La Corte estará dominada por una mayoría extremadamente conservadora que arriesga el prestigio de ser un órgano independiente si cae en la polarización que impera en Washington
La posesión del magistrado Brett Kavanaugh en la Corte Suprema ha dejado una mancha indeleble por su comportamiento durante el proceso de confirmación y su agresiva personalidad. El testimonio de su acusadora Christine Blasey Ford solo sirvió para que el FBI hiciera una investigación limitada en el tiempo y alcance. Lo que pintaba como un trámite normal en el Congreso, terminó en un espectáculo lamentable entre sus partidarios y la bancada demócrata que desesperadamente busca una revancha a cuanto haga y deje de hacer el presidente.
Ahora, la Corte estará dominada por una mayoría extremadamente conservadora que arriesga el prestigio de ser un órgano independiente si cae en la polarización que impera en Washington. Brett Kavanaugh a lo largo de su carrera como juez ha proferido sentencias en contra de los trabajadores, cuestiona el derecho de las mujeres a decidir si optan por el aborto y es abiertamente partidario de los poderes ilimitados del presidente.
Los fallos recientes de la Corte Suprema en contra de los derechos sindicales, de los votantes, de los consumidores y la financiación de las campanas son una muestra de lo que podría cambiar hacia el futuro. Ese es el resultado de ser la minoría en el legislativo.
Gracias a la Constitución y los vaivenes de la política, las 3 ramas del poder están en manos de las minorías. Comencemos por la Casa Blanca donde por segunda vez en menos de 2 décadas, tenemos un presidente que ganó sin el voto popular. El colegio electoral le permitió tanto a Trump como a Bush hijo ser elegidos sin haber logrado la mayoría de los electores.
El Congreso, por su parte, es un cuerpo legislativo donde cada estado con la excepción de la capital Washington elige 2 senadores no importa el número de habitantes. Nueva York con 20 millones de habitantes tiene los mismos 2 votos que Alaska con 740 mil. Un sistema que fue diseñado en el siglo 18 para proteger a los estados más pequeños, ahora tiene un efecto contrario: la elección de un magistrado pese a múltiples cuestionamientos y acusaciones.
Los autores de la Carta Magna al escribir el texto original interpretaron los peligros de lo que significa la ‘’tiranía de las mayorías’ ’para caer en lo que ahora es la imposición de las minorías. Luego de más de doscientos años, tanto el Senado como la Cámara de Representantes han logrado afianzar su poder a través de leyes que limitan los derechos de los votantes, nombrando jueces afines a su ideología y modificando los territorios electorales a su favor.
Donald Trump cuenta con las mayorías en un congreso dominado por los republicanos sin que opere un control a su agenda extrema. Las elecciones de mitaca o de mitad de periodo de noviembre, crean un escenario donde los electores decidirán el rumbo del legislativo y si habrá la posibilidad de una política de “checks and balance” que impida los excesos de un ejecutivo que desconoce a las minorías y muestra un abierto desdén por las mujeres.
Contrario a lo que está ocurriendo en otros países, la Corte Suprema de los Estados Unidos no se ve afectada por la corrupción. Algunos dirían con razón que los intereses corporativos y de los más ricos han contado con el favor de los jueces. Lamentablemente, los máximos organismos judiciales en Colombia, Perú, Venezuela y México han sido permeadas por la corrupción incidiendo en la jurisprudencia dada la influencia del dinero y la política.