamente en la calidad de vida de los humanos beneficiados, lo cual permitirá a la postre que la sociedad y el país donde habitan sea cada vez más rico, más feliz y sea mejor gobernado.
Bajo otra perspectiva, la mejora en la expectativa de vida, un adecuado y creciente PIB per cápita y una buena educación, son detonantes para el florecimiento del progreso individual y colectivo.
La longevidad, la salud y el conocimiento, por otro lado, han fortalecido y potenciado la posibilidad de construir riqueza, la que a su vez sirve de palanca para seguir invirtiendo en aquellos factores que generan un claro y deseado bienestar, convirtiéndose así en un deseable círculo virtuoso.
La posibilidad de que a largo plazo todos estos logros de la humanidad sean mejorados, respalda la idea de aquella condición que nos convoca y que hoy llamamos progreso.
Por su parte el desarrollo nos muestra la capacidad de superación de retos y dificultades de una sociedad en su conjunto, a partir de posturas como la solidaridad y de la generación de habilidades que le son propias.
La civilización en cambio nos muestra el nivel de madurez alcanzado por una sociedad a partir de sus posturas estoicas, la capitalización de sus esfuerzos y al menos el haber intentado integrar los logros de desarrollo y de progreso alcanzados en beneficio de sus miembros y su futuro.
Sin embargo, parece que también se cumplen ciclos para la humanidad que obligan a un eterno retorno. Una época de esplendor es seguida por un período de decadencia que lleva al caos total o al derrumbamiento de lo alcanzado con tanto esfuerzo, para volver a iniciar el proceso de reconstrucción que en algún momento alcanzará su mejor momento y de ahí en adelante, todo se vuelve a repetir.
La historia de la humanidad deviene en luchas incesantes para vencer las adversidades y sacar adelante lo propuesto con energía, voluntad, vitalidad, esfuerzo, legalidad y ética.
Insistir, persistir y nunca desistir.