La equidad tiene connotaciones morales y en esa moralidad radica una de sus principales diferencias con una palabra asociada, pero que no significa lo mismo: la igualdad
La primera parte de esta columna, en homenaje a la filósofa Beatriz Restrepo Gallego, concluía con lo que para ella significaba “la mayor manifestación de inequidad en esta ciudad (Medellín)”: la indiferencia.
Pero, ¿por qué la indiferencia es una manifestación de inequidad? De acuerdo con Beatriz Restrepo, la equidad tiene connotaciones morales y en esa moralidad radica una de sus principales diferencias con una palabra asociada, pero que no significa lo mismo: la igualdad. Este último término, desde su punto de vista, “es un concepto que manejan los economistas, los científicos sociales o de las ciencias humanas, donde simplemente constatan o describen una situación de igualdad o de desigualdad, pero se abstienen de dar ningún juicio”.
La equidad, por lo tanto, no se logra con una mera redistribución de bienes, sino que tiene un componente humano fundamental, que debe involucrar los esfuerzos del conjunto de la sociedad. Beatriz Restrepo nos invitaba a cuestionarnos, afirmando que “ojalá la equidad fuera una utopía social. Yo pienso que aún no lo es. Hay grandes segmentos de la población que no se sienten absolutamente cuestionados, preocupados o interesados por el tema de inequidad”.
Los ciudadanos, por supuesto, tenemos una responsabilidad en la construcción de la equidad y podemos aportar a la misma, desde la inclusión con “el reconocimiento del otro y, por tanto, el respeto del otro, y si respetamos al otro y lo tratamos correctamente, somos solidarios con él”. Para Beatriz Restrepo esto representa “toda una cadena de comportamientos que derivan de ese reconocimiento primigenio de que hay una común humanidad y que todos estamos ahí, y que apuntan (estos comportamientos) al mejoramiento de las condiciones de vida de los demás”. Con ese respeto por el otro y por su integridad; con el reconocimiento de la igualdad en dignidad de todos los seres humanos independientemente de las diferencias, podemos construir equidad.
Y, ¿cuáles son las responsabilidades de los gobiernos en la construcción de la equidad? Beatriz Restrepo criticaba las soluciones asistencialistas, en tanto “fomentan la pasividad, el carácter de las personas que esperan recibir todo sin hacer ningún esfuerzo”, y lo complementaba diciendo que “los gobiernos tienen otras formas más eficaces de luchar por la equidad: la equidad no es darle a la gente todo lo que necesita de una manera gratuita”.
Respecto a esas formas, determinaba que “la primera herramienta es dar oportunidades y dar oportunidades no es dar cosas, es facilitar una serie de condiciones que le permitan a la gente desarrollar sus capacidades, asumir su propio destino e ingresar, paulatinamente, a acercarse a los beneficios del desarrollo. Y dentro de las oportunidades, las más importantes, evidentemente, son educación y salud”. A esto, añadía: “si las personas tienen educación y están sanas, las personas pueden acceder a los empleos, al trabajo. Si hay trabajo, las personas pueden, con su propio esfuerzo, satisfacer sus necesidades básicas de vivienda, de tener servicios domiciliarios adecuados, de poder vestirse, de poder alimentarse bien, etcétera”.
Ella, a su vez, proponía una ruta de reformas en el ordenamiento jurídico, que contribuían a la construcción de equidad: “a los gobiernos les corresponde, primero, reformas tributarias que vayan orientadas hacia la redistribución de la riqueza. (…) En segundo lugar, es muy importante redistribuir la tierra. (…) En tercer lugar, es también muy importante trabajar en el acceso a las oportunidades, fundamentales para la equidad, (esencialmente) educación y salud. (…) Y, por último, el tema de la formalización del empleo. Esas son las cuatro tareas fundamentales que tiene el Estado y que debe acometer a través de reformas drásticas del ordenamiento jurídico”.
Estas dos últimas columnas han sido un recorrido alrededor de algunas de las visiones de Beatriz Restrepo Gallego sobre la equidad. Espero haberlo hecho con el juicio de un estudiante que toma bien sus apuntes para no olvidar las palabras de una maestra. Este es un fragmento minúsculo, pero sin duda muy valioso, de su legado. Un legado que concluía con un mensaje para todos… una exhortación que no podemos perder de vista y que nos queda como tarea: “mientras nosotros no nos demos cuenta del problema (la inequidad); mientras no nos demos cuenta que debemos incorporarlo en nuestra conciencia y en nuestros sentimientos, nosotros no vamos a hacer nada por modificar esa situación porque no hemos caído en cuenta de lo grave que es; de lo importante que es para que esta ciudad sobreviva y avance; que tenemos muchos problemas de convivencia en esta ciudad, en buena parte debidos a esa inequidad. Para mí, ese sería el punto más importante y, por supuesto, asumiendo que uno también cae en ese plano. Ya uno se cansa, se acostumbra y eso hay que estarlo permanentemente renovando… nuestra sensibilidad, nuestra conciencia, para darnos cuenta de que esa inequidad tiene que cambiar y que no cambia si nosotros no cambiamos también”.
Gracias, Beatriz Restrepo Gallego.
Nota de cierre: se cumplieron 20 años de la muerte de Jaime Garzón. Esa fue la primera vez que, con algo de conciencia, me di cuenta de la violencia en nuestro país. Esa mañana, antes de salir al colegio, salí triste sin saber muy bien por qué. Hoy, lo recuerdo triste, por las injusticias y la impunidad alrededor de su asesinato.