En menos de un mes el país fue azotado por la dupla Harvey-Irma que si bien no dejó un número considerable de víctimas, los daños materiales llegarán a miles de millones de dólares. Una evacuación sin precedentes con más de 5 millones y medio de habitantes que debieron abandonar sus viviendas, unos por orden gubernamental y otros por temor a las consecuencias de la furia de los vientos y las inundaciones posteriores. Pasada la tormenta comienza lentamente a llegar la calma. Gran parte del estado de Florida estuvo a oscuras, sin servicio de agua y telefonía, además de una amplia carestía de productos de primera necesidad y gasolina.

No debe sorprender la solidaridad de la gente en momentos de calamidad y dolor. Los norteamericanos se vuelcan hacia los más necesitados y tienen como norma pasar la página y siempre mirar con optimismo el futuro, no importa las circunstancias. Aparte de las diferencias políticas tanto el gobernador de Florida como el alcalde de Houston han mostrado su liderazgo y ejecutorias. El primero con decisión y sacrificio desde cuando se anunció la llegada de Irma, poniéndose al frente ordenando la evacuación de todos los que estuvieron en la trayectoria del huracán y luego coordinando las operaciones de rescate y reparación de los cuantiosos destrozos que tardarán años.

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Por otro lado, los Estados Unidos parecen haber aprendido como prepararse y responder a estas tormentas en un momento en que los científicos alertan de como los fenómenos naturales son cada vez más implacables debido al calentamiento de los océanos. A pesar del caos, el saldo de víctimas es relativamente bajo: hasta ahora menos de 100 personas, gran parte residentes de las zonas costeras como Key West y los Cayos aledaños. Precisamente allí, una de cada cuatro viviendas debe ser totalmente reconstruida.

A lo largo y ancho del estado de Florida la gente comienza el penoso viaje de regreso hacia sus hogares sin tener idea de la magnitud de la destrucción en medio del calor, la falta de aire acondicionado y las pocas estaciones de gasolina que disponen de combustible. Un verdadero calvario que ha traído un enorme costo humano y financiero pues no hay ingresos mientras las compañías también deciden cuando reiniciar labores. La comunidad inmigrante en particular ha sufrido como nadie el paso destructor de Irma. Florida es la despensa que surte los mercados con una variedad de productos agrícolas cuya mano de obra proviene de México y Centro América.

Desde Katrina y posteriores desastres, las autoridades federales se han visto obligadas a mirar con mayor atención el manejo de eventos catastróficos. Los avances tecnológicos en la predicción de huracanes, las políticas que deben adoptarse en caso de evacuaciones masivas y las exigencias en los códigos de construcción han servido de catalizadores evitando mayores desgracias humanas y materiales.

Lo impredecible que resulta lidiar con ciclones como Harvey en Tejas, hizo que no fuera posible prever las fuertes lluvias que ocasionaron la inundación de áreas urbanas de Houston antes consideradas seguras. En consecuencia, los planificadores urbanos comienzan a preguntarse si es conveniente continuar la incesante construcción en zonas potencialmente objeto de inundación. La madre naturaleza con razón decidió pasar cuenta de cobro por los abusos a que la hemos sometido.

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La respuesta de las autoridades federales y locales sigue su marcha con un efecto que va a requerir ingentes recursos económicos. Las labores de reconstrucción son una tarea de largo alcance. Los esfuerzos se han concentrado en ayudar a los habitantes de Tejas y Florida que pese a todo contaron con buena suerte: ni Harvey ni Irma golpearon con su furia devastadora a las principales zonas urbanas. Mientras tanto, muy poco se ha dicho de Puerto Rico y las Islas Vírgenes donde el hambre y la desesperación claman la ayuda del gobierno.