La mayoría de las palabras de esta columna no son mías, sino de una gran persona, ciudadana y filósofa, quien falleció recientemente: Beatriz Restrepo Gallego. Dejo algunas de sus valiosas reflexiones alrededor de la equidad, como un homenaje, para que su legado se amplifique.
Una mujer como Beatriz Restrepo Gallego –“un faro ético” como la recordaron diferentes amigos y como la calificaron en artículos póstumos en medios de comunicación– será recordada por generaciones y sus reflexiones trascenderán, diáfanas, iluminando el camino de quienes esperamos seguir algunos de los aprendizajes que procuró, con esmero propio de docente, transmitirnos.
Ella compartía su mirada del mundo, generosamente, con la intención de construir una ciudad, un país, un planeta más humano, con mayor respeto por el otro, pues, según resaltaba, este es el primer eslabón de una cadena de comportamientos que deben derivar, necesariamente, en el reconocimiento de una humanidad común, de una búsqueda del bienestar individual en el bienestar colectivo.
A Beatriz Restrepo la conocí gracias a “Medellín se toma la palabra”, proyecto para el cual trabajé y en el que ella participaba como asesora en el comité editorial. Justamente, como parte de las actividades de este proyecto, la entrevisté sobre su visión de la equidad y encontré en sus palabras una mirada esclarecedora que planteaba reflexiones profundas alrededor de este término, cada vez más popular en cada gobierno y en campañas políticas, pero sobre el que se ha profundizado poco, especialmente en su dimensión ética.
Para Beatriz Restrepo, “todos los gobiernos, desde un punto de vista de conveniencia política; de asegurar la estabilidad; de evitar que haya desordenes sociales, están optando por el discurso de la equidad. Desafortunadamente, no son solamente las consecuencias económicas o políticas las que debieran motivar el discurso de la equidad. Sino también, la referencia al ser humano”.
Para encontrar esa referencia al ser humano, es necesario aclarar que Beatriz Restrepo explicaba que “la equidad se refiere a una forma particular de justicia. Se habla de justicia como equidad. En esa dirección, se entiende que la justicia como equidad busca restaurar una cierta proporcionalidad en las relaciones entre las personas, los hechos o las situaciones. Esta es la clave del concepto de equidad: una proporcionalidad o una relación o una referencia a otra cosa”.
Y esa proporcionalidad no solo se refiere a lo económico. Beatriz Restrepo expresaba que “casi siempre, cuando hablamos de equidad, nos referimos es a la dimensión económica… a los bienes. Realmente, esa es la parte más notoria, la que más golpea de momento y es la más generalizada hoy. Pero, con mucha frecuencia se descuidan aspectos muy importantes de la inequidad que muchos autores hoy destacan, por ejemplo, (Zygmunt) Bauman (quien) habla de las dimensiones no económicas de la inequidad que para él son, quizá, más graves que las económicas. (Estas) se refieren a que la gente, en una situación de pobreza extrema, que es cuando hablamos de inequidad extrema, son personas que no se sienten dignas, que se sienten agredidas en su dignidad; personas que se sienten, con frecuencia, humilladas, que se sienten marginadas de los beneficios de la vida social; situaciones que generan en ellos muy buena dosis de inseguridad, de miedo, de desesperanza, que para este autor son situaciones quizás más corrosivas que la misma carencia de unos bienes materiales”.
Ella concluía que “es muy importante tener en cuenta que la inequidad no es solo la desigualdad en el dinero, en la posesión de bienes materiales, sino también en la desigualdad en cuanto al respeto, en cuanto al reconocimiento de esas personas, en el trato que les damos según su situación social y económica”.
Por eso, le preocupaba especialmente, la indiferencia de la ciudadanía alrededor de la inequidad. “Yo siento que la mayor manifestación de inequidad en esta ciudad es la indiferencia; es la falta de compromiso; es la actitud que tomamos frente a las manifestaciones de inequidad que nos entran por los ojos, por los oídos, todo el día, en diferentes escenarios, y que nosotros hemos aprendido a no ponerlos en el foco de nuestra conciencia”.
Estas reflexiones sobre la equidad para Beatriz Restrepo, que tanta vigencia tienen, serán ampliadas en una próxima columna que ahondará en el papel que los gobiernos deben tener al respecto y en la responsabilidad de todos en la construcción de una sociedad más equitativa.
Nota de cierre: una de las últimas veces que vi a Beatriz Restrepo, estaba recién llegado de España, de mis estudios de Maestría, y me dijo que, a pesar de mi ausencia, ella conversaba conmigo a través de esta columna, que leía con alguna regularidad al ser una lectora asidua de EL MUNDO. Esta columna es, también, mi oportunidad de conversar con ella, a pesar de su ausencia.