La movida del triunvirato de los tres reyezuelos del Covi-19 es una trama económica y política de un poderoso grupo de empresarios y políticos por controlar el poder en el Chocó.
¿Será que Cristina Plazas Michelsen, periodista de la FM, tiene autoridad moral para señalar a otros de bandidos cuando es nieta del ex banquero del Grupo Gran Colombiano, Jaime Michelsen Uribe, uno de los más grandes estafadores del país? Leí su columna Los bandidos del Chocó, publicada en el diario Vanguardia Liberal de Bucaramanga, donde no deja títeres con cabeza sobre la clase política chocoana y solicitó una intervención del Chocó.
Desconociendo que las intervenciones en el Chocó, han sido un fracaso. No han frenado la corrupción, sino que han multiplicado el saqueo y aumentado el desgreño administrativo. Su propuesta surge a raíz de la suspensión exprés de tres meses de la Procuraduría al gobernador del Chocó, Ariel Palacios Calderón, una medida exagerada, selectiva y con una visión determinista sobre el hombre chocoano. La decisión de suspensión inmediata, en lugar de una medida preventiva en el fondo lo que genera es una profunda inestabilidad política y administrativa en un departamento que en la última década ha tenido 12 gobernadores, uno cada 10 meses.
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Lo que se esconde detrás de la movida del triunvirato de los tres reyezuelos del Covi-19 es una trama económica y política de un poderoso grupo de empresarios y políticos por controlar el poder en el Chocó.
Una medida selectiva y que viola el principio de igualdad ante la ley, dado que son 24 procesos disciplinarios que adelanta el ministerio público en contra de 14 gobernadores por contratos de mayores cuantías que los $ 2.000 millones del Chocó, y con faltas más graves en las violaciones del régimen de contratación pública. Porque el gobernador del Chocó, suspendió y liquidó el contrato sin ejecutarlo, gastarse y robarse un peso.
No soy defensor de la corrupción y de la clase política que ha saqueado el fisco nacional y de las regiones. La corrupción no es un fenómeno exclusivo del Chocó, ni de su clase política como pretende señalar Cristina Plazas, para justificar la postura determinista de Carrillo.
Insinuar eso es tener un profundo desconocimiento de la historia nacional. La corrupción colombiana tiene sus raíces en el colonialismo español y es un fenómeno histórico y estructural en el modelo del Estado que estructuraron las élites económicas y políticas desde el nacimiento de la vida republicana para controlar el poder.
Lo que pasa con la corrupción en departamentos como Antioquia, Santander, Sucre, La Guajira, Magdalena, Caldas o Chocó, entre otros, son réplicas de las estructuras mafiosas de la hegemonía de unas élites que han dominado el poder desde Bogotá. Bogotá ha sido el centro de la peste que se expandió y contagio a los poderes regionales con el fin de mantener las lealtades en el dominio del poder nacional.
Se equivoca Cristina Plazas, cuando solo señala a la clase política chocoana para ocultar el entramado económico y político que se esconde detrás de la sanción del gobernador chocoano. He sido crítico de la podredumbre de la clase política chocoana y nacional, pero rechazo sus pretensiones de estigmatizar a todos los chocoanos como corruptos y, más aún, si proviene de Cristina Plazas.
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Una periodista que no tiene autoridad moral para hablar de corrupción, dado que proviene de una familia de uñilargos, su abuelo el ex banquero, Jaime Michelsen Uribe, mayor accionista del Grupo Gran Colombiano fue protagonista de uno de los mayores escándalos de corrupción en la historia de la banca colombiana en la década de los 80. (Leer los libros Porqué cayó Jaime Michelsen y Banqueros al banquillo de Alberto Donadio)
Parte de su herencia proviene de uno de los más oscuros y tenebrosos negocios de la corrupción en el país. También se olvida que su marido, Eduardo de Praga Benavides, fue capturado hace 4 años en el Club Payandé en Villeta por el CTI de la Fiscalía cuando le daba una serenata previa al día de su matrimonio por sus vínculos con el entramado de corrupción en la Dirección Nacional de Estupefacientes. Igualmente, que su participación como directora del ICBF en el parque de diversiones de la corrupción en la regional del Chocó, dado que con los encargos de personas de su entorno se multiplicaron los actos de corrupción y las irregularidades en la alimentación de los niños del Chocó. En resumen. Cristina Plazas Michelsen no es la persona idónea para dar lecciones de moral en este país.