Hay coordinación y un plan que contemplaría las distintas medidas que la coalición antimaduro tomaría para restaurar la democracia en el vecino país.
Venezuela está que arde. Y de paso, Colombia también. Me explico. El hecho de que el señor Guaidó haya jurado como presidente interino de Venezuela, en medio de la más impresionante movilización antimadurista de todos los tiempos; el que la Asamblea Nacional, de la que es la cabeza, además de elegirlo, haya declarado usurpador a Maduro; el que parte de la comunidad internacional, encabezada por Estados Unidos y el Grupo de Lima -en el cual Colombia tiene un papel protagónico- haya reconocido al joven político venezolano como presidente, pero, que China, Rusia Irán, junto con Cuba, Bolivia, Nicaragua hayan manifestado su apoyo irrestricto a Maduro, muestra hasta dónde se ha escalado la lucha por sacar al dictador del poder.
La posición norteamericana refleja, por lo demás, que Venezuela juega un papel importante en el pulso que sostiene con China y en la amenaza militar creciente contra Estados Unidos que representa Rusia. Trump tal vez piensa que ha llegado la hora de enfrentarlos en el lugar que es, o debería ser, su mayor zona de seguridad, Latinoamérica, antes de que la situación en el subcontinente se vuelva definitivamente en su contra, ahora que México está en manos de un gobierno de izquierda no cercano a sus intereses; o, quizá por razones internas, dado el ambiente complicada que está viviendo en su país y con unas elecciones en el horizonte, si es que logra sobrevivir a la tormenta política que sobrelleva; o por una combinación de los dos factores. Y para ello espera tener el apoyo, al menos diplomático de los países de la Unión Europea.
Es que, de hecho, el gobierno de Maduro representa una brecha en su seguridad nacional por las relaciones que mantiene con esos dos países, que ahora controlan sus recursos estratégicos y están convirtiendo el territorio patriota en bases de apoyo, y por su amistad con Irán y su relación con el terrorismo islámico.
La suerte parece echada. Porque llegó la hora de las definiciones. Es evidente que, para que Guaidó, asumiera las funciones de presidente, hubo un proceso de preparación y negociación entre este, y parte de la oposición venezolana, con Usa, Colombia y el resto del Grupo de Lima, para acordar las medidas que se tomarían, una vez Maduro asumiera otra vez el poder en Venezuela, el pasado 10 de enero. Hay coordinación y un plan que contemplaría las distintas medidas que la coalición antimaduro tomaría para restaurar la democracia en el vecino país.
Y se puede inferir que ese plan podría contemplar una intervención militar, humanitaria o no, con el nombre que sea, en caso de que fuera necesario, porque si el sátrapa encarcela o asesina a Guaidó, estaría atacando al presidente de un gobierno amigo, impidiendo que la democracia se restablezca y cesen las violaciones sistemáticas a los derechos humanos de los venezolanos, se darían las condiciones para invocar la aplicación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, TIAR, de 1947.
Claro que eso no es tan fácil, porque tendría la oposición de los estados latinoamericanos como Cuba, Bolivia, México y Nicaragua -a quien el Secretario General de la OEA ya está denunciado por violación de los derechos humanos de su pueblo. Eso en el contexto regional. En el mundial, contaría, al menos, con el rechazo de China, Rusia e Irán. El caso es que el gobierno de Trump ha dicho que todas las opciones están abiertas y, de serlo, habrá ponderado los riesgos que implican una salida militar, especialmente el alcance de la reacción de Pekín y Moscú o habrá hablado con ellas -con el aval de la oposición venezolana- para darles la seguridad, especialmente a China, de que sus intereses económicos en Venezuela serían respetados.
En cualquier caso, la coalición que se formara intentaría, primero, soluciones que no requieran el uso externo de la fuerza, por ejemplo, un cerco diplomático masivo y persistente, o, medidas económicas más fuertes contra los dirigentes bolivarianos. Pero, además, otras, que minen al régimen en sus fundamentos, particularmente, el incentivo -que ya se está ofreciendo- a sus fuerzas armadas para que efectúen un golpe militar. Este tampoco es fácil, por el control férreo que la inteligencia cubana tiene sobre aquellas, pero ya han surgido algunas fisuras, y ahora que saben que cuentan con ofrecimientos de amnistía y el apoyo explícito de Estados Unidos, el grupo de Lima y el que comenzaron a ofrecer estados como Gran Bretaña y otros de Europa Occidental, es probable que con el paso de los días, esta corriente pueda crecer hasta llegar a un punto de quiebre que deje a Maduro sin soporte militar, lo que significaría el fin de la dictadura.
Por supuesto, ese desenlace -en realidad, cualquiera, necesita al pueblo venezolano en la calle, sin desmayo, y la unidad de la oposición , factores que, hay razones para pensar, están ocurriendo- sería lo mejor para el pueblo venezolano y para nosotros, porque nos encontramos en el momento más álgido, hasta ahora, de la crisis que nos provoca la existencia y actitudes anticolombianas de la dictadura Chavomadurista.
He defendido desde esta columna que ese país es la principal amenaza para nuestra seguridad nacional. Lo que sucede en Cuba, pone de manifiesto que los dirigentes del Eln que permanecen en la Isla serán protegidos por el gobierno de Miguel Díaz – Canel y terminarán en Venezuela, donde se refugia y planea los atentados contra Colombia. Existe el rumor de que excomandantes de las Farc han viajo a ese país para planificar su participación en la defensa del régimen de Maduro. Unos y otros, en cualquier caso, actuarían allí, ahora desembozadamente como fuerzas paramilitares, que también fungirían como quintacolumnistas en Colombia, en caso de que el gobierno venezolano lo considere necesario.
En circunstancias como las actuales, el país puede sufrir una agresión militar, para “darnos una lección” si los venezolanos consideraran que el apoyo chino y ruso –este último, incluso, con asesores y combatientes para equipos y armas adquiridos en ese país- puede usarse sin que escale un enfrentamiento con Estados Unidos. No digo que tenga una alta probabilidad, pero sí que es posible, porque al otro lado de la frontera hay una fiera herida.
Me imagino que, también, nuestras autoridades han evaluado el escenario de una, como dije arriba, no descartable intervención militar humanitaria (o de otro tipo), encabezada por USA y con una eventual participación colombiana, pasiva -sólo prestando el territorio- o activa -con el envío de tropas-, evaluación que tendría en cuenta el papel de las quintacolumnas que serían el Eln y las Farc.
Esperemos el desenvolvimiento de los acontecimientos. La hora de las definiciones se acerca y el país debe estar preparado para cualquiera de los eventos señalados. Esperemos que la anhelada transición a la democracia en Venezuela sea pacífica y tenga el menor costo posible para ellos y para nosotros.